LO ÚLTIMO EN MIMOS romance Capítulo 10

En la casa de la familia Serrano

—Umm... mamá, todo es culpa tuya, todo es culpa tuya.

Paloma se acurrucó en los brazos de su madre y lloró con mucha tristeza.

Gloria tampoco esperaba que Rosa no cayera en la trampa que le habían tendido, sino que dejara que Ramiro se acostara con su secretaria, ella dio unas palmaditas en la espalda de su hija para calmarla y la consoló suavemente:

—Está bien, está bien, no llores, cuéntame primero, ¿qué pasó? ¿de veras se acostó Ramiro con esa Silvia? ¿Esa perra lo hizo a propósito?

Paloma ahogó un sollozo.

—Debe ser esa zorra que tomó sus propias decisiones, si no, ¿cómo podría perdonarme Rosa? Incluso dijo que no conozco bien a Ramiro y que él no es un buen hombre.

Cuando Gloria escuchó esto, también se puso enfadada,

—Puf, esa perra, quiere seducir a Ramiro, qué se cree que es, definitivamente la daré una lección.

—Mamá, ¿qué debemos hacer ahora? Ramiro, él... umm... se acostó con esa perra.

Pensando en el hombre que le gustaba acostándose con otra mujer, Paloma se sintió bastante descontenta, planeó sacrificar a Ramiro para arruinar a Rosa y que no pudiera escapar de la trampa que le habían tendido, pero ahora, las cosas parecían ir en su dirección imprevisible, lo que la hizo entrar en pánico.

—Está bien, daré una lección a esa perra, lo más importante es, tienes que prestarle atención a Ramiro, si peleas con él por este asunto, tal vez el plan empeore, así que tienes que ser generosa frente a él, después de todo, este asunto, no es su culpa, eres tú quien le pidió que lo hiciera, si lo culpas, va a tener antipatía contra ti, ¿entiendes?

—Lo sé, mamá.

De repente, sonó el timbre y el ama de llaves fue a abrir la puerta, al momento siguiente, vieron que entraba un flujo constante de cosas.

Paloma miró las etiquetas de las cajas y se quedó atónita, bloqueó a uno de los repartidores y le preguntó:

—¿Quién te ha dicho que envíes estas cosas?

—Esto es algo que compró el señor Jiménez.

Al oír esto, Paloma se dio la vuelta en silencio y se sentó de nuevo en el sofá, el primer lote entregado era ropa, esas bolsas que contenían ropa, casi llenaban el espacio vacío de la sala de estar.

Mirando esos bolsos, Paloma casi se volvió loca de celos. Normalmente era capaz de comprar, pero nunca había comprado tantos a la vez.

La razón principal era que el dinero de la familia lo ganaba Rosa, que les daba un dinero de bolsillo limitado cada mes, así que, aunque quisiera comprar, no podría permitírselo.

Cuando Paloma vio la ropa, estaba bastante celosa, pero no esperaba que esto no fuera el final. Justo después de que se fue el repartidor de ropa, llegó el de zapatos. Paloma se puso inquieta al ver las marcas en la caja de zapatos, cada par de estos zapatos era muy valioso, solo podía pagar dos pares al mes, sin embargo, hay más de treinta pares aquí, lo que equivalía a la cantidad que compraba en un año, y no todos los zapatos suyos eran tan caros.

La cara de Paloma estaba bastante fea, pero eso no era todo, porque el repartidor de bolsas llegó.

Ni siquiera quería mirar las bolsas, pero no pudo controlar su curiosidad y esperó a que el repartidor se fuera, abría los embalajes.

Ahora, no se podía escribir la expresión de ella, cada una de las bolsas eran de edición limitada y de los más caros.

Paloma calculó aproximadamente que el valor de estos artículos enviados a la casa esta noche se estimaba en más de tres millones de euros.

Gloria también estaba estupefacta, de estos lujos era de lo que solía hablar con las señoras ricas, aunque era la tía de la presidenta del Grupo Serrano, el dinero de bolsillo que podía obtener era limitado, por lo que los bolsos de diseño que llevaba de vez en cuando le bastaban para presumir, y ahora, cuando miraba estas cosas para Rosa, no estaba menos celosa que su hija.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: LO ÚLTIMO EN MIMOS