Esposa Mia romance Capítulo 5

Arthur.

Chiquilla tonta. Ella pagará todo lo que me ha hecho su maldita familia. Si piensa que nuestro matrimonio será perfecto, está equivocada.

El infierno recién empieza.

Termino mi baño, me envuelvo en el albornoz al salir del baño lo primero que veo es a ella, su cuerpo desnudo en mi cama es como una escultura perfecta. No pensé que fuera virgen después de todo ya que la vi en varias ocasiones con ese tipo. No voy a mentir, me siento satisfecho sabiendo que fui el primero. Ella no tiene idea de todo el dinero que pagué por tenerla. Cuando empecé a observarla apenas tenía doce años, después le propuse un trato a su padre, quién no dudo en aceptarlo. Cuando sepa quién soy realmente lamentará por haberme vendido a la chiquilla. No cabe duda alguna que Demetrio no tiene corazón y tampoco la quiere, si no fuera yo quien la compra estoy más que seguro que la vendería al mejor postor.

Mierda mejor no pienso en eso.

Imaginar a mi ahora esposa en manos de otro hombre me enfurece. Ella es la presa perfecta para saciar mi odio.

Me acerco a la cama y le arrebato las sábanas de su cuerpo. Está desnuda y su cabello rubio se esparce por las almohadas, me pongo duro con sólo mirarla. Increíble.

-Despierta- replico con voz autoritaria a lo que ella se remueve en la cama, se levanta bostezando, restrega sus ojos y mi observa de mal modo- Tenemos cosas que hacer.

- ¿Qué cosas?

-Sólo levántate, no me gustan las perezosas- Ordeno, pero al ver que se recuesta de nuevo camino con pasos rápidos hasta la cama me inclino y la tomo del brazo con fuerza. Ella se queja, pero la ignoro, la jaloneo hasta el cuarto de baño -Date un baño te quiero abajo en media hora. No me hagas esperar.

-Ay te pasas eh, pareces un loco- esta chiquilla que se cree

-Alijerate o te daré unos buenos azotes en ese trasero.

-OKey, está bien- Cede asintiendo, sabe que no tiene opción.

Al entrar cierra la puerta del baño, mientras que yo me acerco a la cama para mirar rastros de sangre. Sonrió como un estúpido recordando que fui el causante. Mi pene ha sido el único en estar en su interior.

Ella es mía, toda mía.

Le pediré a la sirvienta que limpie este desastre, pero antes bajo al comedor para desayunar. Me siento en la silla al final de la mesa, ordeno que me sirvan el desayuno. La chica morena con la que tenía sexo me guiña un ojo y sonríe.

-Buenos días señor.- Se acerca toda coqueta.

-¿Crees que puedes sonreírme?-inquiero molesto- Te pago para trabajar no para sonreír. Sírveme que para eso estas aquí.

Ella me mira con los ojos bien abierto pero termina asintiendo. ¿Piensa que tiene derecho sólo porque nos hemos acostado? He tenido encuentros con ella y admito que es una experta en la cama, pero no la quiero para otra cosa que no sea follar. Ahora tengo a mi pequeña esposa y no pienso ser infiel no por ahora.

Soy un hombre que jamás sentirá amor por nadie, aunque esté casado. Lo mío con las mujeres sólo es placer y lujuria. Tengo veinticinco años de edad bueno pronto los cumpliré, poseo lo que deseo sin restricciones. Nadie puede cambiar mis ideales, soy un tanto arrogante, presumido y uno de los empresarios más ricos de Centroamérica. Fui pisoteado antes de llegar a donde estoy era un pobre diablo, ¿pero ahora? Un gran magnate deseado por miles de mujeres. El Arthur de antes murió y ahora lo tengo todo.

Cariza por fin baja al comedor y no puedo dejar de mirarla. Ese vestido se ajusta muy bien a su pequeño cuerpo. Sé que tiene sólo dieciocho años pero pronto será legal, sus padres me cedieron el permiso para casarme con ella. Lanzaron a su hija a la boca del lobo.

-Buenos días-. Saluda tímidamente con esa voz que no asusta ni a una mosca.

-Siéntate, y come-. Le ordeno- Iremos de paseo en caballo.

Sus ojos azules se abren con sorpresa.

-¿Iremos?

-¿Acaso estás sorda?-. Pregunto exasperado -Come.

Asiente mientras la sirvienta le sirve el desayuno. Cariza empieza a comer su tocino como si de un pajarito se tratara, me irrita que sea tan inocente. Mientras desayunamos no quito la mirada de ella. Algo en mi interior se remueve y la culpa me invade.

¿Por qué le haces daño? Ella es muy pequeña.

Mi voz interior me reprocha, niego con la cabeza quitando ese pensamiento. Soy esto, me han convertido en un diablo. Mi parte buena ha muerto, nadie lo va a revivir. Cuando terminamos de desayunar, nos dirigimos a los establos. Le pido al encargado que prepare la silla de montar y las riendas.

-¿Cuál de los caballos jefe?- Pregunta Diego.

Cariza está mirando con fascinación a los animales.

-Trae a Poderoso-Le respondo a Diego.

-Por supuesto señor, enseguida.

A los minutos vuelve con mi gran corcel negro. Poderoso se ve imponente, me acerco para acariciar su pelaje es mi gran amigo, el no se deja dominar por ningún jinete. Al único que obedece es a mí, su dueño.

-¿Es tuyo?-Pregunta Cariza con curiosidad.

-Sí, todo lo que hay aquí es mío- Respondo, y agrego- Incluyéndote- Sus ojos azules no dejan de observar a Poderoso y antes de poder articular palabra alguna, ella se acerca a mi caballo.

-¡Oye! Ten cui... -Las palabras se me quedan estancadas al ver como Poderoso se deja acariciar por ella. Cariza sonríe con sinceridad, es la primera vez desde hace mucho tiempo que veo su sonrisa.

Me parece sorprendente, Poderoso suele ser bravo con otras personas. Es una lucha para los cuidadores poder tocarlo.

-Es hermoso -Cariza no deja de sonreír -Hola Poderoso, soy Cariza.

No puedo apartar mis ojos de ella. Luce tan dulce e inocente.

-Apártate pequeña. Subiré luego lo harás tú.

Sus ojos azules no dejan de brillar, asiente entusiasmada. Es la primera vez que alguien más montará a Poderoso. Siempre fui el único.

-Te portas bien amigo-Le ordeno mientras acaricio su pelaje. Este asiente obediente, levanta una pata y bufa. Le ofrezco mi mano a Cariza, ella acepta mientras la subo. La posiciono enfrente y yo detrás. Poderoso emite el típico ruido de los caballos.

-Vamos amigo-Digo y Poderoso empieza a andar-No tan rápido.

Escucho la risita de Cariza, mantengo mis manos en su cintura.

-Es magnífico-Susurra para sí misma. Su sonrisa es hermosa y única.

Niego y me recuerdo que nada de ella debe apaciguarme.

***

Luego de mostrarle algunos lugares dentro de la finca, decido mostrarle el pequeño lago en que suelo nadar los fines de semana. Ato a Poderoso en un árbol, el agua se ve más cristalina de lo normal.

-Este lugar es muy hermoso- Cariza habla nuevamente, y ruedo los ojos. Joder todo es hermoso para ella.

Empiezo a quitarme la ropa y sus ojos se agrandan.

-¿Qué haces?- Pregunta.

-Vamos a nadar- Me quito mi pantalón-Tú harás lo mismo.

Niega abrazándose a sí misma.

- Estaré aquí, no deseo mojarme- Estoy perdiendo la paciencia.

-Lo que tú digas o pienses, no se acepta, pequeña. Acá el que manda soy yo, así que desnúdate. Nadie te verá más que yo.

-Pero...

He tenido suficiente, su aliento se detiene cuando la volteo y bajo el cierre de su vestido.

-Mis deseos son órdenes, pequeña. Si quieres llevar la fiesta en paz has lo yo digo.

Me presiono contra ella, inhalo su cabello que huele muy bien. Aparto su cabello rubio de sus hombros para besarla, se estremece por el tacto, es en serio le encanta, no puedo evitar sonreír por su actitud.

-Ven pequeña- Tomo su mano y juntos nos metemos al agua. Ella jadea, se aferra a mi cuerpo con fuerza envolviendo sus brazos alrededor de mi cuello.

-Arthur- Se queja-. No sé nadar.

No me sorprende, es normal en alguien tan débil como ella.

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