¡Jefe, pronto seremos tres! romance Capítulo 138

Después de toda la fiesta que hacen con sus tíos, antes de que se despidan de todos y se dirijan a la puerta es hora de cerrar el día con broche de oro, mis pequeños estarían más que felices con la noticia, eran una adoración, serían los cuidadores número uno de sus hermanos o hermanas, yo desde ahora estoy hablando en plural, no voy a perder las esperanzas hasta que tengamos los resultados finales en las manos, pedía con todas las fuerzas de mi corazón de que así fuera.

‒Mis amores, ya es hora de dormir, los abuelos tienen que descansar y Didier ya está a punto de quedarse dormido.

Mi sobrino, creo que se durmió desde que cerró los ojos, es que los trillizos son de agotar a cualquiera, inventan aventuras y travesuras en menos de lo que canta un gallo, su cuarto está diseñado con toboganes, tirolesas y hasta una montaña para escalar, todo rodeado y con piso de espuma, donde se encuentran los juegos, porque ellos son de los que se lanzan y se suben a cualquier obstáculo que encuentran en su camino, cuando estaban más pequeños, estábamos siempre detrás de ellos, pero ni siquiera si se caían, se quedaban quietos. Eran mis terremotos preferidos.

‒Chicos, hay que hacerle caso a mamá.

Mis chicos eran obedientes, eso me gustaba de ellos, a la primera obedecían sin rechistar.

‒Sí papi.

Los tres se despiden de sus abuelitos y caminan hacia donde estamos esperándolos, están listos para recibir la noticia de que un hermanito viene en camino.

‒Les vamos a decir a los chicos, ¿quieren estar con nosotros o después les contamos sus reacciones?

Digo en voz alta para que me escuchen tanto Gabe como Jillie, ella no se iba aquedar con la duda de eso estaba segura.

‒Eso no se vale Olivia, nosotros queremos estar presente, queremos ver sus caritas al saber que vienen sus hermanitas, las princesas de la casa.

Mi cuñada al escuchar esto se regresa, ya estaban casi en la salida, es tan predecible, buscaré mi almohada terapéutica, solo los estoy haciendo sufrir, aparte ella sabe que tengo una, no sé por qué no me la pidió, a no ser que tenga otros planes.

‒ ¿Amor, sabes dónde está mi almohada?

‒Claro que sí, amor, yo mismo la guardé.

‒Entonces nos quedamos.

Gabe está feliz, me imagino que conducir de regreso no estaba entre sus planes y más si ya lo habíamos planeado así, de que se quedarían el fin de semana, los desayunos preparados por mi padre, eran los más esperados y claro que todos le ayudábamos, pero la sazón era de él, ni siquiera mi madre podía superarlo en eso, aunque yo nunca lo dijera en voz alta.

‒Me parece perfecto, nosotras ya tenemos todas las habitaciones listas.

Mi suegra y mi madre, se las ingenian para tener todo preparado, en cuanto llegan ventilan las habitaciones, los empleados que se encargan de venir dos veces por semana dejan todo impecable, porque los contratamos precisamente para eso, para que los fines de semanas no tuviéramos que hacer prácticamente nada.

Llegamos todos al cuarto de los niño, las cuatro sillas que habíamos obtenido para cuando eran bebes, aún permanecían en una de las esquinas, por lo que las acercaron y se sentaron las demás mujeres, yo me senté en la cama con Owen a mi lado.

‒ ¿Se acuerdan que me dijeron que querían un hermanito?

Al decir Owen estas palabras, nos toman por sorpresa, se lo tenían bien guardados, estos hombres eran cómplices los unos a los otros, jamás me imaginé que los trillizos le habían pedido un hermanito a su padre.

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