Matrimonio Forzado romance Capítulo 105

Kalil.

Cerré la puerta de la habitación y caminé como si mis pies no estuviesen tocando el suelo.

«Estaba feliz. Pleno. Y si muy enamorado, enamorado hasta la médula».

Aspiré el aire varias veces mientras caminaba. Recosté la cabeza hacia atrás y comprimí los ojos mientras susurré:

—Gracias…

Era afortunado como ninguno.

Pero la comodidad y la paz solo me duraron escasos minutos.

Llegué a la parte trasera del palacio donde la madre de Alinna lloraba desconsolada junto a su esposo que la sostenía por los hombros. Una fila de generales y guardas estaban esperando por mí junto con Fais que se encontraba al final de la fila.

Así que después de mi llegada, Basim trajo a Alinna muy cerca de mi lugar.

Una sensación de vacío se gestó en mi cuerpo al verla. Ella estaba… Ni Siquiera podía describirlo. Esa mujer, no era Alinna. Ella parecía perdida en sus pensamientos con un rostro carente de expresiones. Ni siquiera llegó a mirarme a la cara.

—He tomado una decisión… Junto a la reina —dije lentamente dirigiéndome a todos los presentes.

Entonces Dima intensificó su llanto.

—No habrá pena de muerte para Alinna Menen.

Un silencio incómodo se instaló en el ambiente, a la vez que Basim me miraba interrogante.

Entonces en el momento en que giré mi mirada nuevamente hacia Alinna, ella había fijado sus ojos en mí. Estaba impactada.

—¿Qué quiere decir? —titubeó Dima preguntando.

—Ella no morirá, no por mi mano.

Dima hizo un escándalo, separándose de su esposo hasta llegar a su hija abrazándola. Bilal asomó una sonrisa de agradecimiento para mí y luego se unió también a su familia.

—Ven hija es hora de irnos a casa —dijo su madre tomándola del brazo.

Me adelanté rápidamente.

—No será así —dije con voz cruda—. El hecho que Saravi esté a salvo, no quita lo que ella ha hecho. Y una persona que traiciona a los suyos es una persona desconfiable y ruin.

Aunque esas palabras me dolían por la amistad de años, no podía pasar por alto esta gravedad.

Los tres se giraron para mirarme, esperando lo que tenía por decir.

—Serás expulsada de mi país Alinna. Ese país a quien tú le diste la espalda. No podrás pisar un centímetro de tierra que pertenezca a Angkor por el resto de tu vida.

—Majestad… Pero, ¿qué dice? Pensé que había perdonado a Alinna —preguntó Dima angustiada.

—Ella está viva ahora porque Saravi intervino por ella, Dima. No por mí.

La mirada aterrada de los tres quiso traspasar mi estabilidad por un momento. Pero nunca volvería a bajar la guardia después de todo lo que había pasado.

—¿A dónde iremos? —preguntó Bilal.

—Ustedes no tienen que ir a ninguna parte. No puedo condenarlos por algo que no hicieron. Sin embargo, Alinna deberá irse desde ya. Un carruaje la transportará acompañada de guarda militar, hasta que pase las fronteras de Angkor. Si elige un lugar, allí la dejaran.

—No, señor…

Dima comenzó a decir, pero miré a Basim para que siguiera las órdenes dadas y giré sin demorar un segundo más. Fais se puso a la par de mi caminata, pero la voz de Alinna resonó en mis oídos antes de que partiera finalmente.

—Kalil… —ella se esforzó por decir. Parecía que su garganta comprimida no le dejaba la voz clara.

Giré solo un poco con una mirada completamente seria hacia ella. Ese sería mi último gesto y mi último adiós para Alinna.

—Dile a Saravi que gracias…

Asentí con una aprensión en el pecho y luego caminé junto a Fais.

Él no dijo nada, pero sabía que tenía una sonrisa en su rostro. Sabía que sus hombros estaban relajados, como también los míos.

Fais estaba compartiendo mí misma sensación.

Paz…

***

Dos semanas enteras transcurrieron desde el momento en que los ojos de Saravi habían vuelto a la vida.

Y pronunciar la palabra felicidad era quedarse corto para expresar cómo me sentía en estos momentos.

Todo estaba llevándose a cabo de una manera perfecta.

Mi hermano Kader se recuperó muy rápido, y se dispuso a encargarse de todas las nuevas construcciones de Angkor, como también los proyectos futuristas que algún Duque millonario ofrecía. Me sentía tranquilo con eso, una carga menos y más felicidad para Kader que tenía una mente ilimitada para todo este avance.

Mi madre se unió muchísimo a Hanna, hasta el punto de que mi hermana me pidiera de forma desesperada algún trabajo en el palacio para descansar un poco de la cantaleta que mi pobre madre le daba por día.

En cuanto a Basim, él sigue siendo un muro y perro fiel, los únicos momentos en que veo una sonrisa asomada en su rostro, es cuando comparte con Hanna, o cuando mi madre dice que él es el mejor Yerno que ella pudo tener jamás.

Saravi, bueno, aún caminaba lento, su herida fue profunda y debía tener todos los cuidados para una buena recuperación. Así que aunque su herida estaba cerrada y con cicatriz, ella iba a tener que tomar todas las indicaciones que Janí le había ofrecido, aún con su rebeldía y ganas de hacer lo contrario siempre.

Nadia era como su sombra, y parecía que eso llenaba a Saravi como ninguna otra cosa. En cuanto a su padre Hammed, venía muy seguido a visitar a su hija, y en un punto me informó que no seguiría con tareas correspondientes al palacio, dando por hecho su retiro a todo lo correspondiente a sus oficios como duque.

Las cartas llegaban a diario al palacio. Muchos querían forjar alianzas con Angkor ofreciendo todo tipo de riquezas y materiales para dar paso al desarrollo de mi nación, entrando a un nuevo siglo.

Así que, el apoyo de los ciudadanos más la mano de acaudalados del país me hacía ver que serían solo años para ver catapultar mi hermosa nación a una potencia.

«Y aquí estaba, en mi lugar favorito. Esperando».

Sonreí a la vez que esperaba nervioso la llegada de Fais.

Tenía una sorpresa para Saravi. Y estaba ansioso por ver su rostro en cuando viera de qué se trataba.

Me levanté del asiento mientras recorrí el lugar, mi sonrisa solo me dejaba ver como un tonto en este instante.

—Majestad… con su permiso —dijo un lacayo—. El vizconde Fais Handal lo espera en el salón.

—Iré enseguida.

Salí disparado junto con el lacayo entre tanto la adrenalina corría por mis venas.

Entré al salón y allí estaba él con la pequeña sorpresa que le daría en un momento a Saravi.

Sonreí.

—¡Majestad! —su grito me hizo colocarme de rodillas para recibir su abrazo. Un abrazo cargado de mucho cariño.

Fais reía desde su sitio mientras observaba la escena.

—¿Cómo está mi pequeña? —pregunté tocando su suave cabello —. ¡Has crecido mucho!

—Soy la más alta de la aldea —respondió sonriente.

Mi corazón se hincha de orgullo al verla tan segura.

—Y la más hermosa —le digo tocando sus mejillas mientras ella se sonroja para lanzarse de nuevo a darme otro abrazo.

Me coloco de pie con ella en brazos y camino hasta el sitio de Fais.

Coloco a Laia en un sofá mientras sostengo su mano. Ella debe estar asustada y muy ansiosa a la vez.

—¿Dónde está la reina? —preguntó ella observando a Fais.

—Ella estará aquí en un momento. Pero primero debo preguntarte algo —le dije llamando su atención.

Asintió mirándome fijo.

—Yo… Nosotros, la reina y yo queremos que vivas aquí…

No sé por qué tenía tanto miedo de sus respuestas y actitud, ella era una niña que había sufrido mucho y sabía que tendría sus espinas a punto de estallar.

Laia abrió mucho los ojos sorprendida a mi pregunta, no sé si por su edad de 8 años o por la noticia.

Miré nervioso a Fais varias veces, pero él solo pidió paciencia con su mirada.

—¿Cómo de visita? —respondió por fin.

Tomé una aspiración fuerte y luego apreté más su manita.

—No Laia. Para quedarte a vivir aquí. Verás…

—¿Yo? —sonrió interrumpiendo, pero al instante colocó un semblante serio—. ¿Y mis hermanos?

El corazón me dolió.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Matrimonio Forzado