Entre Mafias romance Capítulo 19

Marcus

Mis ojos miran fijamente el vaso con whisky del mueble bar. Sé sin lugar a dudas quien es su dueño y no pienso dejar las cosas así. Tiene que aceptarlo, porque no existe un camino alternativo en el que mi hermano haga algo contra Mía y yo no la defienda.

En cuanto escucho su tranquila respiración, lenta y acompasada, salgo de la habitación.

Voy directo al despacho de mi hermano. Me engañó, me miró a la cara y me mintió. Sé que no le cae bien Mía, ni ningún Carussi, pero va a tener que respetarla si no quiere que tengamos una guerra interna. Estoy seguro de que nuestros enemigos se aprovecharían de nuestra debilidad.

Abro la puerta sin llamar. Levanta la vista del libro que está leyendo, lo cierra lentamente sin  apartar la mirada de mi. Me reta mi propio hermano y yo tengo que contener la ira. Solo hay una persona capaz de sofocar el fuego que se abre camino dentro de mi; Mía, como ahora no está conmigo, no tengo que contenerme.

- Veo que no sabes llamar a la puerta.

Camino despacio hasta su mesa. Tomándome mi tiempo.

- ¿Qué le has dicho cuando has ido a verla a mi habitación? - Afirmo para que no pueda mentirme.

Se levanta, coge el libro y lo coloca con cuidado en la estanteria. Siempre ha sido más dramático que yo, le gusta el suspense y se le da bien, por eso mismo no caigo en su trampa de perder los nervios.

- Hermano, hermano, tu duda me ofende. He ido a verla para ver cómo estaba y para disculparme.

Si cualquier gilipollas que me mirara a la cara y me soltara esta estupidez consiguiera colármera, no sería el hombre más poderoso de Italia, bueno, de los bajos fondos de Italia. Cree que puede engañarme.

- No vuelvas a acercarte a ella - Cierro el puño atrapando el cuello de su camisa - eres mi hermano y te quiero, pero no permito que nadie se meta en mis asuntos, ni siquiera tu.

- Cálmate hermano, está bien, no volveré a acercarme a tu amorcito.

No me creo ni una sola palabra. A partir de hoy siempre habrá un par de ojos de confianza puestos en Mía. Lo empujo hacia atrás.

Todos los sentimientos que me nublan, todos los que rigen mí día a día, desaparecen en cuanto la veo en la cama,   el pelo revuelto encima de la almohada, menos un mechón que le tapa los ojos, lo aparto con cuidado para no despertarla.

Cada noche recuerdo el momento justo en el que la obligué a bajarse del coche, su mirada dolida y defraudada la tengo grabada a fuego, el dolor en su rostro era tan visible como el sol durante el día. Imagino que nunca la dejo allí, arranco el coche y nos alejamos. Imagino que no soy yo el cuasante de la cicatriz de su brazo, de su desconfianza ni del dolor que siente.

Tal vez algún día pueda recuperarla, tal vez vuelva a mirarme como lo hizo una vez, de momento me basta con que confíe más en mi que en el resto de nuestros enemigos.

Un rayo de luz me da directamente en la cara. Abro los ojos para ver la cama vacía frente a mi. Miro por toda la habitación, está vacía. Voy directo al cuarto de baño.

- Mía ¿Estás ahí? - Pregunto golpeando la puerta.

Nadie contesta. Dudo que mi hermano o uno de sus hombres haya hecho algo tan pronto, pero no puedo evitar el desasosiego que me inunda cuando no se donde está.

Camino por lo pasillos del castillo atento a cualquier ruido, esperando escuchar su voz en cualquier momento. La oigo a lo lejos. Me acerco a una de las cristaleras y la veo. Mi corazón vuelve a latir.

Yo sé lo que siento, pero nadie más puede enterarse. Ella sería el camino hacia mi. Pensar que pueda pasarle algo por mi culpa.... Eso no puede pasar jamás.

Salgo fuera y Mía me ve.

- ¿Dónde estabas? - pregunto más fuerte de lo normal.

- Aquí - Se pasa un mechón por detrás la oreja, nerviosa - Me llamaron al móvil y no quería despertarte.

Espero con la paciencia que no tengo que me explique quien la ha llamado. Me doy cuenta de que no tiene intención  de darme más explicaciones. Esta mujer me saca de mis casillas a veces.

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