¡Jefe, pronto seremos tres! romance Capítulo 35

Me giré, a buscarla con la mirada, no me di cuenta en qué momento se fue al baño a comprobar lo de la prueba, me llevé la mano al pecho por el susto que me ocasionó. Pude notar como su aspecto había cambiado totalmente, su rostro ya no estaba tan pálido y sus ojos dejaron de tener esas lágrimas a punto de caer. Viene haciendo un baile circular con las dos pruebas en mano, me las enseña y compruebo que en las dos salieron negativo. La abrazo y volvemos a sentarnos, me toma de las manos.

‒ Bueno, tengo que darte las gracias, no sé qué haría sin ti, voy a ir con el especialista, mañana mismo apartaré una cita, no quiero volver a pasar por esto.

‒ Tu sola te ahogas en un vaso con agua, no tenías por qué angustiarte.

‒ La verdad estoy más que tranquila, ya me imaginaba al pequeño engendro anidando en mi vientre, como un alíen comiendo de mis entrañas.

‒ Cuanta imaginación la tuya.

Jillie cambió de tema tan radical como su personalidad.

‒ Las clases de yoga no están ayudando con mi estrés, menos las de cocina, Filippo nos estaba ayudando a preparar una receta de postres franceses y casi me da diabetes, por favor; no saben de mis luchas con las dietas, esos postres no se los daría ni a mi peor enemiga.

‒ Tú ni necesitas dietas, ni tienes enemigas.

‒ Es un decir.

Pasamos las bolsas de comida a la mesa y nos dedicamos a comer, estaba deliciosa la comida, una de mis favoritas, a decir verdad, tengo varias favoritas, la italiana, china, cantonesa, mexicana y francesa, cada una tiene su encanto.

‒ El viernes tengo una cita con la diseñadora del vestido, necesito que me acompañes a buscarlo, ya está listo, mamá irá con nosotras y mi suegra, es la última prueba, las damas de honor deben estar presente para la entrega de sus vestidos también, no tienes escusa.

‒ ¿Se te olvida que el viernes llega mamá?

‒ Ella también puede ir, como vas a llevarte mi auto, sería lo más recomendable que fueras del aeropuerto a la boutique, lo tengo todo calculado.

‒ Muy bien, le comentaré en cuanto llegue, de seguro querrá saludarlas.

Después de terminar de comer y de dos largas horas de parloteo, vamos a la habitación, a Jillie se la ocurrió que nos midiéramos accesorios para ver cual me quedaba mejor con el vestido de dama de honor, la segundé una vez más, sacamos anillos, pulseras, collares y aretes, probamos de todo, combinaciones; de buenas a primeras quedó satisfecha. Elegimos una pulsera plateada con aretes a juego, el vestido sería color durazno.

‒ Mañana es la cena en casa, no se te olvide.

‒ Nunca, jamás se me ha olvidado.

‒ Gabriel llegará a eso de las ocho, no le he dicho de lo de la sospecha de embarazo, pero si le diré de la cita al especialista, debemos estar preparados para cualquier eventualidad, no espero volver a pasar por esta angustia.

Nos despedimos en la puerta de entrada, espero a que suba a su auto y regreso a la tranquilidad de mi casa, es toda una aventura pasar un rato con ella, a pesar de sus locuras la quiero con toda el alma, mi mejor amiga, mi hermana, mi futura cuñada.

Cuando paso la puerta me encuentro con una llamada entrante, descuelgo.

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