Esposo Dominante: Éxtasis Pasional romance Capítulo 15

La cara de Luisa se puso sonrojada poco a poco al hablar abiertamente de tal coasa íntima, y Rubí lo sabía sin que tuviera que preguntar más.

Rubí se quedó sin palabras y no sabía ni qué decir.

Temiendo que la despreciara, Luisa se apresuró a explicarle:

—No es algo que pueda controlar, fue un accidente que nos encontráramos al principio...

—Luisa, Adrián no es un hombre corriente, no es tan sencillo que te metas con él —Rubí había oído hablar de la reputación de Adrián, un hombre muy noble y poco interesado en las mujeres.

Luisa, tan ingenua, no estaba en absoluto en el mismo mundo que un hombre tan misterioso como Adrián.

Tenía miedo de que su amiga acabara en desventaja.

Rubí vio que ella parecía desconcertada y suspiró:

—¿Todavía puedes dejarlo ahora? Si puedes, entonces puedo hacer lo mismo que él te había prometido para ayudarte, no tienes que preocuparte.

Luisa se quedó atónita, con la mente revuelta.

—No sé, bueno, intento hablar con él.

—Olvídalo —Rubí agitó de repente la mano—. A mi modo de ver, un hombre como Adrián es difícil de cambiar su opinión, ya que ha tomado una decisión, y no vas a obtener ningún beneficio por hablar con él ahora.

Luisa puso una cara perdida y Rubí sintió un poco de pena por ella.

—Vamos, no es tan malo, Adrián está soltero, tú te consideras soltera ahora, tal vez aún puedas desarrollar la relación con él, pero si te intimida, seré la primera en subir para defenderte.

Luisa esbozó una sonrisa lejana, pero su corazón estaba vacilando.

«¿Desarrollar la relación? Pero por desgracia para Adrián, yo sólo es un instrumento sexual para él».

Después de charlar un rato con Rubí, las dos cenaron, y justo cuando el reloj marcaba las siete, Luisa no pudo quedarse quieta y dijo que cogería un taxi para irse primero:

—¿Por qué tienes tanta prisa? —a Rubí aún le quedaba media botella de vino tinto por beber.

Luisa explicó el motivo:

—Adrián dijo que tengo que estar en casa a las ocho.

Rubí abrió la boca con una expresión ligeramente aturdida, sin darse cuenta de que el señor Adrián, del que se rumoreaba que era tan poderoso, era también un simple mortal...

Se frenó y se levantó tras ella:

—Entonces te llevaré de vuelta.

—No, no es conveniente que vayas allí, cogeré un taxi.

Rubí no se quedó más tiempo al oír esto:

—Está bien, ten cuidado en el camino.

***

Cuarenta minutos más tarde, el taxi se detuvo frente a la Villa 1004.

Luisa pagó, se bajó del taxi y se dirigió al interior cuando el guardia la vio y la llevó en el pequeño vehículo de la villa, que la llevó de vuelta hasta la puerta.

Tras darle las gracias, Luisa sacó del bolso las llaves que Adrián le había dado. El salón estaba abierto a la luz y el hombre estaba sentado en el sofá leyendo las noticias económicas de hoy.

Se giró al oír el sonido de la puerta:

—Muy bien, eres muy puntual.

Luisa suspiró con alivio y se agachó para cambiar las zapatillas, cuando el hombre apareció repentinamente detrás de ella, con las cálidas palmas alrededor de su cintura, y esta fue tirada un poco hacia atrás, sus caderas descansando contra la superficie de los duros muslos y piernas del hombre.

—¡Ah! —Luisa se sobresaltó y se levantó apresuradamente, intentando darse la vuelta sólo para que él la empujara directamente contra el mueble de zapatos que tenía delante, apoyó las manos en el borde del mueble y miró ligeramente de reojo—. Adrián...

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