La mate de Hades. romance Capítulo 26

Los ojos de Hades veían a la lejanía y sentía el frio viento azotar contra su ancho cuerpo, sus labios se entreabrieron soltando un suspiro de tristeza.

Su cuerpo tembló levemente ante el escalofrío que subió por su cuerpo, sentía la soledad en su pecho, parecía no haber nada más que sufrimiento en su mirada.

Un alfa sufre porque su omega se ha ido. Recordó la frase que antes su padre le dijo, seguramente aquel hombre sintió algo parecido a lo que su hijo sentía en aquel momento, pero la diferencia era que aquel alfa tenía a su omega viva en ese momento.

Cuenta la leyenda que en la vida de un lobo existió una omega, una que era perfecta para el tal y como era él, ella lo aceptaba siempre gustosa, lo calmaba, podía aguantar sus berrinches, su tamaño, podía aceptar todo de él e incluso todas las temporadas de celo.

A aquella se le denominó como mate, porque ella era la única que podía provocar deseo en su alfa, era la única que lo controlaba, era la única que podía vivir con él sin siquiera temerle. Aquellas dos personas se amaban como nadie, podían matar por el otro e incluso destruir una aldea entera que criticara su amor.

Y eso sentía Hades por Ónix en aquel momento. Sentía necesidad, sentía ganas, sentía... él sentía que debía tenerla en aquel momento.

Tal vez ella era eso...

Era la mate de Hades.

Sus pies se movieron con lentitud hasta lo que era su cocina, sus zapatos llenos de lodo ocasionados por la lluvia ensuciaron el piso de la que era su casa. No había pasado mucho tiempo, pero se sentía una eternidad, parecía ser esclavo de la monotonía.

Pensaba en Ónix al dormir, al despertar, al caminar, al correr, pensaba en ella cuando su mano masajeaba su miembro duro solo por ella... a pesar de que no estaba su suave olor seguía en las sabanas sucias de su habitación.

Debía de admitirlo, parecía un hombre necesitado de amor. Y debía de admitir que si lo estaba.

Todo era por su culpa, y lo sabía.

—Bien, solo una vez más... —Su voz salió baja y dolida, sus pies se movieron con lentitud. Su cuerpo se despojó de la ropa y sus manos tomaron la que era su almohada, aferrándose a ellas como si fuesen una promesa.

Una promesa rota que se había marcado en su corazón, debía de admitir que sí era su culpa, que era el causante de su soledad. Tal vez ella estaba mejor sin él, tal vez ella podía encontrar a un alfa que la tomara y la hiciera sentir la reina que era. Pero él no, Hades había sido condenada por la diosa luna la cuál los lobos veneraban.

—¿Hades? —El llamado de Zeus a su nombre hizo que sus ojos se cerraran con fuerza y que el abrazar de sus brazos a la almohada fuese más fuerte.

El sonido de la puerta siendo abierta lo alertó, pero siguió de la misma manera. El olor de su premio se hizo más fuerte en la habitación invadiendo el poco olor que quedaba de ella.

—Vete, por favor. Vete —Suplicó. Hades suplicó.

—Creo que debes... Siento que debes levantarte, ir por ella y encontrarla.

Una leve risa de parte de Hades surgió.

—¿No fuiste tú quien decía que debía dejarla ir? —Ambos miraban los ojos del otro.

En un intento de desesperación las manos de Zeus trataron de arrancar la almohada de sus manos, lo cual fué un grave error.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: La mate de Hades.