Narra Amelia
Años después...
El sol estaba exquisito, Lorena y yo estábamos tomando el sol. Mientras mi padre y Daniel estaban en la parrilla. Era verano, habíamos planeado venir a la playa en nuestra casa de verano.
Mi hombre se veía muy atractivo, a pesar de sus años siempre se mantenía con ejercicios y buena alimentación.
Me quite los lentes de sol por un momento, miré a mis tres hijos jugando en la orilla con mi hermanito.
—Mami—me llamó mí pequeña princesa Alison acercándose a mí.
—¿Crees que papi quiera hacer un castillo para mi muñeca?—preguntó.
En ese momento me acerque a ella y limpié su mejilla la cual tenía arena.
—Claro que sí, ¿Por qué no vas y se lo pides?—la anime hacerlo, era una niña muy tímida y dulce. Tenía ocho años de edad. Era mi hija mayor.
Alison se animó hacerlo después de mis palabras, se acercó a su padre, se agachó hasta quedar a su altura, hablaron unos segundos y ellos comenzaron a jugar en la arena. Mi padre quedó al mando de la parrilla. Ver jugar a Daniel con cada uno de nuestros hijos siempre me causaba felicidad.
—Iré a jugar futbol con los niños —le dije a Lorena. Me puse de pie y llame a mi hermano el cual ya tenia once años y a mis dos pequeños gemelos Abdiel y Alexis de cinco años. Comenzamos a jugar.
Daniel seguía siendo un gran inversionista, por mí parte tenía mí propia empresa de inversión para jóvenes emprendedores.
Vi por un momento a toda mí familia. Estaba agradecida con la vida por tenerlos a mí lado. En ocasiones era difícil estar con otras personas, ya que la diferencia de nuestras edades era notable, pero Daniel y a mi no nos importaba lo que los demás pensarán o comentaran. Éramos felices y eso era suficiente para nosotros.
Después de un rato, todos no sentamos a comer. Reímos con las locuras y anécdotas de mi padre y Daniel en la escuela. Me alegraba ver que su amistad se había fortalecido. En ese momento Daniel se acercó a mí oído.
—Te amo, por siempre.
—Y yo a ti mi amor. Con todo mi ser—respondí. Nos dimos un beso en ese momento. Éramos completamente felices y no podía pedir nada mas.
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