Entre Mafias romance Capítulo 71

Marcus

Ricky espera en el sótano. Nadie puede tocarlo antes de que yo llegue. Es mío, y el resto de hombres lo saben.

Me detengo delante de la puerta, respiro profundo. Después de las últimas horas que he pasado, todo el miedo que he sentido, aunque sí lo llamara terror tampoco estaría exagerando. Dejar a Mía sola con este desgraciado es la cosa más terrorífica por la que he tenido que pasar. Sentirme impotente, no poder hacer nada, pero todo eso se ha terminado y Ricky va a pagar por cada golpe que le ha dado a mi mujer.

Abro la puerta y entro. Está de pie justo en medio, encadenado, como hizo conmigo y con Paul. Tiene la barbilla ligeramente levantada y la mirada desafiante.

- Me alegra volver a verte - Digo acercándome.

- Preferiría estar con tu mujer, es mucho más entretenido.

Quiere cabrearme, es su juego, el problema es que lo consigue. Yo soy la chispa que cualquier pequeño viento enciende.

Le pego un puñetazo en la nariz, que cruje bajo mis nudillos. La sangre comienza a descender hasta manchar la camisa. Contiene el dolor, se cree más fuerte haciendo eso. Le cuesta comprender que todo se ha terminado, que cuando eres un hijo de puta rodeado de enemigos nadie va a venir a salvarte.

- No te preocupes, yo voy a tenerte entretenido.

Lo rodeo y voy directo hacia el escritorio.   Encima hay una gruesa cuerda que he hecho traer expresamente para este hombre. La sujeto con una mano mientras que con la otra arrastro la silla. La suelto justo debajo de una argolla que cuelga del techo, también colocada expresamente para Ricky.

- ¿Qué estás haciendo? - Mira la cuerda, la silla y finalmente al techo.

Le dedico una de mis sonrisas que significa " Ya te lo dije "

- Cuando quedamos en el restaurante te dije una cosa, no hiciste caso, decidiste seguir retándome ¿recuerdas lo que te dije?

Dejo de preparar las cosas y presto atención al anfitrión. Abre los ojos, pero no contesta, aunque por las gotas de sudor que han comenzado a formarse encima de su labio deduzco que se acuerda.

-  No te preocupes, te refrescaré la memoria - Me subo encima de la silla y paso la cuerda por la argolla, ahora solo queda preparar la soga - Te dije que estabas muerto, aunque aún no lo sabias.

Termino de prepararlo todo. Me acerco a Ricky, saco la llave del bolsillo, y comienzo a quitarle las esposas. Cuando siento que el peso de las cadenas ya no lo retiene, da un paso para salir corriendo. Menudo mierda es.

- Tranquilo, tranquilo - Lo agarro del cuello - Todo terminará muy pronto.

Lo arrastro hasta la cuerda. Ricky ha comenzado a sollozar. Mi mujer es mil veces más valiente que este hijo de puta. Le paso la soga por el cuello y la aprieto, después le acerco la silla.

- Podemos llegar a un acuerdo. Puedo serte útil, puedo trabajar para ti, puedo.... - Le tapo la boca con la mano. No me interesa ninguna de sus ofertas.

- Lo mejor que puedes hacer es morir con dignidad.

Sigo esperando a que se suba a la silla, pero creo que no va a colaborar, aunque tampoco es un problema.

Sujeto el extremo de la cuerda que cuelga de la argolla del techo, estiro los brazos hacia arriba todo lo que puedo y tiro con todas mis fuerzas hacia mi.

El cuerpo de Ricky se estira, ha quedado de puntillas y con sus manos agarra la cuerda al rededor de su cuello intentando no asfixiarse. Suelto una mano y vuelvo a hacer la misma operación, recojo más cuerda. El cuerpo del hombre que hoy debe morir cuelga luchando por soltarse, patalea y golpea el aire una y otra vez.

No dejo de mirar como poco a poco pierde fuerza hasta que al final cuelga como un pelele. Aun así, no lo suelto, quiero estar seguro de que ha muerto.

Finalmente, dejo caer su cuerpo con un ruido sordo. Pocas veces me he alegrado tanto de que alguien muriera. El primero de mi lista es Leandro, el padre de Mía, pero Ricky podría ocupar perfectamente el segundo lugar.

Salgo de la habitación y mis hombres entran. Ellos se van a encargar de que el cuerpo desaparezca, y subo para comprobar si mi mujer sigue inconsciente. Mi hermano la abraza y ella a él, sé que se quieren mucho, pero no puedo evitar las ganas de darle un puñetazo cuando veo tanta cercanía entre ellos.

- ¿Cuántas veces te tengo que decir que quites tu sucias manos de mi mujer?

En cuanto Mía me escucha, se le escapa una risia, igual que a Killian.

- Venga tío, es tu mujer la que tiene sus manos sobre mi.

- Serás traidor - le acusa ella.

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