La mate de Hades. romance Capítulo 39

Sus ojos conectaban en aquel momento, como dos almas que siempre estuvieron destinadas a ser… juntas. Pero había un problema, su relación de confianza estaba colgando del hilo nuevamente, era de mañana en ese momento, sus cuerpos estaban desnudos frente a frente; ya no solo sus almas se habían desvestido. Literalmente.

—Quiero que me digas las cosas, no puedo soportar que alguien te dañe. —Ella suspiró.

—Es mi padre, Hades… no ibas a poder hacer nada. —Él asintió dándole la razón.

—Anoche cenamos juntos, frente a frente, nos tocamos, nos besamos, nuestros cuerpos se amaron una vez más ¿y no pudiste decirme eso? —La mano derecha de él pasó por su rostro en señal de frustración. —Te conté mi día, te dije lo que me pasó, hasta lo más ligero y te pregunté cómo había sido tu día y solo dijiste… “Ya sabes… lo de siempre” ¿lo de siempre? ¿acaso vas a que tu padre te golpeé? Ónix, eres mi mujer, nadie tiene derecho a ponerte una jodida mano encima, solo yo y no es exactamente para causarte dolor, solo mereces caricias, maldita sea. —Quiso gritar en señal de frustración, ella solo lo miraba con cariño, con un nudo en su garganta y con un extraño malestar en su pecho… ella lo…

—Te amo, Hades. —Se formó un silencio entre ambos, pero no era incomodo, era de esos silencios que decían todas las cosas que los labios nunca pronuncian, era de ese silencio que susurra al oído… sí, sí a todo si estamos por siempre juntos.

Ese era su primer te amo, ella lo había dicho, y él no podía expresar la emoción que sentía en ese momento, se sentía como un niño que le habían cumplido su capricho, pero ella no era uno; ónix era más que eso, era el universo para una persona que vagó en un espacio lleno de soledad y que no pensaba conocer el amor en una persona de tan poca edad, pero a pesar de eso, de que no había pasado siquiera un año el corazón de él latía todos los días más rápido a causa de ella, se sentía orgulloso de que la podía llamar suya, su mate, porque no todos los lobos iban a poder experimentar todas las emociones que le causaba el simple hecho de solo verla respirar, comer, sonreír… mirarlo a los ojos.

Por mucho tiempo se prometió a la soledad, pero es imposible cuando encuentras una persona con la que quieres crear nuevos mundos y que a pesar de que las peleas sean más que los besos siempre estará contigo, por y para ti. —Yo también te amo, Ónix. —Dijo él mientras la ponía bajo su cuerpo, como siempre la deseaba, aunque sabía que, aunque ahora estaban felices algo malo pasaría.

Los ligeros jadeos de ella cerca de su oído lo hacían sentir en el cielo. Se sentía afortunado cada que el ángel llamado Ónix gemía en su oído.

—Quédate conmigo. —Pidió él. Los recuerdos de Sky, Percy, de lo que hizo llegaron a su cabeza y se sintió culpable una vez más mientras él la hacía sentir suya, lo habían hablado, pero ella temía, temía que si discutían ese tema fuese la gota de la conversación, le iba dolor como la mismísima mierda y por eso…

Los ojos de la omega se cristalizaron queriendo alejar a su alfa, la luz de la mañana daba en lleno en su rostro y eso hizo que los ojos de Hades fueran a sus lágrimas, no quería tocar ese tema, no la quería ver sintiéndose rota, no mientras él podía evitarlo.

—¿Es muy grande? ¿quieres que te dé más suave? —Bromeó, haciendo que una sonrisa se dibujara en sus labios y que el ambiente que antes se había creado volviese. —Te he pedido que te quedes conmigo, cachorra. —Repitió bajito, su voz gruesa hizo que ella jadeara y se curvara pidiendo un poco más de él. Los ojos de Hades buscaron los suyos, pero esta evitaba aquella mirada, no quería que viera más allá de sus ojos, pero tenía que abrir su alma, permitir que alguien más la ayudara con los pesos de su espalda.

—Dejaré que tu corazón y el mío vayan al mismo compás. —Aquello había sido más que suficiente, ella no necesitaba decir nada más, esa confirmación era más que suficiente.

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