Entre Mafias romance Capítulo 33

Mía

Suena el despertador. Anoche se me olvidó apagarlo. Hoy es sábado y no trabajo así que me desperezo y vuelvo a acomodarme en la cama.

Marcus se ha debido de levantar hace bastante rato porque su lado de la cama está frío.

Escucho la puerta abrirse. Mi marido aparece tan increíble como siempre. Con unos vaqueros que marcan sus fuertes piernas y una camisa negra que se acomoda a la perfección a sus anchos hombros. Me quedo como una boba mirándolo.

Trae una bandeja entre las manos con el desayuno. Me siento esperando a que la deje sobre la cama. Mi estómago ruge, necesito urgentemente lo que sea que haya traido.

- Ya estás despierta - coloca la bandeja sobre mis piernas - He pensado que tendrias hambre.

No puedo quitar los ojos de la comida. Huevos revueltos, tostadas, un par de fresas y un zumo de naranja. Todo me encanta.

- Has pensado bien. Estoy muerta de hambre.

Suena mi teléfono mientras tengo la boca llena de comida. Maldición, siempre en el momento más inoportuno. Miro el número que aparece en la pantalla y que no reconozco de absolutamente nada.

- Diga - Pregunto después de pulsar la tecla verde.

Al otro lado de la línea la voz de Mery me saluda feliz. Me pareció muy simpática anoche, pero no tengo ni idea de lo que puede necesitar.

- Hola Mía, buenos días. Perdona si te he despertado pero tenía programada para hoy una especie de fiesta de pijamas - Ríe por lo bajo y yo sonrío con ella - He pensado que podrías venirte, lo vamos a pasar genial.

Tal vez somos un poco mayores para ese tipo de fiestas, pero estoy a falta de amigas. Las pocas que hice cuando fingí mi muerte las dejé cuando Marcus me secuestró. Todo muy dramático y las que tenía aquí, sus padres son muy amigos del mío, así que pensé que no era buena idea quedarme a solas con ellos.

- ¿Puedo decírselo a Lea? Ella no está pasando por un buen momento.

Marcus me mira fijamente. Ahora mismo es como un neardental con su palo y todo, esperando una explicación de por que alguien me ha llamado sin que él lo sepa. Levanto el dedo indicándole que espere  un segundo.

- ¡Claro! Cuantas más mejor. Pues nos vemos esta tarde guapa.

Después de colgar le cuento brevemente los planes para esa misma tarde. Mi querido marido decide que no le gusta no poder verme veinticuatro horas al día, pero como siempre no pienso hacerle caso.

-Marcus, solo es una fiesta de pijamas, no seas dramático.

Me levanto y abro el armario buscando algo de ropa para vestirme. Encuentro un vestido monísimo amarillo. Hoy hace un día realmente bueno y me apetece salir y tomar el sol.

- Quedarte en una casa que no conoces con gente que no conoces si es demasiado.

Sonrío por lo protector que es. Me acerco a él y le regaló un  pequeño y casto beso.

- Bueno, si te quedas más tranquilo puedes... No se, puedes contratar un ejército que vigile la casa - Bromeo.

Se queda pensativo. Maldita sea, solo era una broma, como voy a intentar hacer amigos con un ejército protegiéndome. Saca el teléfono y escribe algo en él.

- Era una broma, ni se te ocurra hacer una locura.

- Tu tranquila, ya me encargo yo.

Sus palabras hacen que entre en pánico. Sea lo que sea que esté pensando, no me va a gustar.

- Marcus...

Me conoce demasiado bien, así que sale de la habitación antes de que pueda someterle al tercer grado. A estos hombres mega protectores hay que dejarlos a su bola, porque piensan que la muerte está detrás de cada esquina. Vamos, lo que viene siendo que están chiflados.

Le cuento a Lea nuestro plan para hoy. Está encantada, muy emocionada por poder salir del castillo y empezar a hacer un poco de vida normal, con amigas nuevas.

- ¿Estás segura que no les importa que yo vaya? - Pregunta.

Estamos terminando de preparar las mochilas para irnos. Dante nos va a acompañar.

- Claro que no, te lo prometo.

Tengo la tentación de preguntarle por la relación que tienen los dos, pero llego a la conclusión de que si lo hubiera querido contar, lo habría hecho, así que como buena amiga voy a esperar a esta noche para que no pueda huir.

Marcus coge nuestras bolsas y la mete en el maletero. No ha vuelto a protestar ni a poner ningún impedimento, eso me da pánico. Lo que tiene preparado hace que esté tranquilo y confiado y eso es malo, muy malo.

Dante se coloca en el asiento del copiloto, todavía tiene el brazo en cabestrillo, y Marcus conduce. Él sabe hacia donde vamos.

Nuestro camino es todo el rato por las afueras de la ciudad, zona boscosa con enormes árboles a ambos lados de la carretera.

Un rato después llegamos  a una urbanización. Está presidida por una verja metálica y un guardia al que tenemos que enseñar nuestro documento de identidad para que nos deje pasar. No se porque Marcus se pone tan nervioso, esto está muy protegido.

Miro por la ventanilla embobada por lo que veo. Mansiones a ambos lados, con jardines que rodea las enormes casas de lujo. Es increible, aunque debo decir que yo no tengo nada que envidiar, vivo en un castillo.

Por fin llegamos al final de la calle, la casa más impresionate de todas nos recibe. Formidable y elegante. Tiene aspecto futurista, con grandes ventanales que decoran toda la fachada, solo espero que sea de esos cristales que por la noche se convierten en espejo y no se ve nada de lo ocurre en el interior de la casa.

Llegamos hasta la entrada. Me sorprende el trasiego de personas que van de un lado a otro. Marcus se  baja del coche y camina decidido hasta los tres amigos que cenaron con nosotros anoche. Lea y yo lo imitamos, pero caminamos hacia sus mujeres, que los miran con reproche.

- Ya habeis llegado, genial - Saluda Mery.

Me levanto un poco las gafas de sol y observo a los hombres dando instrucciones.

- ¿Qué hacen?

- Calla, Mía, que voy a matar a mi marido.

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