La venganza de mi mujer ciega romance Capítulo 14

—Umberto, ¿por qué estás en mi habitación?

Los ojos de Albina se llenaron de defensas y miró a su alrededor horrorizada, no sabía dónde estaba Umberto y sólo pudo estar en un rincón, protegiéndose con las mantas.

Umberto la miró con su cara llena de miedo y a la defensiva y su ira siguió surgiendo en su interior.

—Albina, sólo has estado lejos de mí durante unos días y ya estás con otro hombre, tan rápida. ¿Acaso os habéis liado antes?

Al oír estas palabras, no sólo Albina se congeló, sino también Umberto.

No había querido decir eso, pero por alguna razón, al ver su mirada horrorizada, lo dijo inconscientemente, con celo.

—¡Umberto, por qué piensas tan mal, no tengo nada que ver con el Dr. Águila! —El rostro de Albina estaba tenso, con el corazón lleno de ira— Aunque hubiera una relación, estamos divorciados, ya no tengo nada que ver contigo. ¿Tú puedes estar con su viejo amor pero yo no puedo tener uno nuevo?

Umberto, que había querido explicarse, se enfureció con sus palabras y le quitó las mantas del cuerpo, rodeándole la cintura con los brazos e intentando levantarla.

La cintura era sujetada por un fuerte brazo, y se sobresaltó tanto que pensó que él iba a abusarla de nuevo, pateando las piernas y los pies desesperadamente y luchando.

—Umberto, eres un hombre, que hace daño a una mujer, incluso a una ciega, carajo.

—¡Cállate!

Umberto gritó furiosamente y rodeó con una mano su esbelta cintura y con otra sus piernas, tomando todo su cuerpo entre sus brazos.

Con una mano libre le dio una palmada en su culo, se oyó un sonido bastante claro en la habitación vacía.

La cara de Albina se puso roja al instante.

—Tú me golpeaste, ¡qué sinvergüenza eres!

—¿No puedes soportar más? Espera —Umberto la miró, se le pasó la rabia contenida y le susurró al oído.

Luego, fue a desabrochar su pantalón.

— ¡No me toques, ya estamos divorciados, no puedes tocarme!

Albina recordó lo sucedido el día del divorcio, recordó a su madre regañándola, y apartó violentamente sus manos.

Pero su fuerza no pudo sacudir sus grandes manos, ambas fueron atrapadas y su pantalón fue directamente retirado.

La piel blanca como la nieve mostró el aire frío y se le puso la piel de gallina.

Albina sacudió su cuerpo con horror e intentó liberarse de sus brazos, pero Umberto la sujetó con más fuerza. Apretó los dientes y cerró los ojos con desesperación, pensando que iba a ser violada por él como aquel día.

De repente, sus propias rodillas sintieron un frío, seguidas por el olor de un ungüento fresco y amargo, y paró el movimiento.

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