La mate de Hades. romance Capítulo 14

Su cuerpo se levantó, caminó al baño de la habitación entrando directamente a la ducha, se dió un baño y al terminar poniéndose frente al espejo vió que en su pecho habían marcas de un rojo vivo y que su cuello tenía la marca de su alfa.

—¡Hades! —Su grito alertó a su alfa quien no se encontraba en la habitación sino en la cocina preparando algo de comer para ambos, cosa fácil, ya que vivir solo implicaba supervivencia para él.

—¿Qué sucede? —Preguntó llegando hasta el baño, antes de mirar directamente a sus ojos repasó el cuerpo desnudo de su Omega, cuerpo que había tocado, visto y sentido de todas maneras. Cuerpo que sería suyo por siempre.

—¿En qué momento te permití marcarme? ¡Por la luna! —El enojo en ella provocaba una burla en él, ni sabía de qué se quejaba si al fin y al cabo pasaría.

—Veamos...—Su cuerpo se recostó al borde de la puerta, su lengua remojo su labio inferior mientras que su mirada subía y bajaba conforme ella se movía -Cuando dijiste "Hades eres un idiota, no pares" "Sí, seré tuya por siempre" "Quiero ser tuya por siempre, te lo ruego" —Un sonrojo abarcó las mejillas de Ónix, la excitación, el recordar y el ardor que provocaba su marca hizo que su Omega tomara el control.

Caminando hasta su alfa se frotó contra él, liberando sus feromonas haciendo que él sonriera. Dejando a su Omega hacer lo que quisiera con él, con el cuerpo que era mucho más suyo que de él mismo.

Las manos de Ónix tomaron las de Hades, colocándolas en su cintura, rogando por su toque, por sus caricias, por qué la aprisionara contra él.

—Alfa —Gimió ella deseando que hiciera algo por ella.

—Omega, debemos comer. Más tarde haremos lo que desees; nací para complacerte. —El cuerpo desnudo de ella se apartó de él.

—De acuerdo, ya —Fue hasta el lavabo cepillando sus dientes, Hades salió segundos antes de su acción, al terminar aquello salió del baño colocándose ropa simple.

Cuando llegó al campo de visión de su alfa este sonrió al momento, ella también lo hizo de forma indirecta.

—Buenos días —Dijo este, ella se sentó sobre una silla en la repisa que había en medio de la cocina.

—Sí, los son —Recostándose sobre esta esperó pacientemente por el desayuno.

—¿Cómo quieres tus huevos? —Las palabras hicieron mala jugada para ella.

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