ENTRE LAS GARRAS DEL ALFA romance Capítulo 8

El Alfa, ya agotado se despidió de su beta y subió a su habitación, no es que se le hubiera olvidado que la mujercita humana se encontraba durmiendo ahí, pero que otra opción tenía si su cama la había destruido su lobo Luken, ni modo que la sacara afuera a dormir, ¿verdad?

— Alexander abrió la puerta y comenzó a desvestirse, quitó su saco y desabrochó su camisa, estaba por bajarse los pantalones, cuándo escuchó una voz que le gritaba desde su cama, de debajo de las sábanas

— ¿Qué estás haciendo? ¿por qué te estás desvistiendo en mi habitación? ¡eres un maldito pervertido! ¡sal de aquí!

— El rostro de le oscureció al Alfa, la mujer le había vuelto a gritar pervertido y no solo eso, ahora también lo estaba corriendo de su propia habitación

— ¿Qué me desvisto en tú qué...? ¿tú habitación? ¡para tu información, está es mi habitación! ¡me estoy quitando la ropa por qué voy a darme un baño, no por que quiera hacerte algo, eres una humana y a mí no me gustan las humanas! — bramó el Alfa, muy molesto, esa luna si que sabía sacarlo de sus casillas

— Temperace, aunque no era su deseo que el atractivo hombre le hiciera cosas inapropiadas, se sintió herida en su orgullo — ¡tú tampoco me gustas, a mí no me gustan los hombres lobo, son unas bestias salvajes que seguramente tienen un pésimo gusto!

— ¿Aaa sí? ¿y tú como sabes cómo somos los lobos? has vivido cerca de uno de ellos alguna vez? ¡aaaah si, se me olvidaba, eras muy cercana al imbécil de Greco Thompson! ¿no es cierto? — unos celos que no tenía idea que podía sentir, se apoderaron del Alfa, haciéndolo gruñir

— ¡Eso no es de tu incumbencia, mis amistades no asunto del lobo que me va a comer! mejor dime, ¿por qué no me dejas ir? tengo un trabajo que me espera en la clínica, te prometo que nunca mencionaré lo que e visto, solo... solo quiero irme de aquí... — la asustada joven, sollozó suplicantes

— Alexander sintió un dolor en el pecho, ¿qué demonios? pensó el Alfa, — las súplicas de su luna para que la dejara ir, lo enfurecieron, no entendía por qué si él la rechazaba, el que ella quisiera dejarlo le dolía, era cómo si poco a poco, el vínculo que el lobo sabía que existía, se estuviera fortaleciendo

— ¡Mueres de ganas por correr a los brazos de tú noviecito! ¿verdad? pero para tú información, querida, él también es un hombre lobo, pero mucho más cruel y sanguinario que yo, a ese bastardo solo le importa el poder, no creo que tú signifiques algo importante para él, Greco, perdió al amor de su vida cuando su hijo nació, no puede amarte, ni a ti ni a nadie, está condenado a pasar solo por el resto de la eternidad

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: ENTRE LAS GARRAS DEL ALFA