Falso Amor Del Italiano romance Capítulo 10

NARRADOR OMNISCIENTE

Horas antes, bajo el frío manto de la mañana, aterrizaba Zair, en Italia, un sitio que le causaba cierta amargura como delicias en la memoria, miró por todos lados como si estuviera esperando algo, o a alguien, cruzó una de las avenidas para llegar a la otra acera, sacó su móvil y esperó paciente los tres primeros timbres, hasta que una voz femenina al otro lado de la línea le respondió.

—Ya estoy aquí —dijo con aire fresco.

A su alrededor pasaban unas italianas que se lo comían con la mirada, después de todo, a ellas les encantaba tontear con los extranjeros, y Zair era un hombre apuesto.

—Me temo que no podré ir por ti al aeropuerto —dijo su amiga.

Estaba casi seguro de que en estos momentos escarpia haciendo un puchero que le haría conseguir lo que quisiera, un sucio juego que a ella le funcionaba con todos los hombres, menos con él.

—No te preocupes, me hospedaré en un hotel —sugirió él, mirando la hora que marcaba su reloj de mano.

Esperó un par de segundos a que ella procesará esa información, sabía como tratar a una mujer, era demasiado amable como para dañar a una, así sea una espina.

—La fiesta que dará el amigo de mi padre, es enorme, seguro que no le importará que un invitado más se quede con nosotros —finalmente dice la chica.

—No quiero incomodar —Zair comenzó a caminar por la calle hasta llegar a una base de taxis.

—No molestas, además, vienes conmigo —esta vez el tono que empleó la chica, era demasiado meloso.

Se quedó callado mientras entraba en el auto y le decía al conductor que siguiera el camino estrecho.

—Está bien, si dices que no causaré molestias, lo acepto.

—¡Ves, que te cuesta hacerme más caso de vez en cuando! —Exclamó la chica.

—Bien, nos veremos en la noche.

—No olvides pasar a la joyería por mi regalo —le recordó.

—Por supuesto.

Ambos colgaron y en cuanto lo hicieron, apagó el móvil, bajó del auto, pagó por una habitación de hotel, y enseguida se fue al centro comercial.

No tenía prisa, de hecho, le gustaba pasar tiempo a solas, cuando vio que pasaban de las dos, camino en dirección de la joyería que le recomendó la chica, aunque se quedó perplejo al ver a lo lejos, como un pelirroja abofeteaba a Lynette. Zair se sintió extrañado, sin embargo, al ver que las cosas podían ponerse mal, aceleró el paso y se dirigió hacia la tienda.

En donde, al ver que la mujer estaba a nada de volver a repetir el golpe, le sostuvo la mano e impidió que esta la volviera a tocar, sin saber que la mujer pelirroja con la que se encontraban, era nada más y nada menos que Yara Roman, la mujer con la que Ares White, el padre de Brentt, intentaba casarlo.

—¿Sucede algo, señoritas? —preguntó él en tono amable pero firme.

Yara le observó con altanería, ningún hombre antes, se había atrevido a tocarla, dentro de la organización, su padre la crio para que fuera una mujer fuerte e independiente, por lo mismo, solo permitió que Brentt fuese quien le hablara por su nombre o que la tocase, el resto, solo le decían Roman.

—Quién eres tú —bramó ella intentando soltarse de su agarre.

Mientras ella hablaba, Zair se aseguraba con la mirada, que Lynette estuviera bien, a excepción de la ligera marca roja que le dejó la otra chica en la mejilla.

—¿Estás bien? —le preguntó.

Lynette salió de pronto de su estupor y asintió, dando un par de pasos atrás.

—Señorita, ¿se va a llevar el anillo, o no? Esta tienda es seria, si el gerente se entera de que ha armado un alboroto, me temo que las consecuencias serán legales para usted —habló la dependienta, dirigiéndose a Yara.

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