Falso Amor Del Italiano romance Capítulo 8

BRENTT

Para cuando salgo de la ducha, son las dos de la mañana, hace mucho que no duermo en esta casa, la cual, está a mi nombre, una de las pocas propiedades que llegué a rescatar de mi madre, cuando obtuve la mayoría de edad. Ha estado tan fuera del mapa de la pirámide de la mafia, que es casi inexistente para ellos.

Solo una persona sabe de ella, mi padre, el hombre que no ha dejado de intentar comunicarse conmigo, solo para molestar con lo mismo y con su cumpleaños.

Me quedo con las palabras que me dijo Fabricio.

“Ella no es una mujer de la mafia, se la van a comer viva”

“Tu padre, la Orden y la Cosa Nostra, no la van a aceptar”

“No le hagas eso a la pobre mujer, no juegues sucio, porque ella no es como las mujeres con las que te has aventado un polvo de una noche”

Y la última, la que hace que me respire con dificultad.

“Recuerda esto, madre por subrogación o no, es la verdadera madre de tus hijos, no es tanto una sustituta, esto es real, lo que intentas hacer”

Me paso el sabor amargo de la boca con un trago, camino de un lado a otro, la Orden está presionando demasiado a mi padre, y él no solo quiere dejar el puesto para evitar responsabilidades, sino, que desea ser parte de ellos para que, de ese modo, pueda manejar con libertad los negocios sucios que tiene a sus espaldas.

El asunto es que los dos tenemos diferentes inquietudes y metas, cuando termino de maquinar mis siguientes movimientos, me dirijo a la habitación de mis hijos, entro y siento un olor de fresas mezclado con el de bebé, con mirada adusta, localizo a Lynette, ella está sobre una de las orillas del sofá al lado de la cama, en una mala posición.

Intento hacer que no me importa, observo a mis hijos, quienes están profundamente dormidos, les echo un último vistazo, y detallo ahora las facciones delicadas de la mujer, ella murmura algo que no sé y tampoco me importa, recordar cómo les cantaba y los arropaba con tanto amor, pese a las circunstancias, mueve todo lo que llevo cargando del pasado, uno al que no quiero viajar.

Molesto de la nada y por nada, me dirijo a la puerta con la intención de marcharme, no lo hago, la miro por encima del hombro, si no hago algo, se puede quebrar el cuello, y moriría frente a mis hijos. Camino hacia ella y la cargo en brazos al estilo nupcial, no pesa casi anda, de hecho es ligera, sin intención, me doy cuenta de que sus pezones traspasan la delgada tela de su camisón, la coloco sobre la cama y es lo más que pienso tocar a esta mujer.

Salgo, me meto a la cama y a la mañana siguiente me despierto con resaca matutina, reviso un par de correos hasta que mi móvil comienza a timbrar por milésima vez.

—Hasta que contestas.

La voz de mi padre me pone de mal humor.

—Hola, padre.

—¿En dónde estás?

—¿De verdad piensas ir por ese camino? —aunque no lo pueda ver, enarco una ceja con incredulidad—. Sabes bien que estoy en Italia.

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