Las amantes del Señor Garret romance Capítulo 19

-Voy a darme una ducha. Todavía tengo hojas en la camiseta - pongo cara de asco. Ian muestra una pequeña sonrisa, minúscula. No se porque le cuesta tanto ser agradable, las normas de cortesía no son tan difíciles. Alguien gasta una broma y tu sonríes educadamente. - bueno... ahora vuelvo.

Me ayuda a llegar a la puerta del baño sujetándome por el codo. Cierro la puerta a mi espalda y contemplo su baño privado. Es tan grande como lo era mi salón. Una enorme bañera con hidromasaje adorna la pared del fondo. También hay una ducha en la otra pared, tiene un asiento de madera y una cristalera para que no se salga el agua. Sin dudarlo, salto hasta la bañera.

De una estantería cojo una toalla. Me siento en el borde y comienzo a llenarla. Con la venda es imposible que me pueda dar una ducha, pero tumbarme aquí con el agua calentita y la pierna por fuera, eso es otra historia. Cuando se ha llenado por la mitad, me dejo resbalar para caer dentro. Cojo demasiado inercia por el jabón y golpeo los botes de champú, que me caen encima.

- ¿Qué ocurre? - pregunta Ian abriendo la puerta de golpe y entrando.

- Es difícil con la pierna así. - no quiero parecer una niña chica, pero pongo todas las pompas de jabón que voy encontrando sobre mi cuerpo.

Es una tontería, nos hemos acostado. La diferencia es que siempre ha sido con parte de la ropa puesta porque siempre ha sido demasiado fogoso. Creo que nunca he visto su cuerpo totalmente desnudo. Pasar del erotismo a esto, totalmente repantigada, con una pierna fuera y los pelos chorreando pegados a la cara raya lo ridículo.

-Espera.

Comienza a quitarse la ropa. ¿Qué está haciendo? De pronto el agua está demasiado caliente para mi gusto. Las mejillas me arden ¿Cómo puede hacerlo con tantas naturalidad? Me sorprendo mirándolo fijamente. Tiene unos hombros anchos, el pecho marcado y unos abdominales en los que nunca me había fijado, pero que si quisiera, podría pasar la mano por encima y comprobaría que son duros como el acero.

Camina completamente desnudo hasta la bañera. Se sienta detrás mía. La respiración se me agita por este momento que me parece, solo me está alterando a mi.

- Pásame la esponja. - pide con una media sonrisa. Durante un instante no tenía ni idea de sus intenciones ¿me va a lavar? - No sabía que eras tímida.

- Te estás divirtiendo ¿verdad? - acuso abochornada.

-Bastante. - pasea la esponja por mis brazos y por la espalda.- cualquiera diría que te avergüenza estar desnuda.

No le contesto. Bastante mal rato estoy pasando con que me haya tenido que duchar. Me cuesta mucho diferenciar a Ian del Señor Garret, aunque mi cuerpo me pide a gritos acercarme, sentirlo y dejarme llevar, mi mente me frena. Las cosas no son como antes.

Él está distinto, me trata de forma distinta, es más cercano y atento. Solo quiero disfrutar de este momento a su lado. Me inclino hacia atrás hasta que la espalda choca contra su pecho y me acomodo en él, apoyo la nuca sobre su hombro y cierro los ojos, soltando un largo suspiro.

Acerca su rostro a mi pelo y escucho como aspira por la nariz.

-Hueles a hierba.

-Es lo que tiene dormir sobre una cama improvisada de hojas.- contesto con los ojos cerrados y sin moverme ni un milímetro. Podría pasar toda la noche aquí.- No sabía que te habías divorciado. Bueno, en realidad no sabía ni que te habías casado.

-Si.- tensa su cuerpo bajo el mío.

-¿Hace mucho?

-Algún tiempo.- pone sus manos sobre mis hombros para que me incorpore mientras él se levanta y sale de la bañera. Que le habrá picado ahora.-seguro que ya tienes la tortilla fría.

Se ata una pequeña toalla a la cintura que le da un aspecto de gladiador romano bastante erótico. Quito la vista y la clavo en sus ojos, que vuelven a ser de ese azul frío como el hielo. Algo le ha molestado y se ha convertido en el señor Garret intimidante. No tiene nada de malo haberse divorciado. Yo misma si hubiera estado casada con Toni, ahora mismo estaríamos en ese largo proceso.

Me tiende un albornoz que parece hecho de nubes, es gordo y esponjoso como nunca había visto antes. Me envuelvo en él y con la ayuda de Ian llegamos a la habitación.

La tortilla me espera en la mesita de noche. Tiene un olor que hace que me crujan las tripas al instante.Trabaja para Ian porque es la mejor. Una simple tortilla y sabe tan distinta a la que yo hago, que me prometo pedirle mañana la receta.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Las amantes del Señor Garret