Entre Mafias romance Capítulo 31

Mía

Los días pasan tranquilos. Dante cada vez está mejor, aunque la herida parecía aparatosa, sacaron la bala y con un cabestrillo estaba como nuevo. Marcus tenía razón, tuvimos suerte de que todo quedara en un susto.

Hoy han llegado un montón de vestidos de noche. Son impresionantes, los hay de todos los colores y de todos los tejidos. Lea y yo los miramos embobadas, nos hemos hecho grandes amigas.

- ¿Cuál te gusta? - Pregunto pasando los dedos por la falda de todos.

Saca una percha y la coloca delante de su cuerpo. Es color crema, muy elegante, con bordados a la altura del pecho.

- ¿Qué te parece este?

Hay momentos en lo que vuelve a ser la Lea asustada que conocí, mira al infinito y se queda pensativa, es inevitable. Todo lo que vivimos a lo largo de nuestra vida nos deja una cicatriz, para bien o para mal nos moldea, aunque estoy segura de que poco a poco la tristeza se irá de sus ojos como se fué de los míos.

- Es precioso. Venga, ve a probártelo.

Mientras ella se lo prueba, voy mirando los demás. Ninguno llama especialmente mi atención. Todos son preciosos y carísimos, pero no se porqué, no me emocionan.

Unos pasos llaman mi atención. Marcus viene hacia mi con una enorme caja entre las manos.

- ¿Qué es eso? - Pregunto intrigada.

Deja la caja sobre una mesa y le quita la tapa.

- Tu vestido para esta noche.

Un papel blanco lo esconde y no puedo verlo, me acerco y lo levanto con cuidado. Bien doblado hay un vestido de predería en tono plateado. Lo sujeto con cuidado y estiro los brazos para verlo bien.

Tiene un escote en uve que llega hasta casi el pecho, se pega perfectamente a la figura hasta las rodillas y después cae hasta el suelo. Las piedrecitas brillan con cada movimiento de la tela. Es el vestido más impresionante que he visto nunca.

- Marcus, es precioso.

Mete la mano en el bolsillo interior de la chaqueta y saca una pequeña caja. En la cubierta lleva el logotipo de una joyería.

- Hicimos un trato hace unos días - Abre la caja y me muestra una pulsera de diamantes presidida por un Rubí circular - Esta era la condición para que siguieras con tu vida.

Se ha vuelto loco. Definitivamente toda la presión ha podido con él y ha perdido la cabeza. El marido de Lea por poco me mata y para que pueda ir a trabajar ¿tengo que llevar una pulsera de diamantes? Cada vez entiendo menos a este hombre.

- No lo entiendo ¿qué se supone que debo hacer con ella?

La saca con cuidado  y me la pone en la muñeca. Coloca el Rubí en la parte superior, para que lo vea bien.

- No es una pulsera cualquiera. Tiene un localizador, y esto - Pulsa la gema roja que tanto destaca -  es un botón del pánico - explica pulsándolo

Unos segundos después aparecen por la entrada del castillo los hombres de Marcus, tienen la mano preparada en la empuñadura de la pistola, por si hiciera falta usarla.

Se paran al vernos. Yo en cambio creo que esto es demasiado excesivo incluso para mi marido, pero hice un trato con él y dudo que me deje ganar la discusión si le pido que tire esta pulsera, que más bien parece una cadena de mi prisión particular.

- Está todo bien, solo estaba mostrándole a Mía como funciona.

Tiene una pose de suficiencia que me molesta. Me siento como si esa pulsera fuera una cárcel. No podré hacer absolutamente nada sin que él lo sepa. Estaré veinticuatro horas vigilada. Cada idea que tiene mi marido es peor que la anterior.

Lea aparece con su vestido color crema. Le queda muy bien. Es guapísima. Desvío la vista hasta Dante que la observa sin parpadear. ¿Puede ser que a Dante le guste Lea? Me encanta hacer de hada madrina. Esta noche, durante la fiesta, voy a comprobarlo, si es cierto pienso ayudar a Dante. Lea se merece a un hombre como él y no el animal con el que se casó.

- Gracias por el vestido, Marcus.

Mi marido levanta una mano y le quita importancia. Para él supongo que esto es un gasto pequeño en comparación con todo lo que tiene.

-  No es nada, espero que te guste -  vuelve a prestarme toda su atención y me da un beso en la frente - Tengo que volver al trabajo. Nos vemos esta noche.

Asiento sonriendo como una boba. Estaba segura de que había dejado la adolescencia atrás, pero aquí estoy mirando como se va mi marido con su vaquero y su camisa negra pegada.

Lea y yo pasamos la tarde entre cosméticos y perfumes, eligiendo zapatos, collares, pintalabios, bolsos. Todo muy divertido. Hacía mucho que no pasaba un día de chicas.

Cuando el reloj marca la hora, bajamos las escaleras para ir a la fiesta. Me miro en el espejo de cuerpo entero y me quedo sin habla. Me he recogido el pelo en un moño con algunos mechones sueltos y el vestido es simplemente impresionante.

Dante no puede conducir porque todavía lleva el brazo en cabestrillo, así que hoy lo releva Al, un hombre algo entrado en años pero muy simpático que nos abre hasta la puerta. Dante hoy va a ser el copiloto y eso lo tiene de mal humor.

Lea y yo charlamos durante todo el camino, pero como pensé esta tarde, hoy voy a ser la detective Mía y cazo a Dante mirando a mi amiga por el retrovisor varias veces.

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