Entre Mafias romance Capítulo 17

Marcus

Me despierto de golpe con el corazón a mil. ¿Quién cojones se atreve a pegarme un susto de muerte? No tardo ni un segundo en coger la pistola escondida en el lateral de la Mesilla de noche y apuntar al hombre que me mira desde los pies de la cama.

- Mía se ha ido, hermano - dice Killian alterado.

Me levanto de la cama. Escojo cualquier pantalón y camisa para vestirme todo lo rápido que pueda y salir a buscarla.

- ¿Qué quieres decir? ¿Qué significa que se ha ido?

- Dijo que no podía dormir y que necesitaba dar un paseo, le prometió a los guardias no alejarse demasiado... Está claro que mintió.

¿Mía me ha vuelto a engañar? Me prometió quedarse a mi lado si perdonaba la vida de su hermano. ¿Tenía pensado escapar desde un principio?

Salgo de la habitación, bajo las escaleras corriendo, el sonido de las pisadas en la entrada me indica que mis hombres están listos para salir a buscarla también.

- ¡Repartios entre las estación de autobuses, el metro y cualquier medio de transporte que haya podido usar para salir de Verona! - Grito mirandolos a todos fijamente - No quiero que volvais aquí con las manos vacías.

Killian apoya su mano sobre mi hombro, llamando mi atencion.

- Creo que es hora de deshacernos de ella y mandar su cuerpo a la masión de los Carussi - Afirma con rotundidad.

Quiero quitarme su mano de encima, partirle todos los dedos y vaciar el cargador en su pecho ¿qué cojones acaba de decir? ¿Quiere matar a Mía? Todos nuestros hombres nos miran, esperando la decisión final.

Le quito la mano de mi hombro y lo empujo hacia atrás golpeando su pecho con las dos manos.

- Nadie la tocará - Gruño apretando los dientes con rabia. Me giro mirandolos a todo - ¡Sigue habiendo una bala para el que se atreva a hacerle daño!

Mía no volverá a sufrir. Recuerdo cuando la perdí, cuando creía que había muerto y sentía ese vacio en mi pecho. Lo peor no era el dolor o la culpabilidad, era la nada que se apoderó de mi vida y mi futuro. Los negocios y el dinero dejó de importarme, nada importaba ya. No pienso volver a pasar por lo mismo.

- ¡¿Qué te pasa, Marcus?! - Grita Killian perdiendo los nervios igual que yo - ¡Ahora sentimos compasión por los Carussi!- Rompe a reír a carcajadas.

No pienso pasar lo que queda de noche peleando con mi hermano o explicándole  porque no quiero que sufra.

- Podéis iros - Le digo a mis hombres - y tú no vuelvas a decirme lo que tengo que hacer. Obedecerás como todos los demás.

Corro hasta mi coche y lo arranco para desaparecer segundos más tarde. Las ruedas chirrian derrapando por la aceleración. Tengo que encontrarla. ¿Cómo se le ha podido ocurrir salir sola? Su padre quiere acabar con ella a toda costa, los hombres que nos dispararon en el restaurante lo confirmaron cuando dimos con ellos.

Voy vagando por las calles buscando una melena roja. Sería fácil encontrarla porque no hay casi nadie ahora mismo. Son casi las cuatro de la mañana, y aún así siento que no la encontraré. Llamo a mis hombres con la esperanza de que alguno haya dado con ella. Todos me dan la respuesta que no quiero oir.

Una hora más tarde estoy desesperado. Golpeo el volante ¡¿Dónde te has metido?!  Conduzco alejandome de la ciudad. No soy consciente  hacia donde me dirijo hasta que casi he llegado. El parque de atracciones. El lugar donde fui una vez con Mía.

Nos montamos en las atracciones, comimos algodón de azúcar, paseamos cogidos de las mano y no tuve que fingir ni una sola vez. Ella era el sol que me daba calor, la Luna que iluminaba el camino en la oscuridad. Su sonrisa radiante lo envuelve todo.  Aun puedo recordar como sus rizos volaban cuando bajábamos en picado en la montaña rusa.

Ahora está cerrado, no hay música ni se escuchan los gritos de las personas que se montan en las atracciones. Parece muerto, sin vida.

Una chica está sentada a lo pies de la gran entrada que da acceso al parque. ¿Mía? Paro el coche en seco dando un frenazo y corro hacia  ella. No me ha visto aún, tiene la cabeza gacha, pero sus hombros convulsionan como si llorara.

- Mía, llevo toda la noche buscándote - digo con un tono tranquilo para no asustarla.

Ella levanta la cabeza. Tiene los ojos rojos y las mejillas llenas de lágrimas

- ¿Cuál va a ser tu castigo esta vez?

¿De qué habla? Que castigo ni castigo. Llevo toda la noche buscándola desesperado.

- Mía, estaba muy preocupado por ti.

Se limpia las lágrimas que salen sin control de sus ojos y se mesa el pelo detrás de la oreja. Es tan hermosa que duele mirarla.

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