Matrimonio Forzado romance Capítulo 102

Kalil.

La vibración constante del cuerpo de Saravi me hizo despertar de golpe. En eso me levanté de un solo tirón, fijando mis ojos en ella. Estaba convulsionando, estaba prendida en fiebre y sudaba muchísimo.

Tomé su cuerpo torpemente muy nervioso aparentándolo contra mí mientras grité lo más fuerte que pude.

—¡Janí!

Nadie se asomó, acomodé el cuerpo tembloroso de Saravi rápidamente y me disparé hacia la puerta. Justo cuando la abrí, Janí venía corriendo hacia a la habitación y se sorprendió al verme dentro de ella.

—Majestad…

—No hay tiempo Janí, algo le pasa —dije señalándole.

Janí se hizo a un lado de mi cuerpo para ir rumbo a la cama de Saravi. Luego de verla, fue otra vez hacia la puerta y le dijo a un lacayo.

—Llame urgente a los médicos del palacio ¡ahora mismo!

Sus palabras nerviosas del hombre solo aceleraron mi ritmo cardiaco.

Entonces fue hasta la cama colocándose de lado a Saravi y tomando unas almohadas poniéndolas en su espalda para que ella no se volteara. Ella había dejado de temblar, pero Janí no dejo de preocuparse, incluso estaba más alarmado. Tres hombres entraron a la habitación y de inmediato Janí ordenó preparar un medicamento.

Retrocedí unos pasos mientras veía como ellos de forma apresurada hacían todo, y le introducían en la piel agujas a Saravi.

Dios…

—Señor, por favor, salga de la habitación, su nerviosismo no ayudará en este momento. Yo iré a su encuentro en cuanto logre volver a estabilizarla.

—Pero Janí, ella…

—Tiene mucha fiebre, sabía que eso pasaría, sin embargo le pasará con el medicamento. Por favor majestad, hágame caso.

Asentí tembloroso y sin pensar en otra cosa que su mejoría, salí de la habitación.

Caminé sin rumbo fijo. No sabía a donde ir o que pensar, esta situación era agotadora, entonces mi hermano llegó a mis pensamientos.

En cuanto llegué a la habitación de Kader otro médico estaba con él; parecía que limpiaba su herida. Él se veía bien, aunque estaba algo pálido, pero estaba despierto.

En cuanto llegué hasta el punto de su cama su mirada se relajó.

—Me alegra mucho verte —dijo con la respiración entre cortada.

—Y a mí —asentí.

Solté el aire mientras un peso se caía de mis hombros. Kader estaba bien.

El médico se despidió, dejándole una instrucción a Kader y luego desapareció.

—Puedes sentarte cerca hermano —dijo sonriendo, ignorando muchas cosas—. ¿Dónde están todos?

—Tienen cosas —mi respuesta le hizo fruncir el ceño.

—¿Qué ocurre?

Suspiré de forma pesada al mismo tiempo que le miré fijo. No sabía por dónde comenzar, pero hablar con él podía alivianar la angustia que no me dejaba respirar en paz.

Dos días después…

—Le agradecemos por su hospitalidad y entendimiento, aceptaremos su propuesta —dijo un comisionado.

—Nosotros también…

—Y nosotros.

—Cuente con nuestro apoyo, majestad…

Una a una las manos de los presentes se levantaron en señal de apoyo hacia la decisión que hoy se estaba tomando en esta mesa.

El enunciado real, aquel que envió Fais hace dos días ordenado por mí, fue llegando de forma rápida a cada rey y nación alrededor de Angkor y más allá de sus fronteras. Muchos de estos recibieron la noticia con impacto y algo de miedo por el paso en falso que habían dado en contra de un país tan fuerte, como lo era Angkor.

Sin embargo, cierto alivio les procedió cuando yo mismo confesé entre líneas que se trataba de un engañoso plan del cual ellos terminaron enredados.

Los reyes enviaron su respuesta sin titubear, se sentían utilizados por Omer Bozkurt y no doblarían el brazo en lanzar su máxima condena hacia dicho gobierno.

Angkor nunca obtuvo una mejor respuesta y de forma tan rápida como la que estaba teniendo ahora, los antiguos aliados de Omar Sabagh, mi padre, junto con los nuevos que se hicieron en mi gobierno y los aliados engañados por Bozkurt para el ataque pasado, estaban más que agradecidos con este enunciado y al mismo tiempo por entender sus razones y llevarlos a reconsiderar las formas.

En pocas palabras la oportunidad de remediar la situación en la que habían caído.

Muchos pueblos de mi nación quedaron devastados, de eso nadie podía refutar. Familias perdidas y vidas que, cualquier disculpa no traerían de vuelta. Los pelotones de militares fueron retirándose al pasar los días, al punto de no tener guardas enemigos en todo el territorio.

La noticia del estado de Saravi llegó nuevamente hacia Hammed Eljal como otra puñalada a su corazón, así que por lo que él mismo me informó en cuanto llegó al palacio; era que no tardó mucho es hacer su maleta y venir para conocer el estado de su hija. Antes de su partida, escribió una nota que envió con un lacayo al lugar donde estaba residiendo Jemina.

Había hablado por largo rato conmigo hasta que me confesó que nunca pudo sacar de su mente el momento en que la había echado de su casa, él no podía negar cuan ciego lo había hecho el amarla de la forma en que la amaba, pero tomó la decisión de nunca más dejarse llevar por sus sentimientos en cuento a Jemina.

Ahora ella estaba en una casa a unos kilómetros de la suya. Esta no contaba con los lujos que Jemina acostumbraba a tener, pero se había adaptado cuando vio que no tuvo oportunidad de nada más.

Pero, me impresiono cuando su carta fue contestada diciendo que, en unos días estaría aquí para poder ver a su hija, y yo se lo permití por supuesto.

En el palacio estos dos días fueron bastante tensos, a pesar de la recuperación rápida de Kader y que la familia estaba unida, había un pilar fundamental que estaba desajustado. Y ese era yo. El mismísimo rey.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Matrimonio Forzado