Esposo Dominante: Éxtasis Pasional romance Capítulo 4

Al salir de la Villa Alejo, Luisa no se llevó nada, igual que cuando había llegado sola a esta casa.

Mientras deambulaba por las calles, recibió una llamada telefónica de su madre, pero no se lo dijo y, tras hablar entre sollozos ahogados, se quedó en un KFC desde el mediodía hasta la noche.

Finalmente, sin poder soportarlo, marcó el número de su amiga Rubí Fuentes.

En el momento en que respondió a la llamada, Luisa se derrumbó por completo, berreando hasta no poder pronunciar una frase completa y limitarse a repetir:

—Me voy a divorciar, me voy a divorciar...

Rubí le pidió la dirección y pronto llegó al KFC. Al verla sentada sola en un rincón, Rubí, sintiéndose lastimosa, se acercó a ella y la tomó en sus brazos.

—Luisa, estoy aquí contigo.

Las dos no hablaron, Luisa se secó las lágrimas después de llorar mucho y siguió a Rubí hasta su piso personal, uno muy lujoso, poco para una chica de familia acomodada como Rubí.

—Dime qué ha pasado —Rubí le entregó un vaso de agua.

Luisa le contó entonces toda la historia y Rubí se limitó a suspirar mientras escuchaba.

—Luisa, ¿me creerías si te dijera que no me sorprende en absoluto que Lorenzo te haya puesto los cuernos?

Luisa se quedó perpleja cuando esta añadió:

—Recuerdas que después de seis meses de tu casamiento, fuimos a cenar y le pediste a Lorenzo que te recogiera y de camino a casa, me pidió mi contaccto, pero no se los di, no estaba segura de lo que quería hacer en ese momento, me sentí un poco incómoda, además en aquel entonces acababan de casarse, así que no te dije nada. No pensé que se estuviera juntando con Clara.

Luisa se quedó helada por un momento; resultaba que Lorenzo ya había tenido interés por sus amigas al principio.

—Luisa, divórciate de este tipo, cuanto antes se acabe esto, mejor —Rubí le aconsejó—. Josefina es arrogante, te ve débil, por eso siempre te está intimidando, tienes que defender tus derechos, resulta que el asesor legal de mi padre en su empresa es de HW Bufete de abogados, le pediré ayuda para ti.

—¿Tengo que presentar una demanda de divorcio con Lorenzo? —al mencionarlo, Luisa se asustó un poco— Me temo que no tengo tanto dinero ni recursos materiales...

Lo más importante era la valentía y la determinación; al fin y al cabo, sería demasiado cruel enfrentarse a la persona que una vez había amado tanto en el tribunal.

—Luisa, no seas tonta, ¿no te rindes ahora como ellos quieren? Estás aquí para estar triste, ¡pero la pareja descarada está feliz! —cuanto más pensaba Rubí, más se enfadaba—. Voy a consultar al abogado para ti. En este tiempo ordena bien las pruebas para la demanda. Te lo dijo, si no piensas por ti mismo ahora, luego no me vengas llorando si te arrepientes después.

***

Al día siguiente, a instancias de Rubí, Luisa se dirigió a HW Bufete de abogados, un bufete situado en el edificio de oficinas comerciales más prestigioso de la ciudad, donde se encontraban los letrados más famosos del país, y no había abogado que no quisiera trabajar en este bufete.

Luisa vino a buscar a un abogado con apellido Chicote y la recepcionista le informó de que el Daniel Chicote no llegaría hasta dentro de un rato y le pidió que esperara en el sofá.

Luisa hizo lo que le dijeron y, aburrida, leyó el folleto que tenía sobre su mesa. Al cabo de un rato, la puerta que tenía al lado se abrió de nuevo y alguien entró desde fuera, seguido de un grito.

—Buenas señor Adrián, buenas señor Daniel.

Al oír la palabra «señor Daniel», Luisa levantó la vista y se quedó paralizada al ver al otro hombre.

Era un rostro que le resultaba extremadamente familiar porque había tenido sexo con él no hacía mucho tiempo, y la escena de aquella noche pasó ante sus ojos: la suite presidencial del club, la noche oscura, la cama mullida, la ropa esparcida por el suelo...

«¿Cómo que está aquí?»

Adrián tampoco esperaba toparse con Luisa aquí, y se detuvo en seco con un ligero estrechamiento de ojos.

El personal de recepción informó rápidamente:

—Señorita Luisa, este es el señor Daniel.

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