¡Jefe, pronto seremos tres! romance Capítulo 9

Jillie se encontraba sentada en una mesa cerca de un gran ventanal, del restaurante que quedaba a unos cuantos minutos de la empresa, como siempre estaba de muy buen humor, hiso un pucherito de bebé cuando llegué a su lado.

‒ Te extrañé amiga.

Dijo levantándose de su silla, me saluda con un beso en la mejilla y me abraza.

‒ También te extrañé ‒ no me quedó más remedio que decirle. Terminamos el abrazo y me queda mirando de forma extraña.

‒ Pero traes muy mal semblante ¿pasó algo con Owen?

‒ No.

‒ ¿Entonces qué te sucede?

‒ Nada.

‒ ¿Cómo que nada?

‒ Luego te cuento.

Espero que mi respuesta haya sido lo bastante razonable y dejara de insistir. Nos sentamos en nuestros respectivos lugares y llegó un mesero a atendernos, nos entrega las cartas y espera a que leamos, tomó nota de lo que queríamos y nos prometió que en unos momentos traería las bebidas. Qué bueno porque tenía mucha sed.

Jillie había insistido tanto, no sé qué cara tenía, no tuve más remedio que enterarla del término de mi relación con Justin, nada más ni menos que por teléfono, sí, lo admito no era la mejor manera de ponerle fin a eso, que de por sí ya estaba resultando bastante extraño para mi gusto, muy pronto se olvida al que se mantiene ausente.

Antes de llegar al restaurante recibí una llamada de mi ahora no tan queridísimo y actual ex novio, me vi en la penosa tarea de terminarlo por esta vía, aunque tenía todo planeado, le pediría que fuera al departamento, le entregaría las pocas cosas que había dejado en algunas de las ocasiones que se quedó a dormir allá. No le pediría tiempo para pensármelo, porque ya no había nada que pensar.

En verdad esto ya no estaba funcionando, pero no me quedó de otra, tanto va el cántaro a la fuente, hasta que se rompe y definitivamente el mío ya llevaba bastante tiempo resquebrajándose.

No lo había tomado de la mejor manera, eso me quedó claro, al decirme que era una desagradecida, por las tantas veces que me había ayudado en la universidad, de las cuales no me acuerdo, porque nunca llegaron a pasar. Sus cosas las enviaría a su casa, no quiero que tenga ninguna excusa o pretexto para ir a la mía y querer convencerme de regresar.

Las palabras de felicitaciones de mi adorada amiga no se hicieron esperar al darle la gran noticia, como así lo dijo y de que en realidad era lo que estaba esperando desde que nos hicimos novios, tan exagerada la niña.

‒ Livy, te felicito, me alegra que hayas tomado la decisión, de dejar a ese papanatas, eso era lo que tenías que haber hecho desde hace mucho-dice Jillie con voz entusiasta ‒ fíjate, no te llevaba a sus fiestas familiares ‒ empieza a enumerar con sus dedos ‒ eso no estaba bien, con el gran pretexto que te ibas a sentir mal por la forma en la que te trataban sus padres, bueno solo su papá, porque su mamá es muy educada, algo sumisa, pero educada al fin.

‒ Eso ya lo sé, no tienes por qué repetirlo ‒ digo, para recalcar que era más que obvio.

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