Mi Chica Melifluo romance Capítulo 2

Hace siete días.

Dulce había invertido todo lo que tenía en comprar un billete a Las Vegas. Desde el momento en que el avión despegó, había apoyado la cabeza en la ventanilla, mirando fijamente el cielo azul del exterior.

El cielo era tan azul, y las nubes eran tan blancas y suaves como la nieve. Quería abalanzarse sobre allá y tumbarse con un sueño eterno...

Dulce, sus padres querían que viviera toda su vida en la miel.

De hecho, hasta su vigésimo cumpleaños había llevado una vida tan dulce como la miel.

Pero hace cinco meses, su padre, Santiago Rodríguez, había fracasado en sus inversiones durante las turbulencias financieras y sus acciones y activos se habían reducido a cifras negativas. Una noche cuando se emborrachó bastante, tuvo un accidente de tráfico y su coche se convirtió en un montón de escombros y él mismo aplastado hasta quedar irreconocible.

Y su elegante, bella y joven madrastra, Juana Pérez, desapareció inmediatamente con su dinero secreto, joyas personales y su hermana pequeña. Para Dulce, fue como si la hubieran caído con patada desde las nubes por detrás. Su prometido Felipe Díaz, salido de una prestigiosa universidad, cambió repentinamente de actitud y se negó a atender sus llamadas o a verla...

Una buena amiga que trabajaba en una compañía aérea le contó a escondidas que hace tres días Felipe había tomado el avión a Las Vegas con su nueva novia.

Así que empeñó el collar retro de piedras preciosas de su madre, que siempre llevaba consigo, a bajo precio a una amiga que lo quería por mucho tiempo, a cambio de este billete de avión y tres días de manutención, para perseguirlo hasta Las Vegas y obligarlo a devolverle la última escritura de casa.

Era la dote que su padre había preparado para ella, pero Felipe había utilizado secretamente su DNI y su libro de familia para transferirla a su nombre. ¡Esa era su dulce finca, el único dulce recuerdo que su padre le había dejado... el único lugar donde podía refugiarse!

—Señorita —el hombre que se sentaba a su lado la tocó suavemente el brazo.

Ella giró la cabeza abrumada y le dirigió sus fríos ojos.

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