Matrimonio Forzado romance Capítulo 28

Mi corazón se detiene y la boca se me seca en un segundo, ¿Cómo puede estar sucediendo esto? ¿Cómo pudo verme exactamente ella?

Lo más importante es: ¿Qué diré en mi defensa si todo es verdad? Coloco una mano en mi estómago ante el nudo que se me ha hecho y doy unos pasos hacia atrás consternada dejándome caer en el asiento. Si yo pude imaginar un escenario aterrador, creo que ninguno se igualaría a este. Frente a Fais, frente a Hanna y la mano derecha del rey, Basim. Definitivamente esto no se trataba de mi madre.

—¿Por qué se hace el desentendido, vizconde? Usted viajó con ella, ¡Usted es cómplice! —repite Alinna despiadadamente incluyendo a Fais en mi desgracia.

Por fin logro observar el rostro de Kalil para de una vez terminar de romperme el alma, en definitiva. Él quiere no creer lo que está escuchando, él está tratando por todos los medios de mantener la calma, está luchando consigo mismo por ello.

—No sé de qué está hablando señorita, está usted equivocada… —se defiende Fais muy serio.

—No… —logro pronunciar interrumpiendo al vizconde, mientras de un tiro todos me observan. Nunca hubiese preferido las cosas de esta manera, pero no puedo permitir que alguien inocente pague por algo que no hizo, y si dejo avanzar más la conversación, esto se volvería un caos.

—Saravi… —pronuncia Kalil haciendo un ademán que no diga nada, como si quisiera aún defenderme, como si yo mereciera dicha apelación, lo que él no sabe es que no merezco nada de su parte.

—Alinna está diciendo la verdad —digo levantándome mientras leo la impresión en los ojos de todos, pero no quiero observarlo a él, no quiero—. Yo estuve en el territorio ayatolá en algún momento de mis salidas.

Mis palabras salen inestables, porque por más de que estoy comportándome como un roble, mis labios tiemblan despiadadamente mientras que mi garganta se aprieta cada vez más.

Las manos de Hanna van a su boca negando ante mis palabras y sus lágrimas salen sin control mientras observa a su hermano.

—N-no… no digas nada más Saravi, no…

—He querido hablarte en más de una oportunidad —le miro interrumpiendo al rey con la voz rota—. Yo tenía otras intenciones cuando llegué aquí…

Kalil se deja caer en el asiento entre tanto las lágrimas comienzan a caer por sus mejillas; lo he lastimado, lo he dañado hasta el fondo. Y quisiera ir corriendo a sus brazos, quisiera besarlo y decirle muchas cosas que he guardado para nada, pero sé que ya en estos momentos no seré aceptada por él más nunca en su vida.

Fais va de un extremo del salón a otro hasta que lleva en sus manos una bebida con alcohol para el rey.

—¡Majestad beba esto, por favor! —dice ofreciéndosela para que el rey de un solo trago tome todo el contenido de la copa.

—¡¿Por qué?! ¡¿Por qué hiciste esto?! ¡¿Qué ganas tu Saravi?! —pregunta Hanna tan enojada como nunca.

—Por el poder, Hanna, ella debe tener algo muy malo escondido ¡Y es mejor que confiese ahora mismo! —expresa Alinna de forma agresiva.

—Basim, por favor lleva fuera a Alinna y vuelve lo más pronto que puedas.

El general sigue las indicaciones del rey, la mujer no pone ninguna resistencia, sino que hace una reverencia para salir del todo ante la orden. Mi cuerpo vibra de pies a cabeza, cada palabra que diga me condenará de ahora en adelante y eso lo sabía desde hace mucho, pero no solo estoy frente la presencia del rey, ahora tendré que confesar todo ante las personas que depositaron su confianza en mí.

Y eso, eso me hace más desgraciada.

—Estoy esperando que hablas de una vez por todas —esta vez la voz del rey es diferente, es fulminante, y luego de que pasaran algunos minutos en silencio para poder tomar las fuerzas, me limpio el rostro para poder seguir.

—Cuando mis padres anunciaron que me iba a casar con usted yo me sentí…

—¡¡¡No vas a hablarme de tus ruines sentimientos!!! —dice estrellando la copa en una pared mientras todos se sobresaltan—. ¡Di con quien estás aliada y cuál es tu objetivo aquí!

Mi cuerpo salta temeroso.

Él ya no es Kalil, ya no es el hombre que me ve enamorado, ni queriendo mostrarme su amor, y esa es mi culpa, lo admito.

Tomo mis manos juntas para amortiguar el temblor desgastante que se ha instalado en mi cuerpo y tener las fuerzas necesarias para continuar mientras los tres me observan de forma acusatoria. El general llega sigiloso nuevamente cerrando bien la puerta para ponerse de lado del rey.

—Yo llegué aquí en complicidad con el líder de Ayatolá. El plan era que, por medio de mí, podía mantenerlos al tanto de los pasos de la monarquía, desestabilizando el reino internamente para que ellos pudieran derrocarlo sin mucha dificultad.

Los jadeos constantes de Hanna tratan de hacerme desfallecer en plena confesión, pero lo que más me mata lentamente es el rostro del rey; aunque él no quisiera derramar lágrimas, se le escapan sin cuidado de su rostro, mientras la mano de Fais reposa en su hombro para que él no pueda derrumbarse.

De una zancada el general llega hasta mí logrando zarandearme varias veces hasta hacerme daño, reclamándome que siga hablando, tratándome como cualquier intrusa.

—¡Dinos si hay alguien más aquí en el palacio! ¡Habla ahora mismo quien está contigo! ¡No morirás hasta que nos hayas dicho la última palabra!

Sus duras manos hacen que el llanto se expulse de mi boca no aguantando su rudeza en mis brazos. Hasta que de un momento a otro el general es empujado por el rey despegándolo con rudeza de mí.

—¡No! —Le grita—. ¡Estás lastimándola!

—Majestad, esta mujer merece la muerte —responde Basim confundido.

—Lo sé —dice Kalil mirándome, aun con su mano tomando mi brazo y con el rostro rojo inundado en ira—. Pero no serás tú quien la haga pagar.

Yo quisiera explicarle todo, quisiera que él pudiera escuchar todo mi relato, tal vez en algún momento pudiera entenderme. No quiero que se me absuelva de mi culpa, tampoco quiero que con ello pase a ser la mártir de esta situación, lo único que quiero es que él tenga toda la verdad. Él la merece.

Lentamente suelta su agarre para luego limpiarse el rostro decidido.

— ¿Está involucrado en esto, Fais?

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