Matrimonio Forzado romance Capítulo 26

Saravi.

Abro mis ojos lentamente mientras trato de estirar mi cuerpo sintiendo la sensación incalculable del descanso, dando paso a que una sonrisa se deslice por mi rostro para que el buen ánimo se inserte en mi cuerpo y en mi mente.

Tenía mucho tiempo de no sentirme así.

Recuerdo los detalles de la noche, todos ellos, del cuerpo de Kalil y de sus manos pasando por el mío, entonces me estremezco de inmediato. Me corro hacía los lados tocando el espacio vacío restante de la cama, y una leve decepción se instala en mi sistema percibiendo que Kalil ya no se encuentra junto a mí.

Me levanto colocándome una bata encima y quitando el cabello desordenado de la cara. Necesito llamar a Nadia y salir lo más pronto de esta habitación.

Necesito encontrar a mi padre.

En unos minutos mi dama entra a la habitación sonriendo como siempre para ponerse a la disposición de lo que sea que le pida.

—Me alegra que haya podido descansar, tiene un rostro muy fresco está mañana —dice acercándose a mí para recoger mi cabello.

—Así me siento.

—¡Qué bueno! El rey ordenó que no se le molestara.

—¿Hablaste con el rey? ¿Hace cuánto salió? —le pregunto dándome la vuelta para verla de frente.

—Así es… Pues creo que ya hace unas dos horas…

—¿Qué hora es?

—Nueve y media de la mañana…

—¿Qué? ¿Cómo no me despertaste, Nadia?

Ella titubea negando varias veces.

—El rey me lo ordenó, majestad… Yo, yo solo cumplí su orden…

—No te preocupes… ¿Sabes dónde está?

—Parece que ahora mismo está reunido con los generales, y si por alguna razón ya terminaron, entonces no estaría en el palacio.

—Salió con algún batallón… —indico asumiendo que eso es lo que debió hacer después de dejar claros los pasos que van a seguir de ahora en adelante.

—Si señora. Solo no puedo saber a precisión porque estoy aquí con usted. Al ir a la cocina por su desayuno, escuché al general dar la orden para servir la comida y allí supe que luego de eso saldrían.

Asiento lentamente. Todo eso me dará oportunidad de hablar con mi padre primero y saber en qué orden de ideas podré comenzar a hablar con Kalil.

—Bien, Nadia, ahora por favor necesito estar lista, debo buscar a mi padre.

—Lo hará, pero primero coma un poco y yo me encargaré de tenerle todo listo para que no demore su salida.

Salgo de la habitación de donde se están hospedando mis padres, un poco desanimada al no encontrar a ninguno de los dos en ella. Por más que he preguntado a algunos lacayos del paradero de papá, parece que nadie lo ha visto desde ayer.

Voy a varios salones y pregunto a otras damas para obtener nuevamente respuestas negativas.

¿En dónde se habrá metido?

Cansada de meterme de salón en salón termino por darme por vencida y decido por ir a la parte del jardín. Justo cuando estoy saliendo de uno último, en uno de los más pequeños, escucho un murmullo en una de las habitaciones contiguas al salón donde me encuentro ahora. Entonces lentamente camino y sostengo la puerta entreabierta que separa uno de otro.

Nunca he estado en ese salón consiguiente, realmente pensé que era solo para guardar utensilios viejos, ya que su espacio es reducido en comparación a otros.

—¡Te extrañé tanto! —dice una voz femenina entrecortada entre jadeos. Mi mano se posa en mi boca porque, aunque no sé aún de quien se trata, el estar aquí, en este lugar tan remoto ya es bastante claro que algo no está bien allí dentro.

—¡Ya era hora de tenerte así entre mis brazos! —una voz dura y gutural me erizan la piel al instante, tanto que comienzo a sentir miedo por querer mirar y confirmar que esa voz se trata del padre de Kalil.

Umar.

Los jadeos se hacen cada vez más intensos, y aunque ya he pasado la puerta en total sigilo, no logro cerrarla del todo para no avisar a la pareja que no he tenido el coraje de mirar.

—¡Yo debí ser la reina!, ¡yo debí ser tu reina!

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