Falso Amor Del Italiano romance Capítulo 17

LYNETTE

Cuando entramos a la fiesta, mi mente no deja de dar vueltas a lo mismo, el que Brentt hubiera estado a punto de besarme, y que luego dijera el mismo nombre que susurraba cuando lo encontré teniendo un mal sueño aquella vez, hace que me dé un sinsabor en la boca, porque no me ve a mí, sino, a la tal Ariella, me pregunto quién es de su pasado, aunque la respuesta me lleva a lo mismo, y es que debe ser alguien demasiado importante, alguien que le sigue causando una herida, ya que al verme, pese a que sus ojos eran vacíos, había una fractura, un destello de dolor.

Ahora que no deja de presentarme a personas, él evita mirarme, y cuando se digna a hacerlo, es para mostrarme ese mismo rostro en blanco y sin emociones que me regala cada que se da cuenta de mi existencia, el único momento en el que lo he visto con ojos llenos de amor incondicional, es al ver a nuestros hijos.

—Tienes una esposa muy hermosa —arguye un anciano que no deja de mirar mis pechos, lo que hace que me aferre más al brazo de Brentt—. Mucho mejor que la otra…

Su acompañante, otro señor casi de la misma edad, rondando los cuarenta años, le da un ligero codazo, el silencio que se ancla alrededor del pequeño círculo en el que me encuentro, es demasiado ensordecedor, al principio no comprendo por qué, hasta que de soslayo veo como Brentt agarra la copa de vino con demasiada fuerza, tensa la mandíbula y mira al hombre del que no recuerdo su nombre, como si quisiera arrancarle el corazón vivo.

Mueve el cuello con estrés, da un paso adelante, el hombre palidece y comienza a balbucear disculpas que no llegan a los oídos de mi esposo falso, estoy cansada y no me quiero ver en un lío del que seré parte, así que con amabilidad, paso la mano por encima del hombro de Brentt y coloco en mi rostro la mejor sonrisa que me brota.

—Cariño —actúo—. Bailemos, dejemos que estos caballeros, sigan disfrutando de su velada, por favor.

Brentt sale de su estupor, sus ojos se fijan en los míos, no dice nada, por lo que tiro con respeto de su brazo con tal de alejarlo de ahí, y caminamos hasta la pista de baile, en donde borro todo atisbo de sonrisa, él coloca una mano por mi cintura, rodeándola y atrayéndome hacia su cuerpo. Estamos demasiado cerca para mi gusto, mis pechos terminan aplastados contra su torso.

—No vuelvas a meterte en mis asuntos —me dice al oído, fingiendo que me está besando el cuello.

Un cosquilleo recorre mi cuerpo, intento seguir la velocidad de sus pasos, aunque al final pareciera que el pobre está bailando con una muñeca sin vida. Intento hacer todo lo que está en mis manos para no hacerlo quedar mal. Estoy tan adentrada en cada paso que doy para no pisarlo y hacerle pasar una vergüenza, cuando su voz suena menos hostil.

—Todos nos miran mal.

Levanto la vista y observo con discreción a nuestro alrededor, tiene razón, la gente nos mira como si estuvieran esperando algo de nosotros, al principio no lo comprendo, hasta que es el padre de mis hijos quien me da la respuesta que tanto busco.

—Esperan un acto que confirme que estamos juntos —dice pensativo.

—¿Un acto?

—Sí.

De pronto, la nota siguiente de la música, hace que me dé una vuelta para que vuelva a sus brazos de manera dramática, esta vez me toma por sopresa, su agarre es más fuerte e incluso podría decir que posesivo. Trago grueso, el aliento a menta roza mi nariz, entonces desliza su mano izquierda por mi espalda desnuda hasta llegar a mi cuello, enredando sus fríos dedos entre algunas hebras de mi cabello.

—Brentt…

Sus ojos tienen un brillo sádico, se lame los labios, sus ojos se fijan en los míos y entonces, en menos de un pestañeo, aplasta su boca contra la mía, el beso comienza bruto, fuerte, lleno de hambre, tengo que recurrir a abrir la boca para tomar aire, no obstante, él toma esa iniciativa como una invitación para meter su lengua hasta el fondo, me sostengo de sus brazos, el mundo entero desaparece y de pronto solo somos él y yo, en medio de la pista de baile.

Encuentra mi lengua comenzando con una danza, muerde mi labio inferior y hago lo mismo, un ligero gruñido brota de su garganta cuando rodeo su rostro con ambas manos, la suyas se aferran esta vez a mis caderas, nos quedamos sin aliento, el calor se filtra a través de la ropa, quemando cada milímetro de mi piel hasta que…

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Falso Amor Del Italiano