Las amantes del Señor Garret romance Capítulo 38

Algo me hace cosquillas en la mejilla, abro los ojos. Ian está tumbado de lado con un dedo rozándome, me mira con un brillo extraño en los ojos.

-¿Por qué me miras?

-Eres preciosa ¿Lo sabías?

Le regalo un tímido beso como respuesta. Nunca se me ha dado bien contestar a los piropos. Creo que Toni pocas veces me dijo que era preciosa o simplemente que estaba guapa.

-Tu si que eres precioso - suelto en broma.

La cara que pone Ian basta para que rompa a reír a carcajadas. Siempre es muy meticuloso con las expresiones, sería el jugador de poker perfecto, pero no espera mi piropo y arruga las cejas abriendo mucho los ojos.

-¿Precioso? Podrías haber dicho... no se... enigmático, atractivo, sexy...

La cosa mejora por momentos. No puedo parar de reír. Escuchar de los labios de él que se considera sexy ha sido la gota que ha colmado el vaso. Quito la almohada de debajo de mi cabeza y la estrello contra su cara.

- Muy sexy, sobretodo cuando vomitas por todo mi coche.

-Señorita Connor ¿acaba de pegarme con la almohada?- pregunta sujetándola de forma amenazante.

Se planta a horcajadas encima mía, levanta la almohada por encima de la cabeza y la estrella contra mi una y otra vez. Tiro del edredón para protegerme, pero con el peso de Ian es imposible moverlo ni un milímetro, así que me hago una bola y me tapo la cabeza.

-¡Lo siento! ¡Lo siento!- carcajeo como una adolescente.

-Más te vale -Me da una palmada en el trasero y se quita de encima mía- venga, a trabajar que al final llegarás tarde.

Saco la cabeza de la protección del edredón para mirar el despertador. ¡Es tardísimo! Solo tengo media hora para arreglarme, desayunar y llegar al trabajo.

Salto de la cama y corro a vestirme. No tengo nada de ropa aquí y no me da tiempo ir a mi casa a por otra, hoy tendré que pasar vergüenza si alguien se da cuenta de que estoy repitiendo modelito.

Ian se cruza de brazos mirándome con expresión divertida mientras correteo como una gallina sin cabeza.

Más o menos lista, voy a la cocina a buscar un par de galletas. Cuatro días casi sin comer nada sólido me está pasando factura, ahora que vuelvo a ser feliz podría pasarme la mañana devorando la nevera, pero no me da tiempo.

-Que alegría volver a verte - saluda Max emocionado - yo te llevo al trabajo.

-Gracias - le doy un abrazo.

Este hombre es realmente entrañable y atento, siempre dispuesto a ayudar.

Nos montamos en el coche. Max conduce como si fuera un rallye, adelantando y cambiando de carril constantemente.

-Si llego un poco tarde no pasa nada - digo abrochándome el cinturón.

- Llegarás a tu hora.

- Con llegar me basta - digo medio en broma medio en serio.

Max se lo toma a broma y me sonríe a través del espejo retrovisor.

Como ha predicho, llego dos minutos antes de la hora a la que debería entrar.

-Muchas gracias, me has salvado.

Salgo corriendo hacia el edificio. En el último momento recuerdo que le prometí a Peter enseñarle las monedas, me giro con la esperanza de que Max no se haya ido aun. Lo veo aparcado exactamente donde me ha dejado hace un momento.

-¡Max!- me acerco hasta él- ¿Puedes hacerme un último favor? Prometí a un compañero que le enseñaría las monedas de mi padre.

-Claro ¿Dónde las tienes?

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