La Verdadera Novia del CEO romance Capítulo 13

Zoe se sienta a la mesa para el desayuno, pensando qué rayos hacer ese día, porque sin trabajar, se está volviendo loca. Luego, se le ocurre una idea para nada ilógica.

A ella la despojaron de sus acciones y de su puesto en la vicepresidencia de la empresa, porque según la tradición, la mujer debe quedarse en casa cuidando al marido y los hijos, pero como su esposo no tiene interés en ella y no tienen hijos, puede hacer algo desde casa.

Sonríe feliz por su idea en el momento en que Daryl se sienta al lado de ella para desayunar.

—Es extraño verte sonreír, seguro estás pensando en tu admirador —le dice con tono agrio.

—No necesito pensar en alguien para sonreír, es solo que tuve una idea para no morir de aburrimiento sin hacer nada aquí.

—Sobre eso, que bueno que tocas el tema —pone aquella expresión seria y Zoe sabe que su desayuno está a punto de arruinarse—. No sé qué concepto de matrimonio tienes, pero no quiero una esposa mantenida…

—¡¿Disculpa?! —se pone de pie con brusquedad, botando la silla en el proceso y Daryl hace lo mismo—. ¡Ni creas que me agrada la idea de estar aquí, sin trabajar!

—Entonces, ¿qué te detiene? ¡Ve y anda a tu empresa a trabajar! Ni creas que yo te voy a detener…

—¿No lo sabes? ¿En serio no sabes lo que pasó? —Zoe da un bufido y camina a la salida—. Ya que mandaste a pedir una prueba de embarazo con mis análisis de sangre, averigua por qué esta «mantenida» no puede ir a trabajar.

Sale de allí hecha una fiera, pensando cada día que ese hombre vive en una burbuja, no entiende cómo es que tiene tanto éxito para los negocios, cuando no puede ver más allá de lo que tiene en frente.

Sube a la habitación, que por ahora solo ocupa ella, porque Daryl se fue a dormir a otra mientras ella se recupera. Toma uno de los libros que mantiene allí, pero no consigue concentrarse, así que decide bajar al jardín, para disfrutar del día de otoño, con aquel libro en la mano.

Llega al jardín por la terraza, comienza a caminar por todo el costado y recuerda todo lo que le ha pasado en el último mes.

La noche con Daryl, la boda, las peleas con Anabet, la muerte de su abuelo y haber perdido todo lo que era de ella por culpa de ese matrimonio. Sin darse cuenta, los pies la llevan hasta aquella puerta secreta, se sienta allí con el libro en la mano y los recuerdos llegan a su mente.

Hace doce años…

«Era un día hermoso de verano, Daryl venía llegando de un viaje al que fue con sus padres, se enteró de su llegada por una conversación que escuchó entre su tío y su abuelo, así que seguramente él la esperaría allí, tras la puerta secreta escondida por las enredaderas. La vieja madera era lo único que la separaba de su amigo. Sin embargo, solo podía abrirse del lado de él.

Con paso firme y viendo que nadie la siga, corre hasta el lugar, toca tres veces y se queda parada frente a la puerta, esperando que alguien la abra del otro lado.

Unos segundos después escucha el clic y con cierta dificultad se abre, dejando ver al chico de ojos azules que tanto ama Zoe, pero que no le ha dicho porque tiene miedo que él se burle o la rechace, aunque solo tienen dos años de diferencia, Daryl se ve mucho mayor a sus catorce años.

Sin esperar mucho, se lanza sobre su amigo para darle un abrazo de bienvenida, el que es regresado con la misma desesperación.

—Te extrañé tanto, Daryl —dice ella con una sonrisa, mientras se cuelga del cuello de su amigo.

—Y yo a ti, mi pequeña Zoe —le dice él mientras deja que el aroma a frutas silvestres de su amiga le inunde el alma.

A pesar de las diferencias que hay en ellos, se llevan bastante bien, el muchacho siente algo especial por ella. Y sin dudarlo más, piensa hacer algo al respecto ese día.

—Ven, te traje algo de mi viaje a la playa —le dice él, tomándola de la mano y cruzándola por la puerta hacia la propiedad de los Marchetti.

Ella sonríe de oreja a oreja, verlo de nuevo, más la emoción de un regalo, hacen que su corazón se acelere de alegría. Mira el lugar y se da cuenta que Daryl la esperaba con un picnic, donde ha agregado todas esas cosas deliciosas que le gustan a ella.

La ayuda a sentarse, él ocupa el lugar frente a su amiga y toma una pequeña caja de madera y plata, ella se la queda viendo sorprendida, porque es muy bonita.

—Pedí que le grabaran tu nombre —le dice mostrado las letras en hermosa caligrafía sobre una placa de plata—. Y dentro de ella guardé una promesa.

Zoe lo mira con una sonrisa nerviosa, mientras él se acerca un poco más y le extiende la caja para que la abra. Ella lo hace y encuentra una fina pulsera hecha de pequeñas conchas marinas en tonos rosa y blanco.

Ella se lleva las manos a la boca emocionada de que él recordara una de sus conversaciones de hace un tiempo, en la que le dijo su sueño de tener una pulsera así de sencilla, porque a ella no le interesa el dinero de su familia.

Daryl la saca de la caja y le toma la mano, abre el pequeño broche, para luego colocarle el regalo alrededor de la muñeca, pero antes de cerrar el broche, mira a Zoe y le dice con seriedad.

—Con esta pulsera, te prometo que nunca te dejaré sola, te juro mi amor y cuando ambos tengamos la edad adecuada, nos casaremos… porque yo te amo, Zoe.

—Yo… yo acepto esa promesa, Daryl, te prometo que te amaré siempre y cuidaré de ti, porque también te amo.

Con cierto temor y mucha inocencia, Daryl se acerca a ella para darle un beso en los labios que no dura más de dos segundos, pero que para ellos significa el sello de una promesa de amor.

El chico la abraza, sintiendo que al fin tiene algo de paz, porque sabe que Zoe es una buena protectora para su corazón.

Comen tranquilos, mientras él le cuenta sus días en la playa, en donde solo pudo salir dos veces, porque sus padres no querían que se expusiera mucho. Aunque a su edad ninguno entendía por qué tanto cuidado con ellos, solo se centraron en las cosas bonitas del viaje.

—Quisiera tanto salir también —le dice ella con un suspiro—. Estoy aburrida de estar encerrada en plenas vacaciones de verano.

—Ven…

Daryl la ayuda a ponerse de pie, esconden todo en un lugar donde nadie encontrará la manta y se la lleva corriendo por toda la orilla de la pared cubierta de la enredadera.

Caminan por todo el perímetro, hasta que el chico se detiene y deja al descubierto una parte de la pared, revelando un orificio por donde pueden pasar.

—¿Qué… qué es esto?

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