Matrimonio Forzado romance Capítulo 3

Saravi.

En una maniobra elaborada y planificada, logro salir ilesa de la casona. Llegar al campamento me tomará al menos veinte minutos, pero el paso que llevo no solo es rápido; es más bien lleno de adrenalina, con una emoción tan tangible, que las mejillas me duelen de tanto sonreír.

Para Mishaal será una sorpresa mi llegada, pues nuestra visita sería en dos días más, pero, ante la premura, es casi necesario este encuentro.

Cuando llego al territorio Ayatolá, noto un revuelo en el lugar, sin duda alguna algo no anda bien. Por un instinto propio me adentro más, tomando la precaución de no ser vista aún. Así que, junto a un arbusto bastante tupido, hago un espacio para observar más de cerca lo que está sucediendo.

—Mi señor, ¡por favor!, déjeme explicarle… —súplica un hombre, bastante herido.

—No toleramos ese tipo de acuerdos Guda, o estás con ellos, o estás con nosotros —le dice Borja en tono cruel.

Su manera de hablar es totalmente diferente al Borja que yo conozco, en su rostro no hay ni un ápice de expresión.

—Tengo muchos hijos, yo debía tener cuidado de mi familia mi señor, mi hijo solo sucumbió a un arrebato de necesidad… ¡Por favor!

—Ya es muy tarde, Guda, quien hace tratos con la monarquía, está en contra de nosotros —dictamina Borja sin un gesto de compasión por el hombre.

En un segundo lo arrastran de forma despiadada, y si no es porque Mishaal entra en mi campo de visión, hubiese yo gritado del espanto para intervenir por el hombre.

—¿Mishaal? —pregunta Borja sosteniendo al hombre moribundo en el suelo, esperando una indicación de su líder.

—¡Mátenlo! ¡Los traidores deben morir! —contesta él sin siquiera titubear.

Mi corazón se rompe al escuchar a un hombre totalmente desconocido para mí gesticulando esas palabras. Entonces niego varias veces.

¡No puede ser! ¡Esto no es verdad!

—Mi señor, se lo suplico, no lo haga… Es mi familia, es…

De una estocada Mishaal saca su espada y la clava en el estómago del hombre, cortando sus palabras, produciendo bocanadas de sangre en ese moribundo casi muerto. El silencio cubre pesadamente el lugar, y mientras que él sigue con su acto, yo tapo mi rostro desesperado, porque es inevitable que varios sollozos salgan de mi boca.

Este acto solo hace que el grupo de hombres gire en mi dirección, y trato rápidamente de ocultarme un poco más, pero una mano se posiciona sobre mi hombro, haciéndome salir de un brinco.

—¿Saravi? —Pregunta Ismail asombrado detrás de mí llamando la atención del resto—. Pero, ¿qué haces aquí?

Mishaal observa pálido desde su sitio, y en unos segundos se acerca a nuestro lugar dando órdenes de que limpien todo.

—¿Por qué estás aquí? —él llega agitado, haciéndole señal a Ismail para que se retire—. Ven… vayamos a la cabaña.

Su mano toca sutilmente mi brazo para que avance junto con él. No obstante, yo no digo nada, ni siquiera le puedo mirar.

Al ingresar a la cabaña comienza a lavar sus manos rápidamente, a la vez que me es imposible dejar de observar el líquido rojo que se entremezcla con el agua. Ese hombre allá afuera nunca más llegará a su hogar, aquellas personas se quedaron sin padre y sin un esposo.

—¿Por qué no me avisaste que venías? El bosque es peligroso, quedamos en un acuerdo —Su tono es otro, uno muy diferente al de hace un rato cuando asesinaba al hombre.

—Los duques fueron al palacio hoy —consigo decir sin expresión—. Quería plantearte… Algunas cosas… Yo…

—Cariño… Eso que viste allá, no lo entenderías.

—¿A no? ¿Y qué es lo difícil de entender? ¿Qué mataste a un hombre que suplicó por ser escuchado, uno que tiene una familia que mantener…? ¡Corrijo! … Uno que tenía una familia…

Mis palabras salen hirientes, con toda la intensión de hacerlo sentir miserable por sus hechos.

—¡No! ¡Escúchame! Por ese hombre murieron varios de nuestro equipo, Saravi, otros que también tenían familia, y solo porque él vio las cosas fáciles y quiso jugar a los dos bandos…

—¿Te estás escuchando? Estás siendo igual a ellos… ¡Lo asesinaste, Mishaal…! Lo mataste… Todos deberían tener el derecho de elegir, y estás siendo un dictador igual que la monarquía al obligar a alguien a quedarse de tu lado.

Su mandíbula se tensa en respuesta, mientras que su mirada se vuelve oscura.

—Si lo quieres ver de esa forma, no puedo hacer otra cosa… Aunque tus palabras me duelen profundamente —dice con un rostro desencajado—. Las consecuencias de ese hombre fueron terribles… Saravi… tú no tienes idea de lo que la gente pasa fuera de las riquezas en donde vives.

¿Está hablando con desprecio? Eso parece. Parte de mi enojo se va disipando, aunque el sin sabor y la impresión aún están caladas de mi piel. Doy vuelta dándole la espalda, acercándome a la pequeña ventana que da mira a un paisaje ameno del bosque, mientras que trato de aspirar el aire puro y relajar mis nervios.

—Hay otra candidata para casarse con el futuro rey…

Un silencio bastante incómodo procede en el espacio, mi ceño se frunce y doy la vuelta para saber por qué mi noticia no ha hecho el impacto que yo esperaba de él.

Su rostro está más relajado de lo normal.

—¿Lo sabías? —pregunto con interés.

—Sí, sabes que tengo personas de confianza en la monarquía.

—Y… ¿No te parece una buena noticia? ¿Sabes lo que eso significa? ¡Mishaal! He pensado hasta reunirme con el príncipe, yo… Yo podría explicarle muchas cosas… Yo…

—Es una pérdida de tiempo, Saravi. Ese rumor de que hay otra candidata solo es noticia impuesta por la familia de Alina Menen… Así se llama tal candidata.

—Pero, mis padres… Ellos están en el palacio, piensan que hay esa posibilidad, mi madre me lo dijo —explico algo agitada.

—No hay cambios —termina por decir con una rabia aparente—. Kalil Sabagh, seguirá los planes, justo como se había acordado tu casamiento.

La rabia y las ganas de llorar comienzan a aumentar, el desequilibrio emocional está llegando a mi límite.

—¡Entonces huyamos! —digo entre llanto y enojo.

El rostro de Mishaal decae al instante tratando de acercarse hacia mí. Sus brazos me envuelven delicadamente haciendo que mi cuerpo se relaje ante su tacto, uno, que extrañé muchísimo, y que al mismo tiempo desespera. Besos cortos son impartidos por su parte en mi rostro, para luego acentuar un beso suave en mis labios dejando a un lado las espinas que se crearon entre nosotros hace un momento.

—Yo haría cualquier cosa por ti, lo sabes. Por eso debo luchar y estar al frente de Ayatolá.

—¿Qué dices? —digo despegándome de su cuerpo lentamente.

Sus ojos no se conectan con los míos, su rostro está decaído sin querer siquiera dirigirse a mí.

—Debes irte…

—¡Mishaal! —grito en desespero.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Matrimonio Forzado