¡Jefe, pronto seremos tres! romance Capítulo 11

Tal vez parezca extraño porque de repente pienso que esa melodía la escucharía sin ningún problema por el resto de mi vida. Me encanta oírla reír, es el sonido más hermoso que han escuchado mis oídos, se encuentra hablando por teléfono, me intrigaba quien hubiera logrado hacerla reír, no me iba a poner celoso por eso, al contrario, le agradecía al responsable de causar tan hermosa melodía.

Debo confesar, no obstante, que disfruto espiándola, porque ella piensa que nadie la escucha, su risa no es escandalosa o vulgar, más bien es un cántico que ni los mismos ángeles pueden entonar.

¡Rayos!

¡Creo que los corazones que salen volando de mis ojos están de más!

Sabía por excelencia que no podía presionarla, pero no quería ir paso a paso, detalle a detalle, lo mejor sería ser directo. Me mordía el labio inferior mientras meditaba cual sería la palabra clave para que pudiera aceptar ir a cenar esta noche conmigo. Inventaría algo, no sé.

Le podría decir que surgió una cena de último minuto con un cliente.

No, no, no, visto desde aquí, eso no lo podía hacer, ella llevaba mi agenda, se vería muy obvio que era plan con maña.

Tal como lo había pensado antes, no había de otra, tendría que ir directo al grano, sin rodeos ni titubeos, tendría que ser yo mismo, porque todo estaba listo, no tenía nada más que planear, las cosas se iban dando tal como quería, claro con una pequeña ayuda de mi querida hermanita; ayuda que tendría que pagar con creces, obvio, eso no tenía que decirlo y tampoco iba a apostar uno de mis queridos dedos.

Reconozco que tenderle una encerrona a Livy no es lo más idóneo, pero tengo que jugar todas mis cartas, ¿por qué de que otra manera llevaría a cabo mis planes de conquista? Y tenía que conseguirlo, era imperativo, Olivia seria mía, sí o sí. Era una meta que debía alcanzar.

De no haber tenido a Jillie de informante, hoy tal vez, en el jodido de los casos me hubiera ido con el rabo entre las patas a tomar al bar más cercano, a lamer mis heridas, creyendo una posible reconciliación con el torpe de su ex. Él solito cavó su propia tumba, al ser el peor patán en la vida de Livy. Acción que le agradecía al dejarme el camino libre para poder conquistarla.

Pero volviendo al asunto que en este momento me compete, el restaurante estaba reservado para las nueve p.m., claro otra pequeña ayuda de Jillie, las rosas ya estaban esperándola en su edificio, solo faltaba convencerla de que cenara conmigo, esperaba no empezar a actuar como un adolescente hormonal. Tenía que ser directo y conciso, nada de rodeos ni nervios.

Al acercarse la hora de salida

Después de haber dejado todo ordenado en el escritorio para el día de mañana, a las seis en punto apagué la lap top, salí al pasillo con dirección al escritorio de Livy, no tenía otra opción, le pediría una cita, digo la invitaría a cenar, que en mi caso vendría siendo lo mismo.

En cuestión de unos instantes, nuestras miradas se toparon, tenía muy buen aspecto, no el que traía horas antes, esa llamada había logrado alegrar su semblante, una intensa felicidad se apoderó de mí, sonreí, era lo que venía haciendo desde el sábado, razón de más para pensar que todo podía pasar de forma favorable.

‒ ¿Lista señorita? ‒ dije al llegar a su lado, poniendo en ángulo mi brazo para que ella pasara el suyo a través de este y así poder salir.

‒ Lista ‒ su sonrisa no había muerto en sus labios, achiqué un poco los ojos.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡Jefe, pronto seremos tres!