Matrimonio Forzado romance Capítulo 103

Saravi.

—¿Saravi? Hija… ¿Me escuchas?

La voz insistente de Jemina hace que apreté el tacto que sostiene mi mano. Una sensación como si fuese a caerme me invade por completo y el picor de mi garganta me genera una tos al instante.

Abro mis ojos de golpe tratando de tomar un poco de aire, pero el dolor en mi costado me hace doblarme sin poder liberar la tos de forma sencilla.

—Tranquila, poco a poco —vuelve a decir Jemina agitada.

«¿Mi madre está aquí? Estoy soñando».

Seguramente seguía en el sueño. Uno muy irreal.

Apreté mi mano contra mi costilla hasta que pude toser más cómoda. Pero la sensación que tenía en la garganta era extenuante. Sentía arena dentro de ella.

—T-Te… tengo sed… —pronuncié con la voz ronca y seca.

Parpadeé varias veces, mientras la mujer temblorosa, acomodaba una almohada para que pudiera sentarme más cómoda en la cama. El dolor que tenía en mi costado estaba torturándome más de lo debido.

Me costó mucho abrir en definitiva los ojos, los sentía hinchados y enormes.

Así que cuando pude recuperar mi campo de visión, mi madre me miraba fijamente mientras varias lágrimas se derramaban por sus mejillas.

—Llame al alguien por favor… —dijo ella susurrando mirando en otra dirección.

Entonces fue cuando supe que alguien más estaba con nosotras.

Giré

Kalil estaba de pie, en el borde de la cama mirándome de forma estática, tenía ojeras, estaba pálido, y muy impresionado. Vi como quiso ir a buscar a alguien, pero parecía que el cuerpo no estaba reaccionando a sus órdenes. Entonces traté de forzar una sonrisa para él.

Esto hizo que sus labios temblaran de anticipación, y cuando creí que iba a dar un paso, él gritó:

—¡¡¡Lacayos!!! —Pronunció un poco desesperado y en cuestión de segundos varios hombres aparecieron—. Llame al médico ¡urgente! —El hombre asintió y quiso salir de inmediato, pero él lo detuvo nuevamente por el brazo—. También damas, la reina necesita agua.

El hombre se fue rápidamente y luego Kalil volvió su mirada hacia mí.

Su respiración era agitada, se acercó sin dudar hacia la parte del costado de la cama contraria a la de mi madre, y tomo mi mano de forma cuidadosa.

—Saravi… no te esfuerces ¿Está bien? Yo… yo estoy aquí, contigo.

Asentí lentamente, sentía lastimado en gran manera mi cuerpo, cualquier movimiento me producía dolor.

—Me duele la garganta —dije tocando mi cuello—. Tengo mucha sed…

Cuando terminé de decir las palabras Janí junto a otros médicos entraron a la habitación sorprendiéndose en gran manera.

«¿Qué estaba pasando? ¿Por qué todos estaban actuando como si hubiese despertado de la muerte?».

—Majestad… nos honra ver su mejoría hoy.

Asentí un poco insegura. Necesitaba preguntar qué estaba pasando, y justo cuando iba a pronunciar alguna cosa, fui interrumpida.

—Janí, ella dice que tiene mucha sed, y le duele la garganta.

—Ha sido por los días inconsciente, y la fiebre constante. Le daré un poco, y lo haremos de forma lenta… no olvi…

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