Entre Mafias romance Capítulo 36

Marcus

Cierro los ojos intentando controlarme. Estos hijos de puta se merecen morir por intentar jugármela. Mi nivel de stress está por las nubes. Intentar mantener viva a mi mujer está siendo toda una odisea.

Abro los ojos y vuelvo a la mesa. Mía me mira preocupada.

- ¿Estás bien?

Necesito que nos vayamos de aquí, alejarla de su familia. Necesito que sepan que sé lo que han intentado hacer y que esto no va a quedar así.

- Ha surgido una emergencia en uno de mis locales, tenemos que irnos.

El padre de Mía mira su plato a medio comer y después a ella, sorprendido porque siga viva.

Mira todo lo que quieras saco de mierda. Pienso elegir yo mismo las flores de tu tumba.

- Pero... - Comienza a protestar mi mujer.

Nos vamos a ir. Puede venir por las buenas o me la puedo llevar a rastras. Me gustaría no tener que llegar a ese punto porque estoy seguro de que después, por algún extraño motivo, estaría enfadada.

- Cariño, a tu familia no le importará que aplacemos la cena a otro día.

La sujeto por el brazo y la ayudo a levantarse. Espero que esté comprendiendo que no hay más opciones. Nos vamos y punto. Ya le dije una vez que cuando se tratara de su seguridad no iba a discutir, iba a tomar las decisiones que fueran necesarias para mantenerla viva, hoy he antepuesto su felicidad y la he cagado. No volverá a suceder.

- Claro, no pasa nada. Podemos quedar otro día - Dice Leandro con su maldita voz.

Me encantaría meterle la mano por la garganta y arrancarle las cuerdas vocales, así no tendría que volver a escucharle.

Dante aparece a nuestro lado. Le indico con la cabeza que se lleve a Mía, el sabe lo que tiene que hacer.

- Ahora voy yo - Le digo con una sonrisa - solo será un minuto.

Espero pacientemente a que Dante la saque del restaurante. Paul y Leandro observan sospechando. Intercambian miradas preocupadas. Saco el teléfono y marco un número.

- Podéis iros.

Al momento las personas del restaurante, casi todas, se levantan y caminan hacia la puerta. Van saliendo despacio, sin hacer ruido. A estas alturas Leandro ha sacado su pistola, que apunta al suelo, gira la cabeza en todas direcciones preguntándose que está ocurriendo.

- ¿Qué es esto, Moretti?

Saco mi arma y golpeo la mesa con ella.

- Sé lo que habéis intentado hacer esta noche - Gruño bajando un tono la voz. Ahora mismo soy más temible que el propio Lucifer.

Cojo el plato de Mía lo levanto delante de su cara. Se queda petrificado. Jamás habria adivinado que Mía me habría confiado algo tan íntimo, estaba completamente seguro de que hoy iba a celebrar la muerte de su hija.

Miro la comida que queda en él con rabia y asco, después estrello el plato contra el suelo.

- Si volveis a poneros en contacto con mi mujer os mataré antes de preguntaros para que coño habeis llamado. ¿Está claro?

Leandro no contesta y no pienso irme de aquí si saber si me han entendido. Espero unos segundos. Después de eso mi paciencia se ha agotado. Ya no hay más. Lo agarro del cuello y lo empujo hacia atrás sin soltarlo. La silla cae con un ruido sordo, pero no suelto a Leandro, lo agarro más fuerte sabiendo que poco aire puede estar metiendo en sus pulmones.

- ¡¿ESTÁ CLARO?! - vuelvo a preguntar gritándole en la cara.

Asiente nervioso una y otra vez. No puede hablar. Su hijo no se ha movido de la silla, es un mierda incapaz de proteger a nadie. Se creía muy gallito cuanto tenía que enfrentarse a su hermana.

Lo suelto y cae al suelo. No miro hacia atrás cuando camino decidido hacia la salida.

Mía está en el coche con la cara pegada en la ventanilla. No es tonta, sabe que algo pasa y tal vez ha llegado el momento de que sepa hasta que punto su familia la odia. No puede volver a acercarse a ellos y que yo me dedique a engañarla no le hace ningún bien. Nos complica las cosas más de lo que ya están.

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