Mi cariño de 18 años romance Capítulo 3

Después de salir de la familia Boriga, Fernanda iba al suburbio de la Ciudad Mar en autobús.

El autobús se detenía frente a la zona de villas, Fernanda se bajaba del autobús y se dirigía a una villa con familiaridad.

Aquí era donde ella trabajaba durante las vacaciones de verano, el dueño de la villa era un hombre cojo, Fernanda había sido como ayudante aquí durante casi dos meses y solo se encontraba al hombre por dos o tres veces.

Entraba en la villa como de costumbre y preparaba barrer el piso y limpiar la mesa, pero escuchaba un ruido fuerte provenía de la esquina de las escaleras.

Fernanda se sorprendía.

Miraba hacia arriba, veía a un hombre tendido en el suelo, y acurrucado, detrás de él había una silla de ruedas volcada.

Fernanda se apresuraba a ayudarlo.

Aunque no se había visto frecuentemente, al ver la silla de ruedas, pensaba que el hombre debería ser el dueño de esta villa.

Pero cuando ella se acercaba, el hombre decía con frialdad, -No vengas.-

No le gustaba que otros lo tocaran.

Fernanda se sorprendía y la mano preparada para ayudarlo se detenía.

-Señor Isidro, ¿está bien?-

El hombre se encontró con la mirada preocupada de Fernanda, apoyaba las manos en el suelo con cuidado, tratando de recostarse en la silla de ruedas, pero sus piernas débiles hacían que volviera a caer al suelo.

Se golpeaba la pierna con fuerza, sus ojos se llenaban de disgusto.

Fernanda no podía verlo más, a pesar de la obstrucción del hombre, lo ayudaba a volver a sentarse en la silla de ruedas.

Isidro olía una fragancia corriendo por su nariz, la mano suave de la chica tocaba sus hombros, y se esforzaba para ayudarlo a volver a sentarse en la silla de ruedas, él quería enojarse, pero después de ver la pura sonrisa en el rostro de la chica, la ira disminuía inmediatamente.

-Señor Isidro, ¿está herido?-

Isidro se negaba con la cabeza sin decir nada cuando escuchaba sus palabras.

Al ver su mirada solitaria, Fernanda sentía lástima inexplicablemente, por lo que decía algunos chistes para hacerlo feliz.

Aunque el hombre no se reía, sus ojos estaban llenos de ternura.

Cuando Pedro Guzmán entraba, veía esta escena.

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