Matrimonio Forzado romance Capítulo 17

Saravi.

Unos rayos de sol, aquellos que despiden el día y acarician la piel, entran delicados por el carruaje mientras que el silencio gobierna el camino.

Fais parece tener un mundo en su cabeza como yo tengo un universo dentro de la mía. Aun así, su silencio me preocupa hasta el punto de inquietarme, ya que justo de terminar mi conversación con Ainara dimos un paseo y no se le vio al vizconde, hasta horas más tarde.

La mezcla de sentimientos me tiene tan confundida que por algunos instantes creo conveniente confesar todo a Fais para obtener una ayuda de su parte; otra voz me dice que ante cualquier error que cometa no solo yo pagaré con mi vida, sino la vida de mi familia, la de Nadia y de quien me rodee también pagará por mis faltas.

La garganta se me aprieta tanto que me es imposible retener las lágrimas, y que, a la vez, me es imposible sostener el sollozo que delicadamente suelto. Estoy perdida, totalmente, por donde vaya, lo que decida, a quien me dirija, terminaré lastimando a alguien.

—¿Está usted bien mi reina? —pregunta Fais con el entre ceño pronunciado y la preocupación expuesta en su rostro.

«¡Ayúdeme!»

—Sí —digo limpiando mi rostro con un pañuelo y sonrió de inmediato—. Estoy recordando mucho a mis padres.

—No tendrá problema con llamarlos a que le visiten.

—Lo sé —niego varias veces—. Por ahora están ocupados en asuntos, les escribí por cartas, debo esperar al menos unas semanas más.

Y cómo si fuera poco, Fais corta la separación que hay entre nosotros y toma mis manos entre las suyas.

—Usted es como una niña, majestad, tiene las palabras escritas en su rostro, no oculta nada… No deje que alguna cosa, ni nadie apague lo más lindo que tiene; esa mirada de ilusión, esa, que dice que todo puede hacerse. Y que todo es posible.

—Fais… —respondo con la voz entrecortada, mientras él niega varias veces y continúa.

—No tenga miedo de ser como es, no oculte nada de usted por miedo a perder, no deje que nadie llegue y quiera establecer una idea diferente de lo que usted es. Sea usted misma, sin miedos.

Sin pensar, salto generando un abrazo entrañable en Fais, como si estuviera abrazando a mi propio padre, buscando por un momento la protección que tanto añoro, que tanto me falta. Porque lo peor, lo peor no ha pasado, está por venir, cuando vea el rostro de Kalil, justo cuando vea en mis ojos la traición latente.

Luego de llegar al palacio y de despedirme de Fais, dejando en él una promesa de que en algún momento hablaremos más a fondo, pido a las damas ir a la habitación para poder quitarme el vestido que cargo, asearme y ponerme uno más cómodo y suelto. Tampoco tengo las ganas de comer con nadie en la mesa, así que pediré algo simple y trataré en lo que más pueda y a pesar de mi cansancio, de esperar al rey.

Por lo visto, he llegado primero que él, inclusive siendo mi viaje más largo, así que ante toda la zozobra y el incierto, trato de acompasar mi respiración observando las manillas del reloj que dan las nueve de la noche.

Salgo de la habitación apresurada junto a Nadia y dos damas más.

—¿Saravi…? —la voz de Hanna me hace girar de golpe—. ¿Estás…? ¿Bien? Pensé que ya dormías, ya que no fuiste a cenar.

—Hola, Hanna… no, disculpa. Llegué muy cansada.

—Pero te has puesto otro vestido —indica mirando mi vestuario de arriba y abajo.

—Lo sé —contesto apresurada—. ¿Has visto a tu hermano? Preciso hablar con él con urgencia.

—Claro… en la biblioteca, como siempre —responde sonriendo.

—¿Acaba de llegar? —vuelvo a examinar interesada.

—No —niega sutilmente—. De hecho, cenó con nosotros.

«Por supuesto, me está evitando»

—Entiendo… Hanna, perdóname, pero ahora mismo debo ir a verlo —me giró sutilmente hacía mis damas y luego le habló con la mirada a Nadia.

Ella hace solo un ademán indicando a las damas que se queden con ella y que no me sigan acompañando, lo cual agradezco en estos momentos.

—No te preocupes, ve…

Sin hacer caso a nada más, hago un asentimiento hacía ella y me dispongo a ir en camino a la biblioteca.

Trato de acompasar mi respirar y de dar pasos seguros, tomo la manilla de la puerta, pero luego me detengo y decido por dar algunos golpes en la misma para avisar.

—Adelante —se escucha la voz de Kalil débilmente, mientras mi corazón aumenta en latidos.

Entonces me adentro a la biblioteca mientras mi mano aún reposa en la manecilla de la puerta animando a cerrarla para no tener ninguna intervención. Giro lentamente entre tanto logro divisar al rey, sentado ocupándose de un papel que lee con el ceño pronunciado y su camisa desajustada. Justo cuando doy unos pasos hacia él, su rostro se levanta dirigiéndose hacia mí, muy serio.

—Saravi…

Mi cuerpo vibra, no sé si de terror, de nervios o de impresión, no lo sé.

—Hola… ¿Cómo estuvieron tus cosas? —inspecciono mirando mis manos y tomando asiento frente a él.

—Preguntaré primero, ¿cómo es que me viniste a buscar a la biblioteca? —indica con una mediana sonrisa tratando de irritarme.

—No vine a buscarte.

—Ah, ¿no? Entonces… ¿Qué haces aquí?

—Pues, por la hora, y no…. Tenía sueño… tampoco estabas en la habitación, pensé en venir a ver por aquí… para…

¡¿Qué estoy diciendo?!

—No he entendido ni una sola palabra de lo que has dicho… —dice ampliando por fin su sonrisa maravillosa.

¿Qué le divierte tanto?, ¿y por qué me quedo embelesada delante de él?

—Pues ya está, me iré —me levanto de inmediato queriendo salir, pero su dura voz me detiene al instante.

—Espera… —Kalil se levanta, da unos pasos hasta llegar a mi lugar, mientras mi respiración se corta a ratos, tratando de pasar varios tragos desesperados por mi garganta.

—Solo quería saber cómo estabas —digo rompiendo el silencio incómodo que hay entre los dos. Me es muy difícil dejar de observar sus ojos marrones tan intensos que traspasan los míos.

—Un poco cansado, pero bien. ¿Tú cómo la pasaste?

—Bien…

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Matrimonio Forzado