Matrimonio Forzado romance Capítulo 7

Saravi.

Un trago amargo pasa por mi garganta entre tanto mis manos sudan ligeramente.

Paso a paso llego junto al rey, haciendo una reverencia como todas las damas a mí alrededor; el hombre afirma con su cabeza y se une a mí. Coloco mi palma en su mano y respiro profundamente, entre tanto él con su otro brazo, rodea mi cintura para acercarme más a su cuerpo.

La melodía envuelve todo el lugar y el resto de parejas comienzan su baile. Los pies del rey danzan junto con los míos al compás de la música, y aunque no tengo la mirada fija en él, puedo saber que sus ojos, serios, están atentos a cualquiera de mis movimientos.

Puedo sentir los latidos de su corazón por la cercanía, incluso puedo conocer su olor, uno que no se parece al de nadie más. Escucho su respirar, y en algunos momentos, su barba roza con mi cabello haciendo que haya fricción y por ende reacción en mí.

Necesito apartarme de él, este tipo de cercanía no nos beneficiará en nada. Por otro lado, me tranquiliza saber que en este baile en cualquier momento habrá un cambio de pareja, y por fin estaré fuera de esos brazos, que, si soy sincera, me hacen sentir un poco extraña.

En cuestión de unos minutos, me doy cuenta de que he bailado con tantas personas que mis pies no aguantarán un baile más, así que me excuso con el vizconde que está frente a mí, para tomar un lugar de descanso.

En el momento en que camino pausadamente en dirección a mi mesa, tratando de saludar al que me ofrece una sonrisa, pienso en mi padre.

—Disculpe —le digo acercándome a una dama de servicio—. ¿Por qué mi padre no ha venido a mi mesa?

La mujer me observa por un segundo, pero luego agacha la cabeza.

—Solo la familia real puede sentarse en esta mesa, majestad, si usted desea que alguien venga, debe solicitarlo para que se le permita a la persona.

¡Por Dios!

—Entonces quiero que mi padre venga.

La dama hace una reverencia, y cuando se dispone a ir, titubea y se devuelve hacia mí.

—¿Quiere decir, sus padres? ¿Ambos?

Sé que es una idea terrible, sé que mi corazón está mal ante mis pensamientos, pero una sonrisa se forma de manera traviesa en mi rostro.

—Solo mi padre, por favor.

La dama asiente y luego de otra reverencia, va por su tarea; y mientras que la sonrisa continúa en mi rostro, regreso a la mesa en donde se encuentra la familia real. Umar Sabagh está a unas sillas más de mi lugar, sosteniendo una larga conversación con su hijo mayor, mientras que Zura ríe junto con Hanna y Kader.

Entonces decido por sentarme cerca de estos últimos tres.

—Veo que estás disfrutando —pronuncia Zura animada.

—No sabía que debía solicitar el permiso para que mi familia estuviera cerca de mí.

Mis duras palabras quitan toda la sonrisa que había en la familia, entonces el chico frunce el ceño un poco incómodo.

—Es el protocolo… Pensé que eso ya lo sabía, su alteza —refuta Kader irritado.

Kader es quizás de mí misma edad, o quizás un poco mayor, aún no lo sé, y aunque tiene un cuerpo adulto, su rostro aún denota rasgos joviales. Su manera de expresarse tan déspota, se lo sumo a su padre, por supuesto.

—La reina se acoplará poco a poco, Kader, y nosotros estaremos aquí para apoyarla —Ahora es Hanna quien habla.

Entonces respiro lentamente para decir algo, pero la voz de mi padre me interrumpe.

—Majestad… —dice detrás de mí.

¡Perfecto! Una excusa para salir de aquí por un buen rato.

—Con permiso —les digo a los tres para disponerme a salir con mi padre… Porque necesito respirar de todo esto.

Llegamos a los jardines a los minutos, y cuando siento que estamos solos, me arrojo a los brazos de él.

—¿Estás bien mi niña?

—Papá, por favor, no vuelvas hacerme esa pregunta en toda tu vida.

—Estás agobiada con tanta gente, te vi bastante tensa…

—Estoy… —su rostro turbado me hace retroceder—. Sí, solo estoy un poco tensa… Ya me acostumbraré a este ritmo. Padre, te pido, no dejes de estar cerca de mí, ¡por favor!

Su rostro cambia y suelta el aire comprimido. Estaba preocupado por mi reacción.

—Lo haré… Te lo prometo, mañana tu madre y yo estaremos yendo a la casona, hay varios asuntos que debo seguir haciendo, pero te escribiré y vendré cuando tenga el tiempo, hija.

Asiento un poco triste, pero no digo nada más al respecto, no quiero ser una carga ni preocupación para él. Un abrazo de su parte vuelve a invadirme, y deseo quedarme en sus brazos por mucho rato más… porque algo que quiero evitar con todas mis fuerzas, es la caída del día.

Pero ese momento, llega prontamente…

Los pasos que estoy dando por el pasillo, ahora se vuelven tan pesados que no dudo en soltar un suspiro de mi boca. El vestido ahora es fastidioso en mi cuerpo y las joyas, incluyendo la corona, solo me hacen gritar internamente. Mi cuerpo está erguido, tenso y cansado, entre tanto mis manos frías y empuñadas controlan los nervios que mi existencia emana.

Este definitivamente ha sido un día excesivamente largo, pero el cansancio físico no se compara con la lucha mental que tengo, porque hay un debate simultáneo que taladra mis emociones y sobre todo mi conciencia.

Ha llegado la hora que he querido postergar desde que entré a este palacio, y esta ni siquiera ha sido mi decisión.

Las puertas de lo que ahora en adelante será mi habitación compartida con el rey, se abren ante mis ojos, y aunque no esperaba maravillarme por estas cosas, no puedo evitar impresionarme por lo hermosa y muy amplia que es.

Sin embargo, mi admiración por ella no es suficiente para levantar mi ánimo, porque lo que estuve temiendo durante todo el día, ha llegado golpeándome duramente.

Las damas comienzan a desvestir mi cuerpo quitando todos los accesorios, primeramente, para seguir con el vestido.

Las lágrimas caen por mis mejillas sin poderlas controlar siquiera.

¿Por qué? ¿Por qué debo permitirlo? Entonces una mano cálida limpia mi rostro y observó el rostro de Nadia frente a mí.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Matrimonio Forzado