La venganza de mi mujer ciega romance Capítulo 9

—Entonces me siento aliviada. Yolanda te quiere tanto y te ha salvado la vida antes. Debes apreciarla bien. La familia Carballal y nuestra familia Santángel somos emparejadas para el matrimonio. Sois la pareja perfecta. Esa Albina no es buena para ti en absoluto.

Sra. Santángel se acordó de la cara bonita y encantadora de Albina. Sus ojos se volvieron fríos:

—Aunque la engañaste y solo querías su sangre para salvar a Yolanda, también salvaste a su madre y cuidaste de esa ciega durante tres años, así que ya has sido amable y justo. No te pongas en contacto con ella en el futuro.

Al oír a Sra. Santángel decir ciega, sonando muy desagradable, el corazón de Umberto se llenó inexplicablemente de hostilidad.

—Mamá, aquí es hospital. Guarda silencio.

Sra. Santángel vio la impaciencia en su rostro y dejó de hablar.

Poco después, el médico salió y les dio algunas instrucciones, diciendo que Yolanda estaba débil y que se había desmayado porque había sido estimulada, por lo que no debían dejar que las emociones de la paciente fluctuaran demasiado.

Tras despedir al médico, Umberto y Sra. Santángel entraron en la sala.

Yolanda estaba tumbada en la cama del hospital con el pequeño rostro pálido sin sangre. Su cuerpo era delgado y sus ojos miraban a Umberto con lástima.

—¡Umberto, tengo mucho miedo!

Su voz era frágil mientras tiraba con fuerza de la mano de Umberto.

El cuerpo de Umberto se puso rígido por un momento, mirando su propia mano, inconscientemente incómodo.

Le arropó el edredón, evitando su mano sin dejarla dudar.

—No tengas miedo. Estoy aquí.

Yolanda miró su apuesto rostro de cerca y se sonrojó en un instante, deseando cada vez más tener a este hombre.

—Umberto, he estado en coma durante tres años enteros. Para mí estos años es solo como un sueño, pero para ti son tres años enteros. Durante este periodo de tiempo, la Srta. Espina ha estado contigo... Aunque ahora estáis divorciados, al verte ir con ella, tengo mucho miedo. Temo que te enamores de ella, que no me quieras más.

—Umberto, dime. ¿Te has enamorado de Albina?

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