Entre Mafias romance Capítulo 10

Mía

En el fondo sé que tiene razón. Paul no se merece nada, no le debo absolutamente nada, pero no podía dejarlo morir.

Camino despacio, paso a paso. Aunque no quiera admitirlo, cada movimiento me duele.

La cara sin vida de Beni aparece de pronto en mi mente. Tampoco quería que el muriese. No entiendo este mundo, es demasiado cruel. Vivir en la fina línea de la vida y la muerte no es vivir. ¿Quién en su sano juicio elegiría este camino?

Subo las escalera agarrandome fuertemente a la barandilla. Pequeñas gotas de sudor adornan mi frente. Decido descansar a mitad de camino. La doctora ha dicho que no tengo nada roto, pero madre mía como duele.

Marcus sale de la habitación con un  pantalón de pijama negro, el pecho descubierto lleno de tatuajes capta mi atención al momento. Se que es ridículo pero lo primero en lo que pienso es en el "six Pack" que marca sus abdominales. Se me escapa una risilla porque esta era una broma que tenía con mis amigas.

- ¿Qué te hace tanta gracia? - Pregunta de mejor humor.

Niego con la cabeza desviando la vista. Ni en mil vidas admitiría que su cuerpo sigue atrayéndome igual que antes. Que reacciono ante él sin poderlo evitar. Somos como dos piezas de puzzles perfectas.

- Nada, nada, tonterías.

Llega hasta mi y vuelve a levantarme del suelo. Pienso en discutir, pero me quedan por subir más de la mitad y realmente estoy agotada.

- Deja que te ayude.

Apoyo la cabeza en su hombro para descansar. El pecho de Marcus deja de subir y bajar, para al momento elevarse de nuevo.

Me sienta sobre la cama con cuidado.

- Gracias, voy a darme una ducha - Digo levantándome de nuevo. Cuanto antes me quite el olor a hospital mucho mejor.

- Vale, espera que preparo la bañera.

Escucho como abre el grifo  y como poco a poco el vapor sale a través de la puerta. Camino hacia el baño y lo veo vertiendo sales que  llenan de espuma el agua, que no está adecuada para su gusto, así que ajusta la temperatura del grifo otra vez.

Quien diría que el temible Marcus, prepararía un baño con sales.  Termino de abrir la puerta.

- Está perfecto, gracias.

Me quedo donde estoy esperando que salga. Cuando se da cuenta, arruga la frente.

- Puedo ayudarte, no hay nada que no haya visto ya  Mía.

Abro los ojos desmesuradamente. Esta loco si piensa que voy a dejar que me vea desnuda.

- Ya... Puedo hacerlo sola, gracias.

Al fin, después de estar parado mirándome mientras me lanzaba sapos y  culebras, sale enfadado. Esta faceta infantil de berrinches no la conocía, pero resulta graciosa.

Una eternidad es lo que tardo en desnudarme. Miro mi cuerpo en el espejo. Tengo varios morados sobre el estómago y las costillas. Por suerte no es nada grave.

Me meto en la bañera y disfruto de la fragancia, huele a rosas, a dama de noche, a frescura. Me encanta. El calor desentumece mis músculos, podría dormirme ahora mismo, pero con la suerte que tengo me ahogaría y me golpearía con el grifo.

Me incorporo para salir, pero un movimiento desafortunado me provoca una punzada en una de las costillas.

- ¡Ay! - Grito - Joder.

La puerta se abre. Marcus está en el umbral, sin camiseta ¿por qué demonios no se la pone?  Se acerca a la bañera. Cuando soy consciente de sus intenciones, que es sacarme completamente desnuda, vuelvo a hundirme hasta el cuello.

- Marcus, sal.

- Deja de comportarse como una cría. Te voy a sacar y te voy a poner el pijama - Explica cabreado de nuevo - Que difícil te has vuelto.

Mete los brazos dentro del agua y los pasa por debajo de mi cuerpo. Yo uso mis manos para taparme todo lo posible. Esta situación es muy vergonzosa y humillante. La cara me arde y estoy segura de que estoy más roja que un tomate.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Entre Mafias