Jefe Atrevido: Amor Retardado romance Capítulo 12

A Vanesa no le sorprendió que el hombre mostrara una expresión embobada después de su sonrisa.

Siempre había sido consciente de que era hermosa. Incluso Santiago admitía ese punto.

Luego el hombre pareció un poco avergonzado y sonrió.

—Oye, ¿tu familia no se preocupa de que sales sola de viaje?

—Mi familia... —dijo Vanesa.

¿Cuál era la preocupación? Ya no tenía familiares.

Sus padres se escaparon cuando ella era una niña, no supo nada de ellos durante tantos años. Ella simplemente se lo tomó como si esas dos personas no existieran.

A quienes podría considerar como familiares en el pasado solo eran los de la familia Icaza.

Ahora que Santiago la dejó, ni siquiera tenía a esas personas que se podían considerar medio familiares.

Vanesa estaba abstraída.

Como resultado, en su abstracción, escuchó una voz familiar,

—Oye, aquí hay poca gente, sentémonos aquí.

Vanesa se volvió para mirar.

Efectivamente, era Adam.

Santiago estaba al costado de Adam.

Pero ahora Santiago estaba con alguien.

La mirada de Vanesa se quedó en la mujer junto a Santiago durante unos segundos antes de retirarse.

La mujer llevaba una falda corta, sus piernas eran blancas y rectas, por arriba también llevaba unos tirantes, donde enseñaba sus pechos voluminosos.

En cuanto al rostro, Vanesa solo le echó un vistazo para notar que no era ni la mitad de hermosa que ella.

Independientemente de cuántas personas había en la mesa, Adam se acercó y miró a Vanesa.

—Oye, guapa, aquí no hay nadie, ¿verdad? Si no hay nadie nos vamos a sentar.

Originalmente había seis personas en esa mesa, así que era imposible que cupieran Adam, Santiago y una mujer desconocida.

Vanesa miró a Adam con una expresión de como si estuviera mirando a un tonto.

Ese tipo actuó ostentosamente, se notaba lo incómodo que era.

El hombre que estaba al lado de Vanesa sintió alguna especie de amenaza.

De modo que agitó la mano unas veces.

—Aquí está lleno, mira, no cabéis aquí, todavía hay asientos libres por allá, iros allá.

Adam pasó de él.

—Aquí mismo, es suficiente con que pongamos dos sillas más.

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