Las amantes del Señor Garret romance Capítulo 14

-¿Qué haces aquí?

Me quedo petrificada, agachada, con el brazo estirado y todo el contenido de mi bolso tirado por el suelo.

-He venido a conocer a tu familiar moribundo.- levanta una ceja a la vez que chasquea la lengua.

Ha ido a recursos humanos para informarse porque no he ido, ha venido hasta aquí para verme. Me levanto, sintiéndome más segura que hace unas horas.

-¿Por qué has venido?.- pregunto clavando mis ojos en los suyos.

-Porque soy tu jefe y me has mentido.

No cuela ¿Cuántos jefes van a la casa de sus empleados para comprobar que es cierto el motivo de una baja, o de unos días de asuntos propios. Ninguno. No quiere admitir el motivo real porque en el fondo, es un cobarde incapaz de asumir que siente algo por mi.

Doy un paso hacia él sin apartar la mirada. Sus ojos danzan por mi cara, nervioso.

-¿Por qué?.- susurro frente a él.

Nos miramos durante lo que me parece una eternidad. Pienso aguantar su pose de tipo duro el tiempo que haga falta, quiero que lo diga.

Da un paso desesperado. Pasa una mano por detrás de mi cabeza, mientra que la otra juega en mi cadera, apretándome contra él y me besa, como si mis labios contuvieran la última gota de agua.

Chocamos contra la pared. Paso mis brazos alrededor de su cuello. Su lengua invade mi boca y un gemido se escapa de mis labios para entrar en los suyos, que contesta con un gruñido, gutural y primitivo.

Nuestras lenguas bailan al son de la necesidad y el deseo, se apropia de mis labios como si fueran suyos, su pecho sube y baja a un ritmo frenético, sus manos deshacen mi espalda y mi cintura con cada roce, un cosquilleo se derrama por mi cuerpo, un terremoto de sensaciones me invade, y de repente se separa de mi. Siento frío donde antes estaban sus manos, soledad donde estaban sus labios.

-Te quiero mañana en tu puesto de trabajo o estás despedida.-suelta sin mirarme.

-¡¿Qué?! no puedes hacer eso.

-No me pongas a prueba, Emma- amenaza mirándome de reojo, después, da media vuelta y se va.

Puede estar con todas las mujeres que quiera, pero la única realidad es que conmigo ha roto todas sus estúpidas reglas. No ha venido a buscarme porque mi trabajo sea indispensable, había una chica ocupando mi puestos estos días, a venido a buscarme porque me echaba de menos, aunque el no quiera admitirlo, me obliga a volver al trabajo porque quiere verme.

El beso que me acaba de dar, no ha sido simplemente juntar nuestros labios. El deseo brillaba en sus ojos ¿por qué no me dice que siente algo por mi? es tan sencillo, y yo estaría dispuesta a estar con él, a cuidarlo y devolverle esa sonrisa que perdió.

Aun siento el sabor de sus labios sobre los míos, todavía tengo el cosquilleo en la tripa al sentir sus manos explorando mi cuerpo y aunque todo esto haya terminado con una amenaza, me siento feliz. Es imposible quitarme la sonrisilla de la cara que parece grabada a fuego.

Por la mañana voy a trabajar como cualquier otro día, solo que hoy parece que los pájaros cantan más, el sol brilla en su máximo esplendor y yo conduzco con una musiquilla sonando en mi cabeza, que voy tarareando todo el camino. Y lo más importante, estoy segura de que Ian siente algo por mi.

Me siento en mi mesa justo a tiempo.

--Buenos días Señor Garret.-ladea la cabeza extrañado.

Esperaba encontrarse con una Emma enfadada o no esperaba verme directamente, pero no con esta alegría. Puede hacerse el indiferente todo lo que quiera, puede intentar que crea que no le importo, pero todo eso es mentira y ahora ya lo se.

-Toma.-me tiende un folleto.-los repartieron ayer. Es de obligatoria asistencia.

¿Por qué es tan frío? ¿Por qué le resulta tan fácil comportarse como si todo le fuera indiferente, como si todo le diera igual? Miro el papel que me ha tendido. Es una escapada de tres días al campo, dos jefes y diez empleados, según pone en llamativas letras amarillas es para estrechar relaciones y aprender a empatizar con los demás, mejorando así el rendimiento. Una tontería.

De obligatorio cumplimiento. Le gusta mandar, imponer sus normas y que. Se respete. Puede que la solución sea buscar otro trabajo, así no tendría porque hacer lo que el quiere a menos que yo también quiera. Dejaría de verle y eso no es una opción, ya no.

Se acerca la hora de comer. Ya estoy salivando solo de pensar en la fabulosa ensaladilla rusa que hacen en el restaurante para empleados. Está tan buena que una vez le pedí la receta, pero al parecer tiene algo secreto que solo él sabe.

-¿Perdone?- interrumpe mis pensamientos una chica al mismísimo estilo barby prostituta.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Las amantes del Señor Garret