La Verdadera Novia del CEO romance Capítulo 20

Los días se convirtieron en semanas, Zoe salía cada vez que Anabet dejaba la casa y paseaba por el jardín, hablaba con Robert y luego se encerraba. Pero Daryl no estaba contento con todo eso, llevaba casi un mes sin dormir y la situación se le estaba haciendo insostenible.

Quiso enviar a Anabet a un departamento, para que estuviera más cómoda, pero se negó rotundamente. Lo curioso es que, al inicio buscaba estar con él, pero de un día para otro dejó de insistir y solo le daba uno que otro beso cuando nadie los veía.

Así, se llegó un día que para Zoe siempre había sido de alegría, pero hoy sería muy diferente.

Al abrir los ojos, suspira cansada, ese día es su cumpleaños y no tendrá el saludo ni las canciones de su abuelo. Pero sí el de alguien especial para ella, su teléfono repica y al ver quién es, sonríe.

—Buenos días, prima hermosa… ¡Feliz cumpleaños!

—Gracias, primo hermoso, aunque no sé si sea muy feliz.

—¡Claro que lo será! Te envié un regalo que sé te va a encantar, ya lo verás.

—Y lo amaré, en especial porque viene de ti y porque será el único que reciba hoy.

—Espero que no, pero si eso pasa, tú me dices y yo te mando un camión con regalos.

Se quedan hablando unos minutos más, Zoe corta la llamada y se levanta, ese día no lo quiere pasar en pijama.

Minutos más tarde, Rita entra con su desayuno, que lleva un pequeño pastel, Zoe se queda sorprendida y ella le guiña un ojo.

—Un pajarito me contó que hoy es su cumpleaños.

—Gracias, Rita, pero no le digas nada a nadie, en especial a mi esposo.

—No se preocupe, nadie más lo sabrá.

Solo por ese día, Rita se queda a acompañarla y le pregunta cuál es su comida favorita. Zoe le dice que la lasaña, pero no cualquiera, sino como a preparaba su madre. Rita le pregunta qué tenía de especial y tras hacer nota mental de los ingredientes, se retira con la bandeja vacía, dejando a Zoe con una sensación extraña.

Puede que esté allí encerrada, pero al menos alguien se ha tomado la molestia de pasar un rato con ella.

A media mañana, se oyen unos golpes suaves en la puerta, Zoe se asoma para ver quién es y ve que es Robert, con dos regalos.

—Feliz cumpleaños, señora —le dice con una sonrisa tan natural, que ella no puede sino devolverla.

—Ha llegado el pajarito, ¿verdad?

—Me pareció que Rita estaría feliz de saber que hoy era su cumpleaños. Le traigo esto que llegó, es de su primo… y este es mío.

Zoe abre más la puerta para que Robert entre, recibe los regalos y se va primero por el de su primo. Es una caja de color azul, su favorito, dentro hay un oso de felpa y una fotografía, que al ver, no puede evitar llorar.

Es ella, junto a sus padres, su primo y abuelo en un día de campo, sonriendo felices. El oso tiene una pequeña nota y ella la lee en voz alta.

—«Para que nunca te olvides que queda alguien más en el mundo que te ama. Feliz cumpleaños, prima.» —suspira y abraza el oso, sintiendo un calorcito en su pecho que hace mucho no sentía—. Ahora, vamos por el suyo.

Toma el regalo de Robert, que es un poco más pequeño, pero pesado. Al abrirlo, se da cuenta que es un libro, se ve antiguo, pero bien conservado.

—No puede ser… es Hamlet —abre la tapa y se lleva las manos a la boca—. ¡Y es una primera edición! Robert, ¿cómo… dónde lo consiguió? Mi abuelo nunca pudo encontrarlo…

—Tengo algunos contactos —le dice él sonriendo y ella se lanza para abrazarlo.

—¿Interrumpo? —dice Anabet, sonriendo con malicia desde la puerta.

—Sí, fíjate que interrumpes y mucho —le dice Zoe caminando hacia la puerta, intenta cerrarla, pero Anabet pone un pie y le extiende un regalo.

—Feliz cumpleaños, querida prima.

—Gracias —sisea Zoe y abre el sobre, sacando una ecografía—. ¿Y esto?

—La primera foto de mi hijo.

—Me temo que esto sería un mejor regalo para Daryl —le dice entregándoselo de vuelta.

—Ya se la di y no sabes lo emocionado que estaba, se puso muy feliz, ¡si hasta lloró de emoción!

Le dedica una última sonrisa y se va de allí, dejando a Zoe con un trago amargo, pero Robert se acerca a ella y le dice que no la tome en cuenta, que ese día será especial.

Se quedan hablando unos minutos más y luego Robert se va, dejándola emocionada. Aunque la bruja trató de arruinarle el día, lo cierto era que con los dos primeros detalles ya tenía más que suficiente.

Poco antes del almuerzo, el guardia llega con ella para decirle que Anabet se marchó a casa de sus padres y que estaría allá todo el día. Así que sin perder más tiempo, Zoe sale de allí y baja a la cocina, en donde los primeros olores de la lasaña le llegan a sus fosas nasales.

Hablan animadas, contando anécdotas de cuando era pequeñas, hasta que la radio de Robert interrumpe la situación.

—Sanders, hay una entrega para la señora.

—¿De parte de quién? —pregunta con tono hostil.

—Al parecer… del sujeto desconocido.

—Voy en seguida… —dice poniéndose de pie, pero Zoe lo detiene.

—No, yo iré, pídales que retengan al repartidor.

Robert hace lo que le pide, pero de todas maneras va con ella. Cuando llega a la entrada, el muchacho se ve algo nervioso y no lo culpa, porque está en medio de tres hombres casi tan altos como Robert, pero no se ven tan imponentes como él.

—Buen día, señora —saluda el chico—. E-esto es para usted.

Zoe recibe una caja grande, con apariencia de ser otro vestido. Justo en ese momento, aparece Daryl en el auto, quien va por unos documentos que olvidó. Se baja al ver tanta gente reunida, pero sobre todo porque es la primera vez que ve a Zoe fuera de su cuarto después de más de un mes.

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