Matrimonio Forzado romance Capítulo 4

Saravi.

He dado tantas vueltas por mi habitación, que, desde un tiempo dejé de contabilizarlas para disminuir los nervios que tengo.

Hace un rato debía haberme llegado ya un mensaje oculto y avisarme para salir a encontrarme con Mishaal. Nadia siempre es llamada por un hombre de la cocina pasando el recado, esta es la forma en como nos hemos comunicado secretamente. Mishaal tiene hombres por todos lados y de forma extraordinaria logró también invadir la casona a favor de nosotros.

—Debió surgirle un contratiempo, debe calmarse. Yo iré nuevamente a la cocina por si hay una carta —dice mi dama levantándose del sofá y yo solo asiento.

Pero justo cuando ella abre la puerta, un extraño ruido desde el balcón de mi habitación nos alerta.

La silueta de dos hombres con capa nos da un susto siniestro, entonces cuando corro al lado de Nadia para proseguir a salir de la habitación junto a ella, una voz que no esperaba escuchar me deja en el puesto.

—Soy yo…

Mi dama y yo nos observamos impresionadas, sin decir una palabra. Ella cierra la puerta mientras que un segundo, uno de los hombres desaparece del balcón.

—¿Mishaal? —pregunto aun sabiendo que jamás podría olvidar esa voz.

Las puertas del balcón son cerradas por él y ágilmente quita su capa, dejándolo al descubierto.

¿Cómo puede ser?

Nadia suelta mis manos y con su mirada me dice que estará afuera, sobre todo vigilando, y en cuestión de segundos me quedo a solas con él.

—¿Estás loco?, ¡pueden verte! Es demasiado arriesgado el que…

En unos pasos llega hasta mí tomándome entre sus brazos y estampando un beso dulce sobre mis labios. Mis palabras mueren en su boca, y también le abrazo correspondiéndole el beso.

—Te dije que nos veríamos, y así lo hice —dice tocando mi nariz con la suya—. Te extrañé tanto.

—Y yo a ti…

Sus manos acunan mi rostro y su mirada traspasa mi corazón.

—Después de la boda, buscaré la forma para que volvamos a vernos.

¿Qué?

—No, Mishaal, es peligroso. Al menos por un tiempo debemos mantener la guardia baja, ¡por favor! —digo intentando convencerlo. Si esto llegara a saberse en alguna boca equivocada, su cabeza y la mía estarían puestas en bandejas de plata.

—No te preocupes por eso, tengo gente allá —dice sin preocupación.

—Así como la tendrá el rey… ¡He dicho que no!

Me aparto de su lado enojada por su arrebatada forma de actuar. Si yo seré parte de la destrucción de la monarquía, tendré que pensar también con cabeza fría.

—Será como tú digas, solo… Es un infierno para mí no verte, estaré sufriendo al saber que estás al lado de mi enemigo, Saravi.

Su rostro atormentado me recuerda que debo sacar un tema que hemos intentado ocultar.

—Mishaal… —me lleno de valentía—. Sé que tu respeto hacia mí ha estado a la altura de un caballero, como alguien que de verdad ama. Pero… Yo… no quiero pertenecer a ese hombre, no sin antes ser tuya, quiero…

—No me hagas esto, Saravi… —expresa tomándome bruscamente y abrazando mi cuerpo—. No digas nada más.

—Sabes lo que pasará después que me case…

—Lo sé, mi amor, lo sé —varias lágrimas bajan por el rostro de Mishaal haciéndome sentir miserable—. Pero si tú llegas a estar con otro hombre antes que el rey, te irá muy mal, Saravi. Lastimosamente así son nuestras costumbres, y no quiero que pagues por eso.

Mis labios tiemblan ligeramente entendiendo a la perfección sus palabras, yo incluso podría morir por no llegar como una verdadera doncella al matrimonio. Y no cualquier matrimonio; el mío era la boda real.

—¿Seguirás amándome después de ello? ¿Seguirás luchando por mí? Aun cuando eso pase ¿Me querrás de vuelta? —pregunto tan asustada, con un dolor en mis entrañas.

—Seguiré amándote… Pase lo que pase no dejarás de ser la Saravi de quien me enamoré, y la que amo.

De un impulso vuelvo a unirme a sus brazos, y ahora soy yo quien lo besa, y con ese beso sellando nuestras promesas, llenándonos de fuerzas para soportar lo que de ahora en adelante nos espera.

***

Las promesas, los besos, y el tacto de Mishaal aún están en mi mente y en mi piel; cada vez que vuelvo a capitular la noche anterior una inexplicable sensación, se forma en mi pecho quitándome la tranquilidad por completo.

El limitado espacio del carruaje contribuye a que la incomodidad termine por invadirme al tener fijamente la mirada de mi madre en mí, detallando cada gesto. Hubiese querido irme en el coche en donde enviaron a Nadia, quizás en este momento estuviera mucho mejor hablando con ella, posiblemente también estaría alentándome a seguir, escuchándola decir, «Todo pasará rápido».

Una sonrisa se dibuja en mi rostro mientras observo el paisaje que se muestra conforme el carruaje avanza.

—Parece que estás feliz y ansiosa —mi madre por supuesto, irrumpe con el momento de paz.

—Déjala Jemina, el paso que dará nuestra hija no será fácil.

Gracias…

—Sé que no… —continúa ella—. Es importante que sepas y que estés atenta…

—Madre, ¡por favor! —irrumpo hastiada.

Es una locura pensarlo, pero una única cosa que me alegrará de entrar al palacio, es que no tendré a mi madre encima de mí regañándome por todo.

—Está bien, no te diré nada más… alteza —dice de forma altanera, mientras mi padre resopla fatigado.

Niego varias veces lanzando un suspiro cansino hacia el vidrio de la ventana, y por segunda vez en el día, deseo otra locura.

Llegar rápido al palacio.

—Estamos llegando… —dice mi padre como si leyera mi pensamiento—. Hija… puede que desde que lleguemos, te ocupes mucho… pero debes saber ahora que siempre estaré cerca de ti, solo tienes que pedir mi visita y…

—Gracias, papá, me gustaría mucho que estés a mi lado —un suspiro largo es soltado por su parte asintiendo con su cabeza.

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