Entre Mafias romance Capítulo 8

Mía

No estoy segura de cuánto tiempo ha pasado, creo que unas cuantas horas. La puerta se abre golpeando la pared, me sobresalta la violencia con la que aparece Marcus. La luz entra tras él dándole el aspecto de un Dios.

Inconscientemente me arrastro para retroceder y alejarme todo lo posible de él. Si Beni seguía sus órdenes y solo era un aviso, seguro que lo que tiene preparado el propio Marcus es terrible.

Da dos grandes zancadas y se agacha a mi lado. No quiere tocarme aunque sus manos flotan unos centímetros por encima de mi cuerpo.

- Por favor, no me hagas daño - Suplico encogiéndome sobre mi misma.

Marcus suelta el aire de los pulmones haciendo demasiado ruido. No se si está intentando controlarse o sigue igual de enfadado que cuando lo vi en casa de mi padre.

- No voy a hacerte nada - Pasa su brazo por debajo de mi espalda y el otro bajo mis pierna.

Me levanta sin problema del suelo. Mi pelo se balancea con el ritmo de sus pasos que se alejan de esa habitación y de las profundidades del sótano.

Dante aparece a nuestro lado. Al mirarlo veo rabia en su cara. Este hombre es de lo más inexpresivo que he conocido, como si fuera una estatua de mármol, pero ahora tiene los labios apretados en una fina línea y el ceño fruncido. Temo que sea por mi culpa, me estremezco en los brazos de Marcus.

Al darse cuenta de mi movimiento encara a Dante.

- La estás asustando - Amenaza. La intensidad de su mirada quema- Lleva a Beni y a Paul a la azotea.

La expresión del grandullón cambia instantáneamente.

-Si, jefe.

Da media vuelta y se va. Ahora que volvemos a quedarnos solos, centro mi mente en lo que acaba de decir.

- ¿Mi hermano está aquí? 

- Déjame este tema a mi.

Coloco las manos sobre su pecho y empujo. Quiero que me suelte y me explique porque está aquí mi hermano y lo más importante ¿qué tiene pensado hacer con él?

- Quiero verlo - Ni se lo pido ni se lo suplico. Tengo derecho a hacer lo que quiera - coloco las manos sobre mi estómago intentando calmar el dolor que me produce ponerme de pie.

Marcus cierras los ojos un instante, después me observa intensamente.

- ¿Estás segura? ¿Crees que eres fuerte para presenciar el pago de las deudas de la mafia? - no hay ni rastro de broma en él. Lo pregunta en serio.

- Lo soy.

Se encoge de hombros y vuelve a levantarme del suelo, pero esta vez me lleva hasta el ascensor. Pulsa el último botón de todos y me siento feliz porque haya respetado mis deseos, al fin y al cabo no soy más que una prisionera.

La azotea es enorme y está repleta de plantas por todas partes, un oasis en medio de esta ciudad de destrucción  y muerte. Decido que este es mi sitio favorito. Donde debería haber un suelo duro y frío, hay un césped que lo cubre todo de un manto verde y cálido.

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