Las amantes del Señor Garret romance Capítulo 10

Abro primero un ojo, después el otro. La habitación está en penumbra pero a través de la persiana puedo ver los rayos del sol.

Salto de la cama. No puedo creer que me haya dormido ¿Por qué no ha sonado el despertador? Voy a llegar tarde al trabajo. Corro hasta el móvil para ver la hora que es. Las doce y media.

Cuando al lado de los números leo "Sab" mi corazón se calma.

Miro una silla pegada a la pared, encima del respaldo está el vestido azul de anoche, miro mi cuerpo y descubro que estoy en ropa interior. Las imágenes de la fiesta empiezan a danzar por mi cabeza.

No se porque me comporté así. Me emborraché, besé a mi jefe, le dije que dejara de hacerse el duro y creo que para colmo me tuvo que meter en la cama y desvestirme. Como voy a bajar y a encontrarme con él después de como la he liado...

Besé a Ian. Nos habíamos acostado, pero jamás me había besado. Y no se apartó, eso tiene que significar algo. ¿Qué fue de la chica que llevó al baile? Me tiro en la cama con una sonrisilla adolescente. Me eligió a mi.

Dejo de darle vueltas a la cabeza, tengo un pinchazo continuo en las sienes que solo empeora.

Me pongo el pijama de verano, pantalones corto y camiseta de tirantes. Aunque aun estamos en primavera, ya hace calor durante el día. Respiro profundamente y armándome de valor, salgo de la habitación.

Dorotea está en la cocina. Se me había olvidado que hoy volvía al trabajo. Al verla, dejo el tema de Ian apartado de mi mente.

-¡Hola!- la abrazo.- que alegría verte.

- Hola guapa ¿Qué tal estos días sin mi?

-Horrible.- lloriqueo en broma- no vuelvas a irte, por favor. ¿Cómo está tu hijo?

-Enfadado. Le he quitado las llaves de la moto hasta que sea responsable.

Se me escapa una risilla. Es imposible pensar en Dorotea regañando a su hijo. Continúa limpiando mientras me siento en el taburete y apoyo la cabeza en las manos. En cualquier momento me va a estallar. Esto es lo que llaman resaca y lo mínimo que me tengo merecido.

Un sonido sale de mi estómago. Tengo tanta hambre que si fuera mi casa, me inflaría a comer, pero aquí hay normas y el desayuno se sirve a las nueve. Menuda estupidez de regla.

-¿Podemos hablar?- pregunta Ian.

Contengo la respiración porque ya se de lo que quiere que hablemos. Justo suena mi teléfono. Sin mirar la pantalla descuelgo la llamada. Por lo menos la conversación se va a retrasar un poco y así puedo pensar como explicar mi comportamiento de ayer.

-¿Diga?

-Soy yo.

-¿Qué quieres Toni? Un momento.

Levanto la mirada para observar como se tensa Ian al escuchar su nombre. Tapo el auricular del teléfono para que Toni no me escuche.

-Ahora vuelvo.- susurro.

Salgo pitando escaleras arriba. Me encierro en mi habitación.

-Dime.

-Solo te llamo para decirte que el lunes pasan la hipoteca y a partir de ahora tienes que encargarte de la mitad.

-¿¡Qué!?¿Pero tu estás loco? Tu vives en la casa, tu te encargas de la hipoteca.

-Está a nombre de los dos. Si quieres que empecemos con juicios y demás, avísame.- suelta con chulería.- yo ya he hablado con un abogado, tu tienes trabajo y yo no, lo más probable es que te toque pagarla entera.

Se que eso puede pasar, pero me parece el colmo de la cara dura. Si no tiene trabajo es porque es un vago que quiere estar todo el día tirado en el sofá.

-Ya hablaremos.

Cuelgo sin esperar que me conteste. Cada día estoy más segura de que lo mejor que he hecho ha sido dejarlo. Tengo que informarme bien antes de volver a hablar con él.

Salgo de la habitación para enfrentar a Ian. Todo el tema de la fiesta ya no lo veo tan importante en comparación con tener que pagar un piso en el que no vivo, durante veinte años.

Sigue en la cocina, esperándome. Vuelve a ser el hombre de la cara seria sin sentimientos. Me siento en el taburete esperando que comience. Mira a Dorotea sin decir nada.

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