La venganza de mi mujer ciega romance Capítulo 22

Cuando Umberto se quedó en blanco, Miguel abrazó a Albina, que se apoyaba mansamente sin negarse.

Después de que Miguel y Albina se fueran del cuarto, Umberto inclinó la cabeza, miró sus manos y se dijo «¡Cree que soy chancho!»

—Umberto —dijo inquietamente Yolanda, que le tiró la manga.

Tomando una respiración profunda, Umberto, cuyos ojos estaban llenos de lagrima, respondió tristemente:

—Tengo que ir a la empresa.

Pero en este momento Yolanda gritó repentinamente:

—No te pudiste olvidar de Albina durante los tres años pasados. ¡Estoy segura de que te has enamorado de ella!

—¡No! —se volvió de repente Umberto, que estaba mirando a Yolanda con los ojos inyectados de sangre.

Sorprendida, Yolanda se quitó la camisa, mordiendo su labio.

Una cicatriz grande que aparecía en su piel blanco hacía que su cuerpo delgado no se viera perfecto.

—Yolanda —diciendo con la voz ronca, Umberto, que intentó ponerse en calma, se acercó a la chica y le puso la camisa.

No pudiendo parar de llorar, Yolanda continuó:

—¿Recuerdes que yo te salvé del incendio? Me has jurado que vivirás conmigo para siempre. ¡No te arrepientas!

Umberto apretó el puño y respondió desesperadamente:

—Claro.

Yolanda sonrió, se arrojó a sus brazos y dijo:

—No me decepciones. Si no, moriré frente a ti..

—Vale —decepcionado, Umberto no era capaz de moverse, como si se hubiera hecho un cadáver rígido.

—Mañana vas a divorciarte de Albina, ¿vale?

—Vale.

Habiendo recibido la responda que esperaba, Yolanda reventaba de satisfacción, «Nunca podrás vencerme, Albina. Por mucho que te ame Umberto, soy su única opción.»

***

Miguel llevó a Albina a su oficina para ayudarla a vendar la herida en su dedo. Sentado al lado de la chica, Miguel preguntó angustiada:

—Albina, ¿te duele?

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: La venganza de mi mujer ciega