Entre Mafias romance Capítulo 9

Marcus

El cuerpo de Mía cae inconsciente. La sostengo antes de que se golpee contra el suelo. No se lo que le ha hecho Beni, pero no quiero arriesgarme a que le haya producido algún tipo de daño interno. Por fuera soy una máscara impasible y muy cabreada, pero por dentro estoy de los putos nervios.

- Vamos al hospital, Dante.

La llevo en mis brazos una vez más. El inútil de mi hombre se creía que tenía licencia para tocarla, ese error le ha costado la vida y me la suda lo que piensen los demás, el que se atreva a tocarla está muerto, sea uno de mis hombres o su hermano.

El único motivo por el que ese hijo de puta está vivo es porque el trato que me ha ofrecido Mía es demasiado jugoso. Tenerla a mi lado obediente y sumisa es lo que quiero desde que la dejé en casa de su padre antes de que desapareciera.

Dante conduce más rápido de lo normal. Entiendo que le afecte, su hermana murió por una paliza que le dio su novio. Él jamás tocaría a una mujer, no permitiría que nadie lo hiciera aunque yo mismo se lo ordenara. Durante estos meses le ha cogido cariño a Mía, aunque tengo que admitir que me cabrea verlo tan sensiblero a su lado.

Me lanza miradas a través del espejo retrovisor. Algo quiere decir pero se está conteniendo para no soltar lo que sea que tiene en la cabeza. Miro a Mía como respira tranquila y acompasadamente.

-Dilo - ordeno - Sea lo que sea lo que estás pensado, dilo.

Dante garraspea aclarandose la garganta.

- Tal vez ella no debería haber visto como matabas a Beni.

Tiene razón, pero llevo toda mi vida siendo así. Pertenezco a la mafia y la muerte es el orden del día. Simplemente no puedo convertirme en un cuento Disney de la noche a la mañana, y si soy sincero, tampoco quiero. Todos pensarían que soy débil y solo intentarían  eliminarme.

Mía pertenece a mi vida ahora, y esta es dura y sangrienta, sin edulcorantes.

En el hospital la dejo sobre la camilla. Los médicos se la llevan a través de una puerta  por la que no me dejan pasar. Quiero sacar la pistola y apuntar a todos los que me alejan de Mía, pero eso sería irracional. En lugar de convertir el hospital en una escena de Quentin Tarantino, me siento sobre la fría silla y espero pacientemente hasta que el médico me llama.

- Familiares de Mía Carussi.

Dante y yo saltamos del asiento y nos acercamos al médico.

- ¿Cómo está?

- Está bien, tranquilos. Tiene una pequeña conmoción cerebral. Tiene golpes sobre el estómago y el pecho, pero las radiografías reflejan que no hay fractura.

Este imbécil dice mucho para no decir nada. Lo único que saco en claro es que Beni la golpeo duro, refuerza la idea de que he hecho bien en mandarlo al otro barrio.

- ¿Podemos verla? - Pregunto apretandome el puente de la nariz. La paciencia no es una de mis virtudes.

- Claro. Habitación doscientos treinta y ocho.

Meto las manos en los bolsillos y me voy. Camino directamente  a su habitación.

- Dante - Al momento se acerca a mi lado esperando instrucciones - Busca el historial de Mía.

La veo tumbada en la cama, me acerco hasta estar casi encima de ella. Su rostro está sereno y tranquilo. Odio no poder ver sus asombrosos ojos verdes, tan intensos que te hipnotizan. Su pelo como el fuego cae a ambos lados de su cara.

Me siento impotente, como un  puto inútil. ¿Cómo no he sabido protegerla?

Pero la vocecilla malvada de mi interior me recuerda que es de mi de quien debería haberla protegido. Yo la engañé, la dejé para que se enfrentara  a su padre sola y la traje de vuelta cuando lo único que ella quería era desaparecer. Soy el demonio que acecha en la noche esperando para destrozarte, y por eso jamás he dejado que nadie se acercara a mi.

- ¿Marcus? - Susurra con una débil voz de gatito.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Entre Mafias