Las amantes del Señor Garret romance Capítulo 12

Miro la hora en el teléfono. Son las siete y media. Ayer casi no pude comer nada, entre el horario tan estricto y el disgusto, me acosté. Tengo tanta hambre que me he despertado con el rugido del estómago. Me pongo las zapatillas para bajar a la cocina y comer todo lo que encuentre.

Me siento en la mesa, que ya está llena de ricas cosas. Ian está sentado también, untando un pan con mantequilla.

-Buenos días.- Saludo.

Asiente metiéndose un trozo de pan en la boca. Me da pena tener que irme, le estaba cogiendo cariño a Dorotea y a Max, pero es cierto que lo mejor para mi es que me aleje.

-¿Qué quieres beber?.- pregunta Dorotea con una bandeja entre las menos.

-Te, por favor. ¿Cómo sigue tu hijo?

-Ya está casi recuperado.

Me alegra mucho escuchar buenas noticias en estos momentos. Pillo a Ian mirándonos, reacciona al momento y vuelve a centrarse en el pan.

Se lo come en dos grandes bocados, se levanta y se va. No se donde irá un domingo a las ocho de la mañana.

-¿Por qué tienes esa carita?.- se sienta Dorotea en la silla, a mi lado.

Se lo cuento. Le cuento absolutamente todo lo que ha ocurrido desde que me acosté con Ian. Ella en lugar de juzgarme, me escucha y consuela cuando las lágrimas amenazan con volver a hacer de las suyas.

-No tienes que venderlas. Puedes empeñarlas, así podrás recuperarlas.

-¡Dios mío! ¡Tienes razón!

Ni se me había pasado por la cabeza esa opción. No tengo porque perder las monedas de mi padre. Muy pronto, en cuanto pueda, volveré a tenerlas conmigo.

La abrazo. Ha sido el faro en medio de la tormenta. La persona que ha dado con la clave para que no pierda lo único que tengo de mi padre, siempre tendrá un hueco en mi corazón.

Saco la maleta del armario y la voy llenando de cualquier manera con la ropa que todavía sigue tirada. Me fijo bien para no olvidarme de nada, y bajo para despedirme de esta mujer, la que solo conozco desde hace unos días pero ya le tengo un profundo cariño.

-Te voy a echar mucho de menos.

Nos abrazamos. Prometo llamarla pronto para que quedemos y nos tomemos un café juntas. Las dos lloramos como dos tontas.

-Piensa en mi como tu madre postiza.- me besa la mejilla.- cualquier cosa que necesites búscame.

Salgo del edificio arrastrando la maleta con el corazón en un puño. Se porque me siento así, porque a Toni jamás lo consideré como mi familia, nunca cuidó de mi. Dorotea, Ian y Max se han preocupado y han venido a ayudarme las veces que lo he necesitado. Por eso estoy así, por eso estoy triste.

Camino callejeando, no quiero que por casualidad me cruce con Ian y todo esto se vuelva aun más violento y doloroso.

Entro en el primer hotel que encuentro y que creo que se amolda bien a mi presupuesto. Hoy es domingo y no puedo ir a ningún sitio a empeñar las monedas, voy a usar el dinero de la hipoteca y lo repondré con lo que saque mañana y si no saco suficiente, que me busque Toni.

Me acomodo en la habitación que va a ser mi hogar durante quince días. Es algo cutre, pero como solo es temporal no me importa. El baño es enano, la bañera ridícula. Me tiro sobre la cama para probarla, un muelle se me clava en la espalda.

Quince días Emma, solo son quince días, tu puedes. Coloco la ropa bien doblada en el armario y salgo a dar una vuelta.

No estoy muy lejos de la casa de Ian, pero cargada con la maleta no podía irme muy lejos. Cuando el sol desciende por el horizonte, refresca. Busco una cafetería para tomarme un te caliente.

Me siento en la primera mesa que encuentro y pido a la camarera mi bebida. No quiero irme al hotel hasta que sea una hora decente para acostarme. Meterme en esa habitación deprimente solo puede empeorar mi estado de ánimo.

Mañana tendré que verlo, tendré que poner buena cara y tratarlo como si él y todo lo que ha ocurrido no me importara. Habría sido tan fácil decirle la primera vez "Tengo novio, lo siento" y ahora todo sería muy distinto.

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