La venganza de mi mujer ciega romance Capítulo 11

Los hombres estaban rodeando a la chica delgada. Y detrás de ellos, dos mujeres parecían estar viendo un espectáculo, con una sonrisa.

—Yolanda, cuál es la disputa entre tú y esa ciega. Es muy obvio quelos hombres la intimiden.

Emma miró a Yolanda y le susurró al oído.

—¡Nada, es que no me gusta esa mujer!

Yolanda miró a la asustada Albina, con una cara de placer.

Ahora todos pensaban que Umberto la amaba mucho y la había esperado durante tres años. No quería que la gente supiera de la existencia de Albina, pero eso no le impedía que se hiciera mal a ella.

El grupo ya había empezado a tocarla, uno de ellos tiró de ella por el cuello e intentó abusar de ella.

Albina luchó desesperadamente, en ese momento el collar que llevaba al cuello se mosrtró.

—Es un collar bastante elegante, déjame ver.

Albina, sobresaltada, recuperó el collar y trató de meterlo en la camisa, pero cuanto más ansiosa estaba, más no lo podía.

—¡Viendo lo ansiosa que está, parece que es muy importante para ella!

Los hombres se burlaron, excitados por su acto.

Yolanda, que seguía observando la diversión, vio el collar y la ira y el cinismo le brotaron.

No era un collar en absoluto, el colgante que llevaba era simplemente un anillo.

Había visto el mismo tipo de anillo en la mano de Umberto, a él no le gustaba en absoluto llevar accesorios en la mano, pero cuando se despertó y vio que llevaba un anillo en la mano, pensó que habían pasado tres años y sus hábitos habían cambiado.

Al mirar de nuevo el collar que rodeaba el cuello de Albina, comprendió al instante que no se trataba de solo un accesorio, sino de su anillo de bodas.

—¡Hágame un favor!

Contuvo su ira y susurró al oído de Emma.

—¿En serio?

Los ojos de Emma estaban llenos de asombro.

—¡Claro!

La impaciencia brilló en los ojos de Yolanda.

Emma no se atrevió a desobedecer, la familia de Yolanda estaba por encima de la suya, incluso era la que le gustaba a Umberto, nadie se atrevería a desobedecerla en absoluto.

Se acercó a uno de los hombres y le dijo lo que había pedido Yolanda.

El hombre asintió e hizo un gesto hacia Yolanda.

Albina estaba retrocediendo, tratando de evitar las manos de los hombres, cuando de repente se dio cuenta de que le habían quitado el anillo y se apresuró a gritar:

—¡Mi collar, devuélvemelo, devuélvemelo!

No sabía quién le había quitado el collar y, perdida, alargó la mano para intentar recuperar su collar.

—Tranquila. Sólo queremos apreciarlo.

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