Falso Amor Del Italiano romance Capítulo 6

LYNETTE

Un destello de emociones atacan mi vientre, me congelo al instante en el que aquel hombre de cabello castaño, con destellos rubios y ojos verdes, me dice aquellas palabras, por un segundo tardo en reaccionar, le miro, estoy segura de que es el mismo hombre que nos metió a mi bebé y a mí, en el baño del avión, cuando esos matones me atacaron, aún tengo la mejilla roja por la bofetada que recibí.

—Gracias —logro articular.

Noto que relaja el cuerpo, es como si hubiera estado a la defensiva, pero se ha dado cuenta de algo, cuando dirijo mi mirada en dirección de lo que atrapa la suya, me doy cuenta de que es hacia mi bebé. Lo que me hace apretujarlo contra mi pecho.

—Se han equivocado de equipaje —habla sin darme tiempo de decirle lo mismo.

—Sí.

—Lynette Finn —dice mi nombre con un grosor en su voz que me eriza la piel, aunque su mirada permanece apacible.

—Necesitamos hablar, ¿puedo pasar un momento? —inquiere con cautela.

Mi primer instinto de supervivencia es decirle que no, ya que lo conozco, sin embargo, sus ojos denotan una mirada rotunda, por lo que asiento lento, haciéndome a un lado para que pueda pasar.

—Seré claro contigo…

Sus palabras, como su voz, se ven suspendidas debido al sonoro y casi irritante timbre de su celular, el cual, por más intentos que haga de ignorarlo, termina tensando la mandíbula de una manera dolorosa y atiende, alejándose un par de metros de nosotros.

En mis brazos, Malek se remueve inquieto, el tipo se encuentra a espaldas, con la mirada fija en algún punto a las afueras cuando se asoma por la ventana con permisividad. Mi cerebro comienza a maquinar todas las maneras en las que esto no se siente bien, así que opto por la que me parece más impulsiva, aunque me mantiene a salvo.

Agarro mis cosas con sumo cuidado de no hacer ruido, y salgo de la habitación del hotel, camino a toda prisa hasta girar a mi izquierda, yendo por un corredor más angosto, los nervios no me permiten pensar con claridad, el miedo corre por mis venas, mezclado con un disparo de adrenalina. Localizo el elevador, presiono el botón varias veces, hasta que la voz de aquel hombre llama mi atención y me hace dar un respingo.

—¡Lynette! —exclama con ojos embravecidos.

Insisto hasta que las puertas se abren, lo sabía, ese tipo debe estar demente, además, puede ser un hombre mandado por el padre de mis hijos, lo que hace que tanto las piernas como las manos, me tiemblen hasta el punto de llegar a ser como gelatinas.

—¡Detente!

Presiono de nueva cuenta el botón, aumenta la velocidad, pero las puertas se cierran en sus narices, alcanzando a escuchar solo una maldición. Malek, comienza a llorar y lo tengo que arrullar, es un bebé tranquilo, sin embargo, es como si la voz de aquel hombre lo hubiese alterado.

—Estaremos bien, mamá, no dejará que nada malo te pase —le susurro suavizando el tono de mi voz, y dándole un pequeño beso en la coronilla.

Llegando al primer piso, salgo disparada hacia la salida, estoy llegando, esquivando a los huéspedes que van subiendo a sus respectivas habitaciones, cuando tiran de mi brazo con demasiada fuerza, me cubren la boca y me llevan hasta detrás de uno de los muros que separan la recepción, de la zona de descanso.

—No hagas ruido —me dicen al oído.

El mismo hombre me tiene envuelta entre sus brazos, su fuerza es tanta, que es como si intentara protegernos de algo, como si nos conociera. Me remuevo inquieta.

—Observa —dice.

Levanto la mirada y me asomo un poco con su ayuda, notando que cinco hombres vestidos de traje negro y corbata roja, pero eso no es lo que me llama la atención y hace que el ácido estomacal se me suba por la garganta, sino, el hecho de que vayan armados. Abrazo con más fuerza a mi hijo, quien inevitablemente comienza a llorar.

Cosa que delata a los hombres, se detienen e intentan localizar la dirección del sonido del llanto.

—Joder —dice a mis espaldas el hombre.

Me sostiene con fuerza del brazo, hay demasiada gente, lo que nos ayuda a escabullirnos hasta que me pide que comience a correr, provocando que la maleta se me resbale de las manos.

—¡Andando!

No entiendo nada, no obstante, corro por supervivencia y porque claramente esos hombres son enviados por el padre de mis hijos, llegamos a la salida, donde nos dirigimos a un auto oscuro, blindado, nos subimos y enseguida arranca, varios impactos de bala chocan contra nosotros, grito y mi bebé comienza a llorar a todo pulmón. El hombre pisa el acelerador de manera que nos vamos alejando, el corazón me late con frenesí, me siento como en una película de terror.

El tipo sigue manejando hasta que comienza a descender la velocidad, arrullo a mi bebé, poco a poco se queda quieto pero despierto.

—¿Está bien? —me pregunta de la nada.

—¿Qué? —abro los ojos como platos.

—El bebé, ¿se encuentra bien? —aprieta el volante con demasiada fuerza.

—Sí —respondo con cautela.

Omito la intención de preguntarle si viene de parte del padre de mis hijos, nos salvó, así que eso queda descartado.

—¿A dónde vamos? —estoy temblando y un escalofrío recorre mi espina dorsal.

No me responde, parece inmerso en sus propios pensamientos, intento buscar mi móvil para llamar a Daniela, no lo encuentro y comienzo a ponerme más nerviosa, la respiración me falta, necesito un respiro.

—¿Puedes detener el auto? —sueno abatida.

—No —se limita a responder.

—Por favor, en verdad lo necesito —mi ansiedad acelera mis palpitaciones.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Falso Amor Del Italiano