La venganza de mi mujer ciega romance Capítulo 568

Estas palabras exasperaron a los dos hombres mayores.

—Puedes dormir en el sofá el resto de tu vida.

Umberto expresaba que no quería dormir aquí el resto de su vida, y que este tipo de diversión se podía experimentar de vez en cuando.

Era de noche, las luces estaban apagadas y reinaba el silencio.

Umberto se tumbó en el sofá y miró al techo.

De repente, oyó pasos en las escaleras, y sonrió, cerrando los ojos.

Ni dos minutos después, una persona se agachó frente a él.

Albina, vestida con un camisón, miró al hombre del sofá con ojos complicados. Al verle dormir plácidamente, se enfadó tanto que sus dedos se acercaron y le pellizcaron la nariz, mientras con la otra mano le tapaba la boca.

Umberto finalmente no pudo aguantar más, sus largos brazos se extendieron y la tomaron entre sus brazos.

—¡Albina, vas a asesinar a tu marido! —susurró.

—Sé que finges estar dormido, no puedo creer que puedas dormirte tan rápido en el sofá —Albina dijo enojada.

—Lo has descubierto —Umberto puso su brazo alrededor de Albina de lado, haciendo que se tumbara un poco más cómodamente.

El sofá, que acababa de parecer espacioso, parecía un poco estrecho con dos personas durmiendo juntas.

—¿Sentiste pena por mí y por eso bajaste en secreto?

Albina lo miró fijamente.

—No seas tonto, sólo he bajado a ver si habías reflexionado.

Umberto no expuso su mentira, la abrazó con fuerza y suspiró.

—Sí he reflexionado sobre ello, pero sigo sintiéndome más cómodo durmiendo contigo en brazos, incluso en un sofá estrecho.

—Eres tan frívolo —Albina le dirigió una mirada sarcástica, pero había una sonrisa en su cara.

Ambos se tumbaron en el sofá, mirando el mobiliario del salón, sin dormirse.

—¿Crees que los miembros de la familia Espina me quieran?

Albina preguntó de repente, con voz suave pero claramente aprensiva.

Umberto abrió los ojos, su voz era ronca y suave.

—¿Por qué piensas eso? Eres tan guapa y tan buena, ¿por qué no te querrían? Creo que lo que les preocupa es que te caigan mal ellos y la familia Espina.

Cuando Albina escuchó esto, estaba contenta y se frotaba contra su pecho.

—Vale, te creo.

Umberto tenía razón. Incluso sin la familia Espina, ella había vivido así durante los últimos veinte años. La familia Santángel la había querido y sus padres le habían dado todo su amor antes de morir. La familia Espina no era más que un buen complemento para ella, no debería estar tan nerviosa.

—Déjame llevarte mañana al cementerio y darles la noticia.

Umberto miró a la persona acurrucada en sus brazos con gran ternura.

No era una persona amable, pero delante de Albina, no podía evitar quererla más.

Albina era tan acogedora.

—Bien.

Los dos charlaron desordenadamente. Cuando Umberto terminó de hablar y no obtuvo respuesta de Albina, miró hacia abajo y descubrió que ella se había quedado dormida.

Estaba indefenso y divertido, y temía despertarla si se la llevaba, así que sólo podía dormir con ella en esta posición.

A la mañana siguiente, Umberto se despertó, y en cuanto abrió los ojos, se encontró con la mirada de Sergio, Daniel y Olivia.

Al principio, no reaccionó ante el hecho de que estuviera durmiendo en el salón y se quedó muy sorprendido, pensando que habían entrado en su habitación. Pero, afortunadamente, era lo suficientemente fuerte mentalmente como para mantener su imagen firme sin mostrar una conmoción demasiado exagerada.

Sólo cuando recobró el conocimiento, respiró tranquilamente aliviado y se levantó del sofá.

Albina seguía durmiendo profundamente contra el respaldo del sofá.

Umberto la ayudó a enderezar las finas mantas que cubrían su cuerpo antes de volver la cabeza y mirar a los tres.

Ellos se miraron mutuamente, Sergio fue el primero en hablar en voz baja.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: La venganza de mi mujer ciega